«17»

1.1K 84 16
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





—¡No te muevas!

Keila se mueve de un lado a otro mientras tiene sus piernas juntas, parece que está bailando sin música y, por más que quiera reírme, debo mantenerme seria antes de que ésta idiota estropee el plan majestuoso.

—¡Necesito ir al baño!—chilla entre dientes sin dejar de saltar, y entonces río como una retrasada mental porque me ha hecho acordar al jodido sapo que si le dicen «Pepe toma» el salta.— No da risa, estúpida.

Alzo una mano para que espere un poco hasta que termine de reír, pero más me acuerdo, más me río. Debo sostenerme del árbol para no caer, y es cuando Keila golpea mi mejilla que dejó de reír.

—¡Basta!—Pastelito se interpone entre nosotras con aires de paz, que si no mueve su culo terminaré con ello. Intento empujarlo a un lado para acabar con Keila pero éste me detiene.— Vinimos aquí por una razón, al menos que quieran discutir y dejar todo como está.

—Iré a la parte trasera de la casa—dice Keila—. Lo siento, pero necesito hacer pis o terminaré por explotar.

—¡Ve allá, jodida zorra!

—Tú, perra de mierda.

—Lesbiana resentida—sonrío ampliamente. Me coloco de cuclillas, ignorando que Keila está gruñendo entre dientes, y comienzo a preparar la pintura.

Un jalón de cabello me tira hacia atrás y veo a Keila sonreír triunfante, pero esto no queda así, por supuesto que no. ¿Quién se cree? Que porque sea hija de Woddy, el vaquero  más pedido por los niños, no quiere decir que me dé miedo.

—Por la puta de Bonnie—lanzo el pincel con pintura roja en dirección a su cara, pero éste termina por golpear a Pastelito en sus partes nobles.

¿Olvidé mencionar mi mala puntería?

Keila se va corriendo y me encantaría ir detrás de ella para hacer que coma tierra como el gusano que es, pero los aullidos de Pastelito son fuertes y debo tapar su boca para que no nos pillen.

—Eso porque tienes pene y no lo usas—muerdo mi labio inferior, pero río de todas maneras haciendo que Pastelito me empuje y caiga de trasero.— Si quieres podemos solucionar el tema de que no lo usas.

Me mira con ojos enormes.—¡Eres una cerda!—toma el pincel y, sin dejarme escapar, tira de mi tobillo hacia él para después pintarme el rostro.

—¡Ya basta!—chillo entre risas, pero Ariel me cubre la boca con una mano, y con la otra continúa pintando mi bello rostro. Me muevo como un pez intentando zafar de su agarre, fallo porque no hay caso de que sea más fuerte.

¡Jodidos hombres con fuerza bruta!

—Me lo debes, nena—se ríe.

Muerdo su mano y por fin me suelta el cabrón de mierda. ¡Dios! Siento mi cara extraña y no quiero ni pensar que parezco una toalla sanitaria por la pintura roja. Maldito Ariel.

IDIOTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora