Una noticia me cambió la cara: El Rey había ordenado a los guardias arrojar todas sus armas al río y había invitado a todo el pueblo a festejar con ellos.
Yo no iría a ver como perdía a mi princesa, pero en el fondo sentí la felicidad de haber ayudado a tanta gente a sentirse igual.
El día llegó. También el final de este relato.
El cielo parecía un dibujo. Ni una sola nube, ni una sola. El sol estaba más grande que nunca, hasta el parecía estar feliz.
Si todos estaban bien, ¿por qué yo no?
Fui hasta el lugar de la ceremonia y me emocioné al ver a toda la gente unida, sin siquiera miradas raras.
Lloré al ver a Ailen sonreírle a otro.
Después de todo había venido hasta aquí para hacer lo que ya había terminado de hacer, pensé otra vez.
¡Malditos consuelos tontos!
Amaba a la princesa.
El apareció, la tomó de la mano y la ceremonia comenzó.
Yo estaba desesperado, mis manos contra mi pecho y mi mirada firme hacia delante, tal cuál había sido toda mi vida.
Miré un árbol que se encontraba cerca de mí.
Era el mismo. ¡Sí! Era el mismo que nos había visto abrazar y besarnos por primera vez.
¡Que feo recuerdo! ¡Qué feo son los recuerdos del "todo" cuando no tenemos "nada"!.
La música comenzaba a sonar más fuerte aún. El viento me golpeaba solamente a mí.
El mundo se aceleraba, giraba tan rápido como mis pensamientos... los mismos que me hacían llorar.
Hasta que un impulso me puso de pie.
Corrí lo más rápido posible hasta llegar al lugar de la ceremonia. Sin guardias impidiendo la entrada fue más fácil llegar hasta el altar.
- Princesa, le debo algo que quería darle...- dije entre llantos-
Un guardia pareció olvidarse de todo y me quiso sacar de ese sitio.
- Déjenlo. –grito ella.
- Gracias princesa... vine nada más que para decirle la poesía que le prometí hace tiempo... me parece que no habrá mejor momento para desearle felicidad.
- Poeta... por favor... no lo haga más difícil...
- En realidad siquiera es una poesía, es sólo un deseo...
- Por favor...
- Quería decirle que no me importa ni mis lágrimas, ni el orgullo, ni la persona, ni los años, ni la eternidad... que hoy solamente me importa su felicidad, no la mía. Por eso aprovecho esta oportunidad para agradecerle que el mundo cambie, por cambiarme el mundo. Que le perdono el haber entendido mal al escuchar decirme que me separaba en vez de que me alejaba. Separarse no es alejarse sino no volver, princesa. Yo he vuelto, tarde, por mi estupidez: eso no me lo perdonaré jamás. Una vez le dije que era una semilla... ¿sabe que, princesa? Nunca imaginé que verla crecer con esta fuerza me haría llorar. Nunca pensé que NADA me haría llorar... y otra vez me equivoque... quédese tranquila Princesa, ya estoy terminando... puede secarse sus lágrimas, pero sé que volverán y volverán y no se cansarán de volver... Hágalo si lo desea... pero contésteme una sola cosa...: ¿Ya no me ama?
Los ojos de ella me decían que sí. Su boca permaneció callada.
El silencio volvió a aturdirme y no lo soporte. Me fui corriendo, esquivando gente rica y pobre, soldados y pacifistas, oro y papeles...
¡Si tan sólo hubiese escuchado esos ojos...!
El cielo se nubló y recordé la lluvia.
Ella también había sido mi amiga. Una leve llovizna hizo que vea a la princesa y la acompañe a su castillo, una tormenta me permitió besarla.
Ahora se desataba la peor de las lluvias. El viento estaba furioso.
Sentí la magia de la lluvia.
Magia.
Pero ya había perdido a mi princesa.
El tiempo pasó y la tormenta era cada vez más fuerte. Nada me movió de aquel árbol que me había visto feliz.
El mundo se calló y me obligó a escuchar sólo una voz. Al principio pensé que era la muerte.
- ¡Poeta!
- Princesa...
- Poeta...
- Lamento lo ocurrido... no pude contenerme... Sea feliz, por favor...
- Poeta...
- ¿Qué?
- Nunca me había sentido tan amada...
- Por favor princesa... no me diga eso... que me tortura... ámelo en mis espaldas...
- Gracias por enseñarme...
- ¿A amar?
Ella se quedó pensando un segundo. Yo no aguantaba tanto dolor.
- No, poeta... Gracias por enseñarme a amarte...
El mundo me sonrió.
- ¿Qué dice princesa?
- Que lo amo.
- Pero... y ¿él, su esposo?
- Él sabe que ya no tiene mi oro.
- Pero están casados.
- No... la lluvia no me dejó...
- Pero... ¿cómo es posible?
- No pude dejar de recordar lo que ella significaba para nosotros... en el momento en que una gota callo sobre mi frente sentí su amor de nuevo.
- La lluvia...
- Si...
- Es magia...
- Te amo.
- La vida realmente contesta con magia lo que nuestras vidas hacen por ella...
- Te amo, poeta.
- Te amo, princesa.
Y la vida y el amor volvieron a besarse.
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La princesa del poeta
RomansaCuenta una leyenda que hace siglos, un grupo de sabios se reunió para encontrar la definición perfecta para la palabra amor. Luego de años de búsqueda, todos llegaron a una sencilla conclusión: El AMOR es el AMOR. -*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*- - Esta es u...