—¡Vamos! —gritó Vegeta, impaciente, mientras se giraba para ver a su compañero rezagado—. ¡Mueve el trasero, que nos están esperando!
Goku, a unos metros detrás, respondió con su característico tono despreocupado.
—¡Voy~! —le devolvió el grito, mientras se rascaba la cabeza con una sonrisa—. ¿Por qué tanta prisa, Vegeta? —bufó al acercarse—. Bulma no se va a ir a ninguna parte.
Vegeta se detuvo de golpe, se sonrojó al instante, y sus ojos se encendieron con furia.
—¿¡Qué dijiste!? —bramó antes de lanzarle un rápido golpe en la cabeza—. ¡Mejor cállate y termina de comer, imbécil!
—P-pero, Vegeta... —Goku habló con dificultad mientras trataba de masticar la enorme cantidad de comida que tenía en la boca—. Se nota que te gusta mucho... —murmuró, aunque en su tono de voz había una traviesa picardía—. Pero no te preocupes, ¡yo no diré nada!
Vegeta lo fulminó con la mirada, sus ojos resplandecían con una mezcla de enojo y vergüenza.
—Si dices algo... te juro que te mando a vivir al bosque con los lobos —le amenazó con voz baja, pero cargada de una peligrosa seriedad que hizo que Goku tragara con fuerza.
Los dos guerreros saiyajines, conocidos por sus proezas en el campo de batalla y su amor por las artes marciales, vivían juntos en la tranquila soledad del Monte Paoz. Aquella región la habían heredado de su difunto abuelo, Son Gohan, y aunque habían viajado por muchos rincones del mundo, siempre regresaban a ese lugar. Con el paso de los años, habían dedicado tiempo y esfuerzo a reconstruir su hogar, pero finalmente terminaron viviendo en una moderna casa cápsula que Bulma les había regalado.
A pesar de las comodidades que esa casa ofrecía, no tenían intención de mudarse a otro lugar. Allí estaban cómodos, lejos del bullicio del mundo exterior, compartiendo aventuras y una vida sencilla. Al fin y al cabo, eran hermanos de corazón.
—¡Nube voladora! —gritó Goku, señalando hacia el cielo—. ¡Vegeta, esta vez me toca a mí ir en ella!
—Prefiero volar por mí mismo —respondió Vegeta con un leve encogimiento de hombros, sin siquiera mirar la nube.
Cuando la nube llegó, ambos se elevaron y volaron en dirección a la casa de su maestro, Kame House. El viento soplaba suavemente mientras volaban en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, aunque siempre mantenían la misma velocidad, como si estuvieran sincronizados.
—Vegeta... —llamó Goku con tono cauteloso.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó sin dejar de mirar al frente, aunque visiblemente molesto.
—¿De verdad acerté cuando dije que te gustaba Bulma? —preguntó Goku, sin ninguna malicia, solo pura curiosidad.
Vegeta dejó escapar un gruñido de frustración, pero su rostro enrojeció al instante.
—T-tal vez... —murmuró, tratando de ocultar su vergüenza—. P-pero ella está con el idiota de Yamcha.
—No le digas idiota, es nuestro amigo —replicó Goku con una sonrisa.
—Idiota es idiota, y siempre será idiota —sentenció Vegeta con un tono frío, como si sus palabras fueran inamovibles.
Nunca había podido congeniar con Yamcha, y esa antipatía no parecía que fuera a desaparecer pronto.
Goku soltó una risa divertida.
—¡De acuerdo! Entonces te ayudaré.
Vegeta lo miró, desconcertado.
—¿Qué? ¿Ayudarme en qué? —preguntó, entre sorprendido y desconfiado.
—Te ayudaré a conquistar a Bulma —dijo Goku con una gran sonrisa, levantando el pulgar en señal de aprobación.
Vegeta parpadeó, sorprendido por la repentina propuesta, pero una pequeña chispa de ilusión brilló en sus ojos.
—¿Lo harías? —preguntó, tratando de no mostrar demasiado entusiasmo.
—Claro, te lo debo —respondió Goku con sinceridad—. Tú me ayudaste con Chichi.
Ahora era Goku el que se sonrojaba un poco mientras se rascaba la nuca con timidez.
Vegeta soltó una carcajada inesperada.
—Con que en solo tres meses te vas a casar, ¿eh? —comentó, usando el tema de su amigo como excusa para desviar la conversación.
Goku dejó escapar una risa nerviosa.
—Sí, qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad? —respondió, visiblemente emocionado pero también un poco nervioso.
—Así parece... —murmuró Vegeta, aunque algo en su tono sugería que estaba más concentrado en sus propios pensamientos.
El resto del viaje transcurrió entre conversaciones ligeras y tonterías, nada serio, solo dos jóvenes compartiendo un vuelo hacia una reunión con sus amigos más cercanos. Sin embargo, como ya era habitual, fueron los últimos en llegar. Al tocar tierra en la isla de Kame House, fueron recibidos cálidamente por sus amigos. Chichi, la prometida de Goku, fue la primera en salir para saludarlo, algo tímida como siempre. Bulma, por otro lado, fue mucho más efusiva.
—¡Chicos! ¿Cómo están? —gritó Bulma, sonriendo mientras se acercaba a ellos con entusiasmo.
—Discúlpanos por la demora, Bulma —dijo Vegeta mientras se acercaba para saludarla, casi con formalidad—. Este estúpido no se quería levantar.
Bulma rió divertida.
—Como de costumbre. No esperaba verlos tan temprano tampoco.
La tarde transcurrió tranquila y relajada. Entre risas, bromas y anécdotas compartidas, todos disfrutaban del día bajo el sol. Hicieron una parrillada, nadaron en el mar y, por supuesto, comieron hasta hartarse. Goku se unió para ayudar en la cocina, mientras que Vegeta, algo incómodo con la presencia de Yamcha junto a Bulma, prefirió quedarse tomando el sol en la orilla del mar.
En el jardín de la casa del Maestro Roshi, una gran mesa llena de comida los esperaba para la cena. Como era costumbre, Vegeta y Goku tenían una mesa aparte debido a su monumental apetito.
De repente, algo en el cielo captó la atención de todos.
—¿¡Qué es eso!? —gritó Bulma, de pie a la orilla del mar.
Una presencia poderosa se acercaba a ellos a gran velocidad. Los guerreros rápidamente se adelantaron para formar una línea de defensa, mientras que las mujeres y aquellos con menos poder se quedaban detrás. En cuestión de segundos, una figura femenina apareció ante ellos. Era una mujer de piel blanca, con el cabello y los ojos negros. Llevaba una armadura blanca con detalles dorados, una malla azul y una capa roja que ondeaba con el viento. Un extraño aparato cubría parte de su rostro.
Se mantenía flotando a unos metros por encima del suelo, observando a cada uno de los presentes con una mirada severa. Finalmente, sus ojos se fijaron en Vegeta. Ambos se miraron durante un largo momento, en un silencio que parecía estirar el tiempo.
—Vegeta... —murmuró la mujer mientras descendía suavemente hasta el suelo. Se quitó el aparato de su rostro, revelando una sonrisa que contrastaba con su expresión seria anterior—. Al fin te encuentro.
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La hermana de Vegeta | 1
Fiksi Penggemar-Vegita Ouji es la primogénita del Rey Vegeta. Luego de que su planeta explotara y su familia muriera, se dedicó a fortalecerse y trabajar activamente en el ejército de Freezer pero su verdadero objetivo siempre fue asesinarlo. Su destino cambia cua...