Capítulo 29: Adiós Lena

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Víctor sale arrastrado de la oficina por los hombres de negro, no puedo dejarlo, pero al mismo tiempo aclarar las cosas con Norman quien se apoya en el escritorio cansado.

- ¿Qué mierda te pasa? - le digo furiosa

- No, muñeca ¿a ti que mierda te pasa? - me devuelve la pregunta mientras se limpia la nariz ensangrentada - sabía que eras una mujer fácil y vulnerable pero ¿saliste que peor que Abby?

- Mira imbécil - me acerco para darle un golpe pero me resisto - teníamos un trato...

- Fuiste tú quien me puso en esta situación muñeca - dice sonriendo - me has dejado como el cornudo más grande la historia...

- Yo no... - piensa Lena - ¿Qué hay de la pelirroja?

- ¡¿Qué?! ¿Cómo sabes...? - se altera

- No te importa Norman, solo lo sé y ya - me hago la valiente aunque estoy muerta de miedo - yo también soy la cornuda

- Es diferente, me dejaste mal frente a la compañía, Lena, se supone que algún día seré dueño de esto y los trabajadores deben verme con respeto ¿Qué crees que pensó el encargado cuando te vio con Víctor? - baja la voz -haciendo quien sabe qué cosa...

- ¿sabes qué? ¡renuncio idiota! ¡A todo! ¡A tus juegos, a tu compañía de mierda, a las mentiras, a los engaños, a todo! - grito con todas mis fuerzas - búscate otra solista...

- Tienes un contrato que cumplir Lena, termina el "cascanueces" y puedes irte...

- ¡Bien! ¡Adiós!

Salgo de la oficina dando un portazo de la rabia que tengo por dentro, ¡Mierda! ¡Lo hice! Dios ¿Qué haré ahora? Oh mierda. Corro hacia los casilleros para ir por mis pertenencias. Siento que mis pasos rebotan como si fuera un troll gigante, mientras me acerco mis pasos se hacen más lentos pero más pesados, la idea del troll me parece bastante realista a lo que está sucediendo. Accedo a mi box con la clave de cuatro dígitos, cojo mi bolso y otra vez voy a mi camarín a sacarme este tutú que deja rastros de purpurina por todos lados.

Llego al precioso vestidor, tiro el bolso y salto de sorpresa al ver 4 pies ¡Oh mier...! Casi olvido que las vestuaristas deben preocuparse de su laborioso trabajo y mantenerlo intacto para la próxima función.

- ¡Sáquenme esto ahora! - digo desesperada.

Al final el tutú que me hacía tanta ilusión poder llevar en el escenario y lucirlo como una joya sagrada proveniente del olimpo mismo, es un pedazo de tela brillante y mucho tul escarchado que me molesta, se me pega al cuerpo por el sudor del baile y de la ira incontrolable que tengo en este minuto. ¡Ya quítenmelo! Ruego en silencio. Margareth me mira de reojo con una expresión lastimera, no la culpo, es probable que toda la compañía sepa ya lo que ha pasado.

Me pongo la ropa lo más rápido que puedo, necesito ir por Víctor, no sé dónde pueda estar ahora o peor, que pueda estar haciendo. Dios, todo esto es mi maldita culpa, solo quería que Víctor pudiera seguir tocando es la misma compañía que yo, hacer que sus sueños de hagan realidad, que pueda convertirse en el pianista del que todos hablan, ser reconocido por sus pares, la he cagado. Ahora sí se ha ido todo a la basura.

Les doy las gracias a las chicas por haberme quitado el tutú y salgo corriendo otra vez, en los pasillos de la casona de ambulan montones de bailarines y músicos celebrando el éxito de esta noche, me hubiese gustado celebrar con ellos, han hecho un trabajo maravilloso, o mejor, haber celebrado con Víctor en una cita privada. Saco las llaves del auto de mi padre al mismo tiempo que mi celular suena dentro de mi bolsillo y temo lo peor. Veo la pantalla iluminarse con el nombre de mi madre - ahora no, quieres - corto la llamada y busco el número de Víctor. ¡Contesta por favor! Al tercer tono se corta la línea - Lena es obvio que no quiere verte - marco otra vez ¡Vamos Víctor! ¡Necesito hablarte! ¡Darte una explicación! ¡No me hagas esto!

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