No había acuerdo posible y eso Angie lo entendió muy rápido. Lo vio cuando percibió los sortilegios que poblaban toda la nave y que respondían a magia ancestral, a hechicería que no sería capaz de llevar a cabo un inepto. No podía salir del círculo. No podía embrujar a ninguno de los militares que habían recibido orden estricta de ni tan siquiera mirarla.
Estaba enfadada. Estaba tan enfadada que no había podido contener su forma natural y sus alas oscuras se desplegaban en aquel espacio escaso. Había intentado escapar convirtiéndose en humo, pero el círculo de invocación era perfecto, más que otras veces. La habían engañado.
Amarantine Buxtrode. Esa boba pelirroja había resultado ser tan inteligente como perversa. ¿Cuanto tiempo llevaba así?¿Cuanto tiempo había estado planeándolo, jugando con ella, estudiando al milímetro esa postura de estúpida mosquita muerta?
¿Qué criatura pensó que Buxtrode era un peligro? Estaba segura de que ninguna, en toda la ciudad, había entendido como amenaza su existencia. Cuando heredó el cargo de su madre pareció un descanso; las brujas más poderosas de su akelarre se marcharon y comenzó su aparente decadencia. Así ella obtuvo una cómoda parcela en la que gobernar.
Había matado a su madre. Las brujas no se matan entre ellas y sus vínculos son más fuertes que el que existe entre otras criaturas. Para ellas una madre es algo sagrado y un odio como el que Buxtrode había demostrado manifestar hacia su propia madre era una anomalía. Una estudiada al milímetros en forma de muchacha estúpida y débil.
Murray estaba detrás de todo. Murray debía de haber participado de forma activa y si había acudido a Kimiko Amano en tantas ocasiones como Angie pensaba probablemente lo había hecho de una forma sórdida. Pero, ¿respondía eso a su propia naturaleza o había sido simplemente una moneda de cambio?
Angie había logrado verlo: la mirada de Buxtrode cuando Sullivan habló. Su forma de desviar los ojos, casi con un atisbo de culpa, sin que él lo viera. Sullivan se sentía a salvo porque tenía información de Murray, ¿pero y si eso solo fuera un señuelo? Bajaba la guardia porque pensaba que todo estaba bajo control. Justo como la propia Angie había hecho.
Había sido una estúpida. En aquel mismo momento ella misma habría ido al infierno a buscar a su padre para renunciar a su puesto en el trono; independientemente de que ganara o no aquella guerra ya había demostrado no ser digna. Había atendido a todo momento a sus propios intereses y eso estaba bien. Pero había sido tan tonta que no había podido eliminar los problemas que habían surgido. Y eso, quizás, le costara la vida.
Horcos nunca había tenido el poder para matarla, pero es que en ese momento era la propia Angie la que no era ella misma. Sabía que se movía peligrosamente entre la invulnerabilidad que suponía estar en el medio de algo con la debilidad de comenzar su proceso. Es decir, no sabía si tenía la más mínima oportunidad contra aquello. Y estaba segura de que su hermano no la permitiría volver al infierno porque, ante todo, era un cobarde; otro se habría conformado con derrotarla, con eliminarla del plano terrenal para que volviera al inframundo, donde se convertiría en una paria, en un bufón a los ojos de todos. Si Horcos hacía eso corría el riesgo de enfrentarse a ella pidiendo venganza y era consciente de que podía engañarla una vez, no dos; si tenía la oportunidad acabaría con él sin contemplaciones.
De haber estado sola, pensó, aquel sería el fin. Pero no lo estaba. Sabía que, allá fuera, Radu y Johan la estaban buscando. Ellos, presuntos culpables de su humanización, eran su última esperanza. Escupió en el suelo. Maldijo. Los humanos eran muy graciosos, sí, pero si tenía que confiar en ellos para salvarle el culo estaba jodida.
Tenía que poder hacer algo, cualquier cosa, lo que sea. Buxtrode era una bruja y, por mucho talento que hubiera demostrado tener, estaba por debajo de ella misma. Era Angelique Black; tenía a sus espaldas una eternidad de caos, de destrucción, de guerras. Había hecho y deshecho a su antojo y había procurado miles de almas humanas para alimentar las llamas del infierno. Tenía que haber alguna grieta en aquel plan. La que fuera.
ESTÁS LEYENDO
caramelo
ParanormalJohan Andersen es uno de los agentes de la División Especial, una sección de la policía dedicada a resolver crímenes relacionados con la actividad paranormal, algo que se torna especialmente peligroso en la ciudad con mayor tasa de crímenes violento...