Vegita tragó en seco.
—¿Qué pasa? —preguntó confundida mientras salía de la nave—. ¿Algo anda mal con la nave? —sus manos temblaban.
—Más que mal —dijo Zarbon, mirando a la princesa con el ceño fruncido.
—Las coordenadas, princesa Vegita —dijo Dodoria, mirándola con una sonrisa que transmitía un "estás muerta".
—¿Qué?.— ¡Maldición!.— ¿Las coordenadas? ¿Qué pasa con eso?
Hizo todo lo posible por mantenerse tranquila. Trataba de normalizar su respiración.
—Las coordenadas son erróneas —habló Freezer y luego la miró con la ceja alzada—. Alguien las cambió. ¿Quién crees que fue? ¿Acaso es obra tuya?
—Claro que no, señor —arrugó la nariz y negó inmediatamente—. No tengo idea de cómo funcionan los programas —exclamó molesta, aunque por dentro se estaba muriendo de los nervios.
—Puede que tú no, pero Nappa sí sabe. ¡Nappa, ven aquí! —gritó.
Nappa y Raditz salieron de las naves y caminaron hacia donde estaba la princesa. La atmósfera se tensó más con cada paso que daban, y el sonido de sus botas resonaba en el silencio opresivo que los rodeaba.
—¿Q-qué ocurre, señor? —preguntó Nappa con la voz un poco temblorosa, consciente de que cada palabra que saliera de su boca podría ser la última.
—Dime, ¿por qué están cambiadas las coordenadas?
—No lo sé. Yo no me encargo de eso —mintió nervioso, sintiendo el sudor frío resbalar por su frente—. Creí que...
—Por favor, Nappa —interrumpió Freezer con una pequeña risa—. Si me lo dices, serás el único de los tres que sobrevivirá.
—¿¡Qué!? —dijeron los tres al mismo tiempo. La piel de los tres se erizó por completo, y sus colas se esponjaron por el miedo. La presión en el ambiente era insoportable; podían sentir la energía mortal de Freezer concentrarse en su mano.
—¿Ahora sí me lo dirás?
Vegita sintió miedo. Sabía que Nappa no los soportaba al principio, pero no sabía si sería capaz de delatarlos. No podía sacrificarlos para salvarse, ¿cierto?
—Freezer-sama —insistió con tono tranquilo, aunque su voz apenas disimulaba el temblor interno—. Ya le expliqué. Yo no me encargo de eso, creí que eso lo harían los soldados de...
—Vaya, ¿será que aún le tienen lealtad al Rey Vegeta? —Nappa se quedó callado, Raditz bajó la cabeza, y Vegita desvió la mirada. Las palabras de Freezer cayeron como plomo en el aire—. Como nadie va a hablar, los mataré a los tres —Freezer cargó energía en una de sus manos y apuntó hacia ellos, su poder emanaba una presión que aplastaba los corazones de todos los presentes.
Y en un santiamén, todos los soldados miraron en su dirección. Las miradas estaban llenas de curiosidad morbosa, de temor y de una expectativa silenciosa, esperando ver la ejecución de tres saiyajines. Vegita sintió que el tiempo se ralentizaba, cada segundo se estiraba en una eternidad mientras su vida pendía de un hilo.
No.
«Freezer no me puede matar aquí. Mucho menos ahora. ¡Estoy tan cerca!», pensó Vegita, que quería llorar. Pero sabía que las lágrimas no harían más que sellar su destino.
—¡Su majestad! —gritó un soldado desde el panel de control, captando la atención de todos y rompiendo la tensión del momento—. Fue un error del sistema. No fue culpa de nadie. El sistema está comenzando a dañarse. Lo lamento mucho por hacerlos venir hasta acá.
«¡Bendito insecto!».— pensó Vegita, su corazón palpitando con renovada esperanza.
—¿Seguro? —preguntó Freezer de mala gana, sin bajar la mano que amenazaba con destruirlos—. ¿El sistema?
—Sí, comenzó a marcar números como loco. No se preocupe, ya lo arreglamos.
Freezer gruñó y desvaneció la energía antes de bajar la mano. Se dirigió hacia donde estaba el soldado y vio cómo este último marcaba unos números en la pantalla, intentando demostrar su punto. Vegita no podía evitar sentirse agradecida, aunque algo en su interior le decía que esto no podía ser simplemente un error.
—Vaya, el error fue de la computadora —los miró a todos con una mezcla de desprecio y desconfianza—. No tienen nada que ver, saiyajines —recargó la última palabra y la dijo con odio—. Vuelvan a su misión. No quiero que fallen.
Ellos asintieron y se metieron en la nave rápidamente. Cuando la compuerta se cerró y la nave despegó, Vegita comenzó a llorar en silencio, permitiendo que las lágrimas fluyeran mientras el peso de lo que acababa de suceder la golpeaba con fuerza.
«Eso estuvo cerca. Estuve a punto de morir. »
Gracias a ese soldado, no lo hizo pero la incertidumbre persistía.
«¿Por qué mintió? Se suponía que efectivamente nosotros desviamos las coordenadas.»
¿Es posible que haya otros planes en marcha? ¿Podría ser este soldado un aliado, o quizás un enemigo con una agenda propia?
«Bien, no importa. Me salvó la vida, eso es lo importante ahora», se dijo a sí misma, tratando de calmar sus pensamientos mientras miraba por la ventana de la nave.
Cuando se tranquilizó, Vegita se dio cuenta de que las coordenadas seguían siendo las mismas. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras comprendía lo que eso significaba.
Se dirigía a la Tierra.
Pero algo en ella había cambiado. La sensación de haber estado tan cerca de la muerte la había hecho consciente de su propia vulnerabilidad, de lo frágil que era su posición en el gran esquema de las cosas.
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La hermana de Vegeta | 1
Hayran Kurgu-Vegita Ouji es la primogénita del Rey Vegeta. Luego de que su planeta explotara y su familia muriera, se dedicó a fortalecerse y trabajar activamente en el ejército de Freezer pero su verdadero objetivo siempre fue asesinarlo. Su destino cambia cua...