P&N&P

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Miré el vidrio que tenía como ventana. Debía regresar.

Mi hija estaba a nada de dar a luz a mi nieto, Paul.

Sonreí con tristeza. Extrañaba tanto a mi esposo.

El amor de mi vida.

Tomé asiento en mi silla de Vitra y miré mis manos.

¡Oh, Paul!

Lo extrañaba demasiado.

No pude evitar romper en llanto. Necesitaba estar con él. Lo necesitaba a él.

Su amor, su calor, su lujuria, su presencia.

Decidí salir de la oficina y subir a la azotea para tomar el helicóptero que me llevaría a la manada.

Aunque con mi regreso tuviera que enfrentarme a Pierce Grand.

Mi mate.

*****

Aterrizamos en el patio trasero de la casa de mi hija. La verdad es que no me gustaba para nada el idiota que tenía por marido, pero ¿qué podía hacer yo?

Nada.

Además creo que a ella le gustaba lo suficiente.

Lo suficiente como para aguantar su intensidad.

La llamaba cada dos horas y se demoraban hablando media hora.

No se me escapaba la sonrisa de tonta que ponía mi hija a veces.

Creo que estaba a nada de firmar su segunda sentencia de muerte.

Enamorarse de ese bruto.

Encogiéndome de hombros, fui hasta la puerta y toqué.

Todo fue muy rápido.

Pierce, furioso, me hizo entrar a la mala a la casa y me haló del brazo.

-¿Dónde mierda estabas, Natassha?- puse los ojos en blanco.

-No es de tu incumbencia- me solté y pasé de él cuando escuché un grito agudo por parte de mi hija.

Me preocupaba el asunto del parto, porque Silver era muy sensible.

Subí las escaleras y fui a su habitación, mi hija estaba llorando, la escuchaba.

Llegué y la vi luchando para traer a mi nieto al mundo.

Rey le tenía la mano sujetada.

La doctora de la manada la atendía.

-Silver, amor- me acomodé a su lado y tomé su otra mano.

-Mamá, no puedo, duele demasiado- sollozó.

-Me imagino, mi amor, pero todo va a estar bien- acaricié su cabeza y Rey secó su sudor-. Vamos, puja- ella lo hizo.

Después de tortuosos minutos, Nació Paul.

Un bebé hermoso.

Silver lo sostuvo un poco, pero luego se desmayó, me imagino que por el cansancio.

********

Estaba sosteniendo a mi nieto, mientras Rey ayudaba a Silver a arreglarse, él insistió en hacerlo. Estaba muy posesivo con mi hija.

-Hola, Paul. Te pareces tanto a Pierce, ojalá te parecieras a tu abuelo Paul- escuché un gruñido y me quedé de piedra.

-¿Todavía pensando en él? ¿No entiendes que eres mía? No estoy dispuesto a soportar que lo llores. Me perteneces- lo miré a los ojos y él me tomó de la mano y con cuidado me llevó hasta el sofá.

Sólo para Mi.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora