Capitulo dos.

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Gerard.
El amargo sabor en mi garganta fue lo primero que sentí al abrir los ojos.
Me vi en mi mugriento baño, con la ropa mojada y los dedos de mis manos casi azules.
Entonces vagos recuerdos de la noche anterior llegaron a mi mente.

Algo había salido mal con la venta de cocaina en la tienda China donde siempre me tocaba distribuir y como paga, además de haberme quitado el mísero sueldo de ese día, mi jefe me había violado hasta el cansancio, hasta que de la nada se canso de mi, diciéndome que le había dado asco mi suciedad notoria en mi raquítico cuerpo.
Volví a casa solo para recibir un golpe en el rostro por parte de una lata media llena de cerveza de mi padre, quien se había enojado por el hecho de no haberle traído dinero a casa ese día.
Me mordí los labios de frustración temblando de euforia y armándome de valor de tomar el arma que este guardaba en su cajón.
Me escabullí rápidamente a mi habitación y me eche a dormir, con la pistola bajo mi almohada.
Pero no pude.
Cuando la adrenalina bajo de mi cuerpo, un llanto de apoderó de este.
Me armé de fuerza de voluntad incorporándome de sentado en mi sucio colchón, sacando el arma y apuntándome fijamente para así disparar.

Entonces lo vi.

Un hombre, uno muy hermoso. De piel pálida, con labios del mismo tono, el pelo castaño y los ojos avellanas.
Irradiaba poder en cada uno de sus poros, obligándome inconsciente a querer obedecerle.

Y jure que las drogas que había consumido horas antes me estaban jugando una muy mala pasada.

Un vampiro.

Había dicho.
Recuerdo reírme como un idiota, aunque al verle intacto después de que la bala le perforará el abdomen, no dude en su palabra.
Recuerdo la pregunta que me había hecho acerca del por qué quise matarme.

Recuerdo mi lastimera respuesta.

Más, aún tengo presente en mi cuerpo, la sensación de cuando sus brazos tocaron mi reseca y porosa piel. Mi grasiento pelo, con el sucio hedor que desprendía.

Ven conmigo.

Fue lo último que me dijo ese precioso ser, antes de que mi padre entrara a mi habitación en un estruendo, irrumpiendo el momento.
Mire a mi progenitor desorientado mientras estaba en un transe donde no escuchaba sus palabras, solo le veía mover la boca.
Parpadee mirando de nuevo al vampiro.

Se había ido.

Ni siquiera supe su nombre.
"Gerard, idiota!!" Un golpe certero en el cráneo junto a un arrastre por mi cuero cabelludo hacia el baño y una ducha a vil agua fría me hicieron recuperar la cordura."Apestas peor que la mierda" respire entrecortado mirando a puntos vagos mientras trataba de regular mi temperatura.
Me deje mojar entero para luego a duras penas ponerme de pie, apagando la llave y saliendo del espacio de la ducha cundida de moho.
Entonces ahí quedan mis recuerdos.

Me puse de pie lavando mi cara, notando como las ojeras en mi rostro se enfocaban más pronunciadas.
Salí del baño yendo a mi habitación y buscando alguna prenda que no apestara tanto.
Respire unos instantes antes de fijarme en el pequeño reloj partido a la mitad que estaba encima de un pequeño tocador, las tres de la tarde.
Ya debía estar camino al trabajo, más por una extraña razón, el cuerpo me dolía.
Tal vez se debía a él sobre esfuerzo que había puesto este a su resistencia la noche anterior donde deje que mi jefe abusara de mi trasero cuanto quisiera.
Me resigne a que estaba tan cansado que tal vez pronto moriría... Tal vez así vería de nuevo a ese ser, tal vez en mis sueños quiera darme un mordisco y mi sucia persona le parezca apetitosa...

Tal vez...

"Levántate!!" Me sobresalté enseguida ahogándome mientras trataba de levantarme. "Por qué no estás en el puto trabajo!?" Mire a mi alrededor notando ya la oscuridad de la noche.
"Qué hora es?..." Me atreví a preguntar. Mi padre me tomo de los cabellos jalándome hacia fuera de mi habitación. Me queje inútilmente mientras me arrastraba ya que mis piernas temblaban a cada paso que daban.
Me llevó hasta la sala de la casa donde dos hombres se hallaban sentados en su sucio sillón café en el que siempre se emborrachaba hasta desmayarse.
"Acaso crees que puedes siquiera tomar un maldito día de descanso del trabajo?... Quiero mi dinero Gerard!!" Grito Donald. Yo tragué saliva mientras trataba de ponerme de pie.
"Mañana te traeré el doble" Dije sin más. Una risa se extendió en el lugar.
"No, hijo. Lo quiero ahora." Me susurró haciéndome estremecer. "Ellos son Phil y Jhoni. Chicos este es mi estupido hijo. Como les dije esta feo y sarnoso, así que aceptó doscientos." Abrí los ojos con sorpresa sintiendo un nudo inmenso en mi garganta. Con mis uñas clavándose en mis manos.
"No nos jodas Donald!, está demasiado flacucho y seguro tiene una enfermedad contagiosa!. Te damos cien." Habló uno de ellos sin saber bien de quién se trataba.
"Oh vamos!, el resultado en el mismo!" Se quejó mi padre haciéndome sentir arcadas muy pronunciadas.
Quería morirme.
Quería morirme ya.
"Solo mírale!!, nadie podría ofrecerte doscientos por esa cosa!" Retrocedí un paso sin ser notado, sosteniéndome a duras penas de mis ahora piernas de gelatina.
"Chicos!, por favor!. Ciento cincuenta y les dejo usar su boca." Ahora solo deseaba que la tierra me tragase.
Cuando deje de valer?...
Cuando comencé a ser tan poca cosa?...
"Solo por ser tu Donald." Respondió el que hasta ahora se había mantenido callado. "Ven aquí muchacho. Traigo unas ganas..." Entonces todas las miradas se posaron en mi.
Y corrí.
"A donde vas Gerard!!!?" Oi a mi progenitor gritar.
Me resbalé a medio camino siendo alcanzado rápidamente por mi padre quien me golpeó con su cinturón en el rostro y luego en el costado.
Tomó mis manos tratando de amarrarme más logre reunir la poca fuerza que me quedaba para así empujarle y seguir corriendo hasta el único lugar en donde me sentía seguro.
Mi habitación.

Mordisco. >>Frerard<<Donde viven las historias. Descúbrelo ahora