Capitulo uno

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Frank.
El era apetitoso.
Siempre se veía así.

Aun si llegara a casa sudado por sus extremas rutinas de ejercicio.
Aun si un ataque de depresión le llegaba y se la pasara todo el día llorando y comiendo como un animal.
Aun cuando una cuchilla delineaba simétricas líneas en sus brazos, y la sangre que en ese momento brotase fuese agria por el sentimiento amargo de su corazón.

Ese mundano me estaba volviendo loco.
En definitiva, nada de lo que yo siempre buscaba.

"A donde vas?" Me pregunto el rubio. Yo le mire de reojo amenazante bajándole el valor que había reunido para poder siquiera hablarme.
"Es que acaso tienes el derecho de saberlo?" Respondí neutral. El apretó los labios dando un paso hacia mi persona.
"No vayas" Soltó desesperado. Alcé una ceja volteándome hacia el. "Sé que irás a verle de nuevo. Pero Frank, él es un mundano!!, nosotros somos tu familia. Necesitamos de ti!, y tú nos dejas abandonados todos los días solo por ir a verle." Gruñí enseguida dando un paso hacia el, llenando el ambiente con mi superioridad para así lograr que el rubio se incara frente mío."Frank..." Gimoteo.
"Escúchame bien, Robert." Me había inclinado levemente a él tomándole de la barbilla con fuerza y precisión, mirándole con dominancia y recibiendo su sumisión. "Eres un simple esclavo para mí. Tienes mucha suerte de que un Vampiro pura sangre como yo se haya atrevido a marcarte y tenerte a mi merced para servirme. Aquí tienes todo lo que pudieses imaginar, Robert. Incluso una familia. Tú y los otros son mis súbditos. Me sirven a mi, me respetan a mi, solo me obedecen a mi. Deberías ir y aprender de ellos a quedarte callado. Si yo quiero ir a ver al mundano ese es mi problema. Tú sólo quédate aquí y calla esa boquita tuya que solo en algunas ocasiones me dan ganas de degustar." Finalice con una sonrisa mientras veía como las lágrimas del rubio nublaban su vista.
Le solté enseguida sin esperar más de él y caminando hasta el gran ventanal que había en el pasillo de mi casa, o como preferían casualmente llamar mis padres, el condominio, saltando los ocho pisos que habían debajo.
Vi de reojo como Robert me espiaba desde arriba con un puchero en su rostro y sus manos vueltas puños.
Suspire en desgana.
No debí haberlo marcado.
Solo tenía hambre pero... Algo llamado "humanidad" como siempre me dominó y no pude evitar dejarlo vivo.

Ser un maldito vampiro pura sangre me había subido los humos a penas tuve la capacidad mental de entender la situación.
Pero había sido un muchacho hecho y derecho, bien criado por mis padres, así que conservaba en mí algo llamado "humildad".
He ahí la razón de poseer tantos "seguidores", que en otras palabras de los barrios viejos significaba, esclavos.
Yo les decía súbditos.
Con el privilegio de mi estatus social, era poseedor de la gran habilidad de poder soportar un numero ilimitados de estos.
Y para mi edad... El número total de cuatro era el que adornaba en mi registro.

En unos minutos había llegado al otro lado de la cuidad.
El barrio pobre, donde por suerte, no habían de mi especie.
Dos cuadras a la derecha, una a la izquierda.
Pasó el parque y luego doy la vuelta.
Y ahí está.
A mi vista como cada noche últimamente.
Al principio solo era una vez al mes.
Luego una vez cada semana.
Se volvieron dos después.
Hasta que ahora, cada día viniendo a verlo se me hacía tan natural como excitante.

Gerard era su nombre. De apellido Way.

Su piel era pálida, casi tan muerta como la mía, pero su sangre se notaba acumulada en sus mejillas como siempre, cada madrugada, donde siempre yacía en su cama postrado, en una posición demasiado incomoda, con un fino trapo lleno de agujeros, soportando el frío de la cruel noche.

Mire mi celular confirmando enseguida el cambio de la hora.
Una en punto de la mañana.

Sonreí al ver hacia la casa de nuevo, notando como la luz de su habitación se había recién apagado.
Mismo patrón por día.

Mordisco. >>Frerard<<Donde viven las historias. Descúbrelo ahora