Capítulo 5: A la Sombra de Freezer

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En el planeta Tierra ya habían pasado seis meses desde que las naves aterrizaron en un lugar apartado del monte Paoz. Vegeta y Kakarotto habían estado viviendo con Gohan. Comían y descansaban en su humilde hogar.

El príncipe ayudaba al anciano, y este le enseñaba artes marciales. El pequeño Kakarotto resultó ser un niño muy inquieto, rabioso y hambriento. Golpeaba a Vegeta y al anciano cuando tenía hambre, y lloraba todo el tiempo. Eso enfurecía a Vegeta, que intentaba calmarlo a gritos.

A pesar de todo, Gohan tenía mucha paciencia con ambos niños y los cuidaba con amor.

—¿Falta mucho? —preguntó otra vez.

—No, tranquilo, Vegeta —respondió con calma.

—Ya no recuerdo dónde estaba mi nave —continuó, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

—Es cerca de aquí, tranquilo. Estoy seguro.

Aquella mañana, Vegeta había despertado con su curiosidad e impaciencia al máximo. Insistió desde temprano en ir al lugar donde habían aterrizado. Estaba seguro de que ya había pasado suficiente tiempo como para que sus padres o su hermana se hubieran puesto en contacto para rescatarlo.

Kakarotto ya podía caminar, pero era demasiado inquieto para ir por su cuenta. Por eso, Gohan lo llevaba en su espalda, donde se distraía mirando cómo volaban las mariposas y trataba de alcanzarlas. Vegeta caminaba al lado de ellos, con su cola enrollada en la cintura y el ceño fruncido.

«Creo que mi hermana ya me da por muerto», pensó con algo de tristeza, pero también con enojo.

—¡AHH! —el grito de Gohan lo sacó de sus pensamientos. Se giró y lo vio arrodillado al borde de un abismo.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras corría a su lado.

—¡El bebé cayó!

Vegeta lo vio caer entre las ramas y, sin pensarlo mucho, se lanzó tras él. Sabía volar, pero en ese momento no pudo. Su cuerpo no reaccionó como debía. No pudo volar. Hizo lo posible por agarrarse de las ramas, pero estas se quebraron. Ambos niños se golpearon en la cabeza con las rocas y cayeron inconscientes al vacío.

• ▪ •

—Vegita... —gruñó—. ¿Qué fue lo que te ordené?

—Que no entrenara, señor —respondió con la cabeza agachada y un tono neutral.

—Y Zarbon junto a Dodoria te vieron entrenar con los Saibaman —dijo enojado—. Ambos sabemos que las saiyajines mujeres enloquecen cuando son demasiado fuertes. Como tu madre.

La mención de su madre hizo que quisiera gruñir, pero solo se quedó callada. —Lo sé, señor.

—No quiero volverte a ver entrenando. Solo sigue las órdenes.

—Sí, señor.

Él río levemente en forma de burla. —¿Ves? Sabía que después de todo serías buena chica. Ahora, fuera —ordenó.

Vegita se levantó y se fue. En ningún momento lo miró, mantuvo la cabeza gacha en todo momento. Al llegar a su habitación, gruñó y maldijo con fuerza. Una lágrima escapó y recorrió su mejilla, pero la limpió con furia.

Entró en su habitación y, en ese momento, se encontró con Raditz y Nappa esperándola en la oscuridad. Se asustó porque no se lo esperaba.

—¿Qué pasa? ¿Qué demonios hacen aquí? —exclamó enojada.

—¿Otra vez desobedeciste? —preguntó Nappa, recargado en la ventana con vista panorámica al universo.

—¿Y qué? —gruñó, restándole importancia al asunto, y luego miró a Raditz, que la observaba divertido. Él estaba acostado sobre la cama.

—Sabes... —comenzó Raditz mientras hacía un gesto para que se quitara el rastreador. Ella lo hizo de inmediato y lo dejó desconectado dentro del cajón—. ...Hay rumores de que Vegeta y Kakarotto están con vida.

—¿Qué? —rápidamente se acercó y lo tomó del cuello, levantándolo de la cama—. ¡Si me estás mintiendo, te haré pagar, Raditz!

—Vamos, Vegita —sonrió de lado—. No serías capaz de asesinar a tu mejor amigo. Si no pudiste con un Saibaman, ¿Qué crees que me harás?

—Quizá no podré matarte, pero... —rápidamente hundió su puño en el estómago, y él escupió un poco de saliva—. ...te puedo golpear hasta dejarte inservible.

—Tonta... —reclamó apenas mientras se sostenía y se sentaba de nuevo en la cama.

—¿Dónde están? —se giró a ver al más grande—. Me refiero a Vegeta y a Kakarotto.

—No lo sabemos —respondió Nappa, divertido por la situación anterior.

—¿Entonces? ¿Quiénes saben sobre este rumor?

—No lo sé, pero es seguro que el planeta donde ahora habitan está muy lejos de aquí.

—Mierda... Debemos hacer un plan —frunció el ceño y se tomó la cabeza con desesperación—. No tenemos un plan, ¿por dónde diablos comenzamos?

—No tenemos un plan, pero sí un objetivo. Los tres sabemos que necesitamos al príncipe Vegeta y a Kakarotto.

—Sin duda alguna —dijo Raditz, ya recuperado—. Puede significar un cambio en nuestro futuro.

—Debemos empezar por averiguar en qué planeta están —dijo Vegita con tono serio, dirigiendo su mirada hacia Nappa.

Él asintió. —Eso será lo primero, yo me encargo —dijo, saliendo rápidamente luego de ponerse el rastreador.

La hermana de Vegeta | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora