Capítulo 17

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- ¡Qué justo que ha llegado, poeta! –Ailén estaba, tal cual el guardia que me había acompañado hacia ella me había dicho, conversando con su padre- justamente estaba haciéndole el pedido de más tiempo para tu poesía... –sonreía ante mi mirada extraña – y ni él ni yo hemos tenido problemas en concedértelo, eso sí, tu poema tendrá que dejar atónito a todo el mundo, incluyéndonos... además...

- Princesa, no creo que sea necesario...

- ¡claro que será necesario que su obra nos deje sin palabras! –y se hecho a reír. El rey miraba ignorando nuestros secretos, nuestro odio, sin importarle la ironía de su hija.

- No me refiero a eso, me refiero al tiempo.

Ailén cambio la cara, su alegría se transformó en seriedad.

- Padre iré con el poeta por el jardín, trabajaremos más cómodos allí.

Con su mano le regaló una falsa sonrisa al rey. A mí ni me rozó, se dirigió caminando rápidamente hacia el jardín. Lo primero que hizo fue mirar para todos lados para asegurarse de nuestra soledad. Luego intentó besarme. Yo la frené.

- Princesa, creo que debo hablar contigo a cerca de un sueño que tuve anoche.

- ¿Por qué no dejas que te bese? ¿qué ocurre? ¿por qué no quieres más tiempo? ¡¿qué está ocurriendo?! No me asustes... ni me mires así... por favor.

- Precisamente de eso de trata, princesa. Nunca podemos estar juntos para siempre; p e diremos un poco más de tiempo, ¿y luego qué?, ¿cuándo ese tiempo tampoco nos alcance? ¿Otra vez pedimos tiempo? ¿Y luego otra vez y otra vez...?

- ¡Sí!

- ¡No! Eso sólo hará que nuestra separación nos duela más.

- ¿qué quieres decir? ¿qué has estado pensando en separarnos cuando estemos juntos? ¿qué mientras yo dejo que mi vida cambie por estar contigo, tu planeas una separación sin dolor? ¡Maldita seas! ¡Si en este mismo momento decidieras marcharte para siempre mi corazón dejaría de sentir!

- Más tarde será peor, princesa.

- ¡al diablo con tu "más tarde"! – Ailén gritaba mientras lloraba. No sé qué tenía más fuerza sobre mí, si sus palabras o sus lágrimas... de plata. – ¿Me has enseñado a amar para luego decirme esto?... Es como darle la mitad de un dulce aun niño, esperar a que lo termine de comer y cuando se muera de ganas de comer también la otra mitad, tú la aprietes con tus fuerzas en tu mano, haciéndola trizas, ¿pretenderás que también, ese niño, no te pregunte "por qué"?...

Mi princesa no me entendía, ella no había vivido lo que yo había vivido. No había sufrido lo que yo había sufrido.

Durante un largo momento escuchamos nuestros silencios, quienes tantas veces nos habían ayudado a estar juntos.

Luego, llorando como nunca, intentando consolarse, buscando fuerzas, dijo:

- ¿Por qué, poeta?

- Por favor Ailén, necesito un tiempo... regresaré si es que puedo.

- ¿Para qué? ¿para olvidarme?

- Por favor, princesa...

Ella lloraba descontrolada, yo no tenía tiempo para eso. Ambos éramos fuertes y podríamos soportarlos.

Aquel silencio nos mataba de apoco.

- Vete o le ordenaré a los guardias que te saquen por la fuerza. Ojalá pienses en lo que me estás diciendo, ojalá sepas que estas acabando con nuestras vidas y tus errores se pagan con dolor... con tristeza... ¡vuelve por mí a tiempo... por favor!

Al oírla me aleje de aquel lugar.

- Te amo- dije mientras me iba, tan bajo que ni siquiera yo pude oírme. Ella tampoco lo hizo.

La amaba y al mismo tiempo me odiaba a mí.

Me sentía un inútil, y estaba demostrando que lo era.


La princesa del poetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora