Capítulo 12: El Legado de los Saiyajin

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―Vegita. ―llamó Vegeta después de unos segundos en silencio.

―¿Qué ocurre? ―se giró a verlo.

―Dinos... ―habló Kakarotto―. ¿Cómo es ese emperador?

Ella se quedó en silencio un segundo, se quitó el rastreador y comenzó a hablar―. Es el mismísimo demonio... Si no hubiera sido porque un soldado mintió sobre las coordenadas de la nave, él nos habría asesinado.

―¿"Nos"? ¿A quiénes más te refieres? ―cuestionó Vegeta con una ceja alzada.

―Me refiero a Nappa y Raditz. Ellos son mis camaradas, también son Saiyajines. Nappa solía ser mi niñera, luego se volvió mi compañero. Raditz tiene mi edad. Fue nombrado como mi compañero, hablo de tu hermano, Kakarotto.

Con esto último, miró de reojo al más joven. Él asintió.

―Bueno, ¿qué más? ―suspiró mientras pensaba―. Él siempre está acompañado de sus secuaces. Son unos soldados, los más fuertes después de él mismo, Zarbon y Dodoria.

―¿Cómo son? ―preguntó Vegeta. Ella no comprendió a qué se refería―. Físicamente. Con una imagen clara podemos entrenar mejor. Danos una descripción física de ellos.

De todas formas, no entendió, pero comenzó a pensar en cómo describirlos―. Bueno... Zarbon es un hombre alto de piel verde clara, su cabello es verde oscuro, largo y está atado en una trenza. Tiene como un collar aquí ―señaló su frente―. La verdad, solía confundirlo con una mujer, pero es muy agresivo. Varias veces he tenido conflictos con él porque se sobrepasa con sus comentarios.

―Mmm... ―dijo Bulma, que recién había llegado―. Por cómo lo describes, debe ser muy guapo, ¿verdad?

―¿Qué dices, Bulma? ―ambos estaban indignados por ese comentario.

―Yo solo digo... ―se defendió mientras se encogía de hombros.

―Y el otro es Dodoria. Es más pequeño, de piel rosada, regordete, orejas puntiagudas, etc.

―¿Y Freezer?

―Bueno, él es pequeño, más o menos de mi porte. Tiene dos "cuernos", por así decirlo, en la cabeza, aquí ―puso las manos a los costados de la cabeza―. Una larga cola con la punta morada... Podrán darse cuenta de quiénes son apenas los vean. Son sujetos para nada ordinarios.

―Gracias, eso nos ayudará mucho. Entrenaremos pensando en ellos ―agradeció el más joven.

Aquella primera noche, Vegita no durmió. No solo porque había dormido durante 10 meses, sino que también estaba nerviosa. Bulma la acompañó hasta donde había aterrizado su nave, la "encapsuló" y se la llevó a su taller.

―Son reliquias familiares... ―le explicó a la peliazul cuando la vio sacando cosas desde debajo del asiento. Estaban envueltas en capas iguales a las que traía puestas―. Traje pocas armaduras, pero pude esconder muchas de mis pertenencias.

―¿Son de tu familia? ―se acercó con curiosidad a ver lo que traía envuelto―. ¡Es una espada!

Vegita sonrió. Jamás la había sacado de su envoltorio. Seguía igual desde la vez en que su madre se la obsequió, a escondidas de su padre―. Solo son recuerdos vacíos... ―murmuró y la metió en el bolso que Bulma le dio.

―Tira de esa esquina y se convertirá en una cápsula ―le explicó.

―Impresionante... ―murmuró viendo cómo todo se compactaba en un pequeño objeto que cabía en la palma de su mano.

―Es increíble, ¿no? ―sonreía orgullosa, una vez que volvieron al avión―. Mi padre es el creador de las cápsulas. Es un científico muy prestigioso, ¡igual que yo!

Sin embargo, Vegita no respondía nada ante eso. Solo la observaba hablar de su padre y el gran avance que su invento había logrado. También explicaba cómo todo lo que sabía sobre ciencia era gracias a él y que, por eso, ahora podía hacer muchas cosas por su cuenta.

«Ojalá mi padre hubiera sido así» ―ese pequeño pensamiento la hizo negar con la cabeza.

―Buenos días ―saludó la princesa cuando llegó al balcón y vio a Vegeta y Kakarotto sentados en una mesa al sol.

―Oh, hermana... ―Vegeta se giró a verla.

Llamarla de esa manera se le hacía extraño. A ella también le resultaba raro, pero solo sonrió un poco y caminó hacia ellos. Ya habían terminado de comer, los tres juntos. Bulma se les sumó luego de un rato.

―¿Cómo creen que le van a ganar a ese tal Freezer? ―preguntó la humana mientras bebía de su taza de café.

Vegita frunció el ceño―. No tiene una debilidad, según yo. Lo hemos vigilado por años. Sin embargo, durante el último tiempo ha estado demasiado asustado al verme.

Eso llamó la atención de los demás―. ¿A qué te refieres?

―Tengo prohibido entrenar ―se cruzó de brazos y se apoyó en la silla―. Según él, las mujeres saiyajines comienzan a enloquecer a medida que se hacen más fuertes. He dejado de entrenar por orden de él.

Goku y Vegeta la miraron extrañados, pero no la interrumpieron.

―¿Hay alguna prueba de eso? ―preguntó Bulma, visiblemente indignada.

―Ninguna ―respondió inmediatamente―. Llegué a la conclusión de que solo lo hace para manipularme.

―Ese bastardo ―gruñó Vegeta―. ¿Estás segura de que él destruyó nuestro planeta?

―Sí, completamente segura ―asintió.

―Entonces no se lo perdonaré, claro que no se lo perdonaré ―dijo Vegeta mientras fruncía el ceño.

Los cuatro estuvieron conversando durante toda la tarde. Vegita les había compartido las ideas que tenía respecto al plan.

―Nappa es el que tiene un plan ―admitió―. La primera parte era esta: que yo los encontrara.

Mientras explicaba esto, caminaban hacia el laboratorio de Bulma. Ella los guiaba hacia donde tenía la nave espacial en que Vegita había llegado.

―¿Para qué quieres tu rastreador? ―preguntó Vegeta al ver la nave abierta, pero aún armada.

―Quiero hablar con Raditz ―respondió simplemente.

―¿Con mi hermano?

―No me digas que tú y él son...

Ella se sonrojó y lo interrumpió rápidamente―. ¿Qué dices? ¡Claro que no! ¡Solo somos amigos!

―Mmm... Menos mal, no me gustaría que te relacionaras con la familia de este tonto. Seguro es igual a él.

―¿¡Qué dices, Vegeta!? ¡Eso es cruel! ―lloró el otro.

―Ay, Vegeta, pero qué celoso... ―dijo Bulma riendo, mientras traía el rastreador en su mano.

La hermana de Vegeta | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora