Se sentía un poco avergonzada. No quería admitirlo, pero el caso era que se sentía un poco avergonzada. Y, cuando le pasaba, ardía por dentro en rabia.
Angie se descolgó por la cornisa y miró el West bajo sus pies. De fondo se veían los altísimos edificios del centro cubiertos por esa nube gris de rigor cargada de efluvios y contaminación. Más allá se podía distinguir una luz que debía ser el sol, cercano al horizonte. Cuatro días. Cuatro días y sin llamar a Johan.
Que ridículo espantoso.
La rubia se soltó y cayó durante unos segundos hasta que sus pies quedaron justo en el límite del balcón. Hizo equilibrios con los brazos, intentando desplazar el peso del cuerpo hacia atrás. Una vez estable se mantuvo quieta y miró abajo: la rotonda de Williamson era un hervidero de coches y camiones que buscaban salir a la autopista o perderse en West. Por unos instantes le parecieron hipnóticos, como inmensos animales en una procesión ruidosa. En otra vida -si la tuvo- debió haber sido un pájaro, porque allí de pie, en un duodécimo piso, al borde del abismo, le pareció verlo todo más claro.
Y, después, esa nube de sopor de nuevo. Joder.
Se volvió y, de un salto, sus pies tocaron el suelo de la terraza, justo al lado del jacuzzi. Pese a que había copas vacías por todas partes comprobó que eran las de la última vez, que no había habido ninguna fiesta clandestina las horas anteriores. Un par de cuervos graznaron mientras se movían a saltitos por el tejado abuhardillado. Comprobó que la puerta de la derecha, la que daba al salón, estaba abierta.
Pero esa le daba igual.
Había hamacas, sillas y mesas tiradas por ahí. Con un gesto de su mano izquierda todo salió despedido, dejando un camino libre hacia la puerta de cristal que había justo delante de ella. Cruzó la amplia terraza sin detenerse y sacó su ganzúa del bolsillo. Le gustaban las cosas tradicionales, pero tras forcejear más de cinco minutos con la puerta se cansó; no era su día. Tenía la cabeza totalmente ida.
Escuchó el click y abrió ambas puertas. Se dejó caer en el interior y su cuerpo dio en la superficie mullida de la cama deshecha. Le dio igual cuando hubiera sido la última vez que cambió las sábanas porque no merecía la pena ni tan siquiera pensarlo y porque olían a él y a ese aire arrogante suyo que tanto le gustaba. Estaba bien.
Llevaba unos días sin ver al hombre sin miedo, desde que la arrestaron. Aquella noche él estaba con ella, claro, puesto hasta arriba. Oye, destrocemos esa tienda. Y él reía como un loco porque nunca decía que no a un plan que conllevara destrucción. Lo que pasa es que cuando llegó la pasma se borró, como siempre, y a Angie le dio pereza esforzarse en esconderse y por eso la trincaron. Pero estaba bien, no le guardaba rencor: le gustaba el hombre sin miedo porque sabía que uno se tenía que sacar sus propias castañas del fuego y no atendía a sensiblerías.
Se volvió en la cama, quedando boca arriba. La puerta de cristal daba, efectivamente, a su cuarto. A ambos lados de la enorme cama bajaban dos escalerillas oscuras, aunque uno podía simplemente dejarse caer así. Seguro que quedaba muy bien con las chicas a las que se follaba, seguro que a ellas les parecía una pasada.
El cuarto del hombre sin miedo era una habitación grande y abuhardillada. Era la única habitación de aquella casa a la que nadie más podía entrar, salvo los invitados a participar en sus orgías. Pero esos se iban al terminar la faena.
El techo estaba lleno de dibujos de estrellas y Angie imaginó que las había pintado él en un ataque de locura. Lo imaginaba con esa mirada desquiciada que se le ponía después de meterse coca pintando sin parar. Sabía que le gustaba el cielo limpio, alguna vez lo había comentado, pero el caso era que allí no había cielos limpios nunca. A veces el hombre sin miedo desaparecía una temporada y se iba al campo a llenar los pulmones de aire, otro loco más amante de lo verde.
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caramelo
ParanormalJohan Andersen es uno de los agentes de la División Especial, una sección de la policía dedicada a resolver crímenes relacionados con la actividad paranormal, algo que se torna especialmente peligroso en la ciudad con mayor tasa de crímenes violento...