Capítulo 12: Fobias

42 6 0
                                    

Sí, estoy borracho y drogado sentado en el parque. Ya son 5 meses en que nuestra relación termino. Termino por culpa de ambos, más mía que de ella. La maldita obsesión que tenía ―tiene― con su peso, la manía por la perfección por poner sus pies en posición correcta; tanto así, que día a día los maltrataba. Odiaba verla sufrir por esos dolores y la frustración que le causaba competir con otras bailarinas.

No la deje ser libre y por eso... la perdí.

Mientras seguía lamentando mi estúpida y miserable vida, se acercaron unos matones a pedirme un poco de hierba, les dije que ya se me había acabado, que me la fume por completo hace unas dos horas atrás pero sin siquiera percatarme del tiempo ―de los segundos más bien― me encontraba en pasto, tirado en 4 patas y con los vidrios de mi botella de cerveza enterrada en las palmas de mis manos. Ellos se asustaron tanto ―quizás ya se habían metido en tantos otros problemas― por la idea de que llamara a la policía que salieron corriendo esfumándose en la oscuridad. La verdad es que no tenía la intención de aquello, sólo quería irme a casa y limpiarme un poco, pero bien sabía que esas heridas podían traerme alguna consecuencia, caminado tranquilamente me fui al hospital más cercano.

La sangre se derramaba por el piso cuando después de 45 minutos llegue al recinto de salud. Las enfermeras fueron atentas y rápidamente me llevaron a urgencias para verificar mi estado de salud. La presión estaba baja, el azúcar también y aún tenía pedazos de vidrio en las manos. Heather una joven enfermera me dijo que lo primero era limpiar la zona y sacar los pedazos de vidrio y si era necesario, tomar una radiografía. Tuve suerte, si mucha suerte ya que no rompió ninguna vena o arteria ― no sé muy bien expresarme en términos médicos― pero lo que sí sé es que no podré tocar el piano hasta que las heridas sanen. Un poco de valentía fue lo que tuve que tener cuando vi la pinza acercarse a la palma de la mano derecha. La adrenalina y la droga que corría por mi cuerpo en ese momento impedían que sintiera dolor, sin embargo tenía conciencia de que lo peor llegaría después.

Cuando terminó de sacar toda la mierda que tenía en las manos, un enfermero me llevo en silla de ruedas hasta otra habitación. Estaba solo, Heather fue a realizar el papeleo a la administración, no tenía dinero, ni a nadie a quien llamar, mis padres se encuentran pasando la semana con mi abuela en otra ciudad debido a su enfermedad. Seguía solo mirando la pantalla del celular esperando un milagro...

El enfermero me pilló desprevenido que llegue a saltar cuando abrió la puerta de la sala de curaciones.

― Haether necesita comunicarse con algún familiar o algo así ¿me puedes dar algún número?

― Eh... ― el pánico entro en mí y comencé a sentir el dolor de las heridas. ― no lo sé, mis padres no se encuentran... ― mierda ¿Qué hago?

― ¿Algún amigo? ― insiste en preguntar.

― tranquilo, yo hago la llamada.

No es que no haya pensado en ella ¡claro que lo hice! Por mi cabeza el único nombre que llamaba era Lena. No quería meterla en esto, no quería que me viera con vestigios de droga en el cuerpo ¡No! Se lo prometí. Le prometí que nunca fumaría esas porquerías, sólo que hoy no pude evitarlo. Tenía que olvidar. Tenía que olvidarla a ella. Pero ella es la única que me puede salvar.

Cuando escuche su voz por el otro lado del auricular pensé que iba a vomitar de los nervios, comenzó a gritarme que la dejara en paz y eso era lo que debía hacer, sin embargo, la necesitaba.

Heather no tardó en llegar, me explico que debía suturar las heridas y literalmente coserme la mano ―otro mini infarto en mi corazón― tengo fobia a las agujas, menos de las que hacen tatuajes. Pero mierda iba a ver frente a mis ojos como una mujer carnicera iba a coserme la mano como si fuera un pedazo de tela. Trate de no mostrar cara de desquiciado aunque sé que Heather se dio cuenta del asunto. Mi frente comenzó a sudar cuando ella empezó a preparar el algodón, el suero, alcohol, y la maldita aguja.

El corazón se me terminó de parar cuando oí los pasos de dos personas acercarse. Ella vino. Lena, mi vida.

― ¿Heather? ― pregunta la voz de una mujer.

― Si pasa aún no comienzo ― responde Heather muy cerca de mí.

Estaba ansioso pero ahí la tenía frente a mí. No me estaba mirando precisamente hasta que la mujer dice:

― La novia de sr. Víctor ― no niego que me dio mucho gusto y risa al ver la reacción de Lena.

― No soy su novia, por cierto ― dice ella en voz alta para corregir el error.

― Lo siento, es que la ví muy preocupada... yo solo pensé... ― no termina la frase y se retira a la recepción.

Jajaja, el rostro de Lena es demasiado expresivo, una de las cosas que me encantan de ella. ¡Oh no! Ahora su cara es de completo asco al ver mis manos ensangrentadas, le tiene pavor a la sangre. Cuanto lo siento. Es una mujer valiente, a diferencia de mí. Se acercó a mí, me tomó el hombro y me dijo:

― Lo sé. Estoy contigo.

Fue más doloroso de lo que pensaba, el efecto del alcohol y las drogas se fueron por completo. Los 23 minutos exactos que duro el procedimiento estuvo mirándome a los ojos y acariciando mi cabeza u hombros. Tenía unas enormes ganas de abrazarla y besarla tal como antes. Pero eso ya terminó. La herí, la hiero y sé que lo haré otra vez. No quiero verla sufrir por mí, mas me obsesiona la idea de que esté con otro.

Y a pesar de todo está aquí. Durmiendo frente a mí en mi oscura habitación. 

MiénteleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora