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Lauren PoV


Eran las 3 de la madrugada y New Orleans era más fresco que Miami, y no había contado con esto al hacer mi equipaje. El abuelo traía un abrigo de esos enormes que llegan casi hasta los pies y se veía muy cómico. Al darse cuenta que yo no llevaba nada de abrigo hizo el amago de quitarse el abrigo pero yo lo paré, solo íbamos a salir del aeropuerto para tomar el taxi, y de ahí para parar en la puerta de casa y entrar, tampoco es que fuese a entrar en estado de hipotermia. 


Cogimos uno de los taxis que nos llevó hasta la pequeña casa que mis abuelos tenían en la orilla del lago Pontchartain, mi abuelo continuaba trabajando con su barco a pesar de estar ya jubilado y por eso continuaban viviendo en la costa del lago. Llegamos y mi abuelo, como un recien casado que vuelve del trabajo a altas horas de la madrugada y encuentra a su mujer esperándolo despierto, desperó a mi abuela con un besos y unas suaves caricias. La informó de que ya habíamos llegado, y ella me abrazó y besó con mucha ternura, y somnolienta nos guió hasta la habitación que había preparado para mí. 

- Aquí está tu habitación pequeña. - Me señaló mi abuela empujando la puerta.

Al abrir noté el olor del lago que inundaba toda la habitación. Las paredes eran de color azul turquesa, y parecía que habían estado esperándome desde hacía mucho tiempo, porque no recordaba haber visto esta habitación así en las veces anteriores que había venido a visitar a mis abuelos. Los muebles eran "rústicos" pero con motivos marineros, eran blancos en su totalidad, el cabecero de la cama, la mesita de noche, el armario y el escritorio, todo era blanco, en contraste con el azul de las paredes. La cama era más grande que la que tenía en la residencia de la universidad de Miami y tenía pinta de ser muy cómoda y mullidita. En las paredes había colgados un timón blanco y un ancla, unidos por una red de pesca, y me parecía la decoración perfecta para esta habitación con vistas al lago.

Entré a la habitación con una sonrisa en mi rostro, que sin darme cuenta había iluminado mis ojos. Mis abuelos me sonrieron de vuelta y me dieron las buenas noches. Cerré la ventana porque entraba demasiado fresco, y tenía algo de frío por haber estado paseándome sin chaqueta. Me coloqué el pijama, puse a cargar el teléfono móvil y me metí debajo de las mantas. Respiré profundo mirando al techo y el olor a jabón de marsella inundó mis pulmones rememorándome aquellos veranos en los que había pasado todo el verano con mis abuelos en esta pequeña casita de Nueva Orleans. Una lágrima recorrió mi rostro y no tuve tiempo de atraparla cuando muchas más empezaron a brotar de mis ojos. 

Todo había sido muy rápido, y en menos de 24 horas lo había dejado todo en Miami, y la había dejado a ella, a la que creía era el amor de mi vida, la dueña de todo, la dueña de mi, para correr, para tomar un vuelo y irme a casi 900 millas de distancia de ella y intentar recuperarme. Pero ahora estaba todo oscuro, y en tranquilidad, debía estar serena, pero no podía... Y mi cabeza empezó a jugarme malas pasadas, y como quien mira la película de su vida antes de morir, imagen tras imagen iba pasando por mi memoria para recordarme con dolor los momentos buenos y todos los malos, haciendo que mis lloros se volvieran en llantos y que el vacío que había empezado a notar en mi interior se volviese en ese dolor desgarrante que me arañaba el alma. Y así, visualizando uno por uno todos los recuerdos que tenía incrustados en mi mente me dormí, envuelta en un mar de lágrimas saladas y una cama que se asemejaba al cielo con olor a marsella. 





Desperté, un rallo de sol me daba de lleno en la cara y la luz me daba los buenos días a una espectacular vista del lago llena de brillos y reflejos del agua. Conforme terminé de abrir los ojos y adaptarlos a la luz que entraba por la ventana pude ver lo hermoso que era el paisaje, y sin más me vino a la mente un dibujo, uno realista, de esos que no estaba acostumbrada a pintar, y me dirigí al escritorio que tenía la habitación delante dela ventana, y tomé un papel y un lápiz que mis abuelos habían dejado ahí para mi. 

Comencé a trazar todo lo que veía, y era hermoso, pero con lápiz no tenía suficiente, así que rebusqué por los cajones del escritorio en busca de algo de color, y en uno de ellos encontré aquel estuche con el que yo, mis hermanos y todos mis primos habíamos pintarrajeado millones de hojas en los veranos que pasábamos en casa de mis abuelos. Saqué el estuche y dentro habían pinturas de todas las maneras, ceras blandas, ceras duras, pinturas de madera, rotuladores, la mayoría de ellos secos. Empecé a sacar todos los colores que necesitaba para representar aquello que veía, y me manché todos los dedos por el desastre de estuche que era aquel. Pero no me importó para nada, y poco a poco pude lograr sacar todos los colores de aquel paisaje, y en menos de 40 minutos había copiado prácticamente aquello que tenía ante mis ojos, y Dios mío, era precioso. 

Colgué el dibujo en aquella red que unía el ancla con el timón sobre mi cabecero, y se veía precioso. No iba a estar tan mal al final pasar unos días aquí. 

Bajé a desayunar con mi abuela, ya que mi abuelo había partido hacia el lago con su pequeña barca muy temprano en la mañana, y mi abuela me sirvió un poco de café y me preparó unas tostadas. Esto no podía compararse ni con el mejor de los hoteles, y eso que había cambiado mi gran mansión en Miami y mi habitación en la residencia de la Universidad por estar en una pequeña casa, con dos ancianos en Nueva Orleans. Pero Dios, esto sabía a gloria, y solo era el desayuno.

Mi abuela y yo terminamos de desayunar y me dijo que iría a comprar al mercado a comprar lo necesario para preparar la comida. Mis abuelos detestaban los supermercados y todo lo que podían comprar del mercado donde siempre habían comprado lo preferían. Yo le dije que prefería quedarme en casa arreglando unas cuantas cosas y simplemente leyendo, aún estaba cansada por el ajetreo del día anterior.


Subí a mi habitación y empecé a desempacar mi equipaje. Era muy mínimo lo que había traído y por ende necesitaría comprarme alguna ropa de abrigo aunque fuese para los días que iba a estar aquí. Deshice la maleta entera hasta que llegué a una camisa de cuadros que me gustaba mucho usar, y me vino a la mente cuanto le gustaba a Camila que me pusiese esa camisa de cuadros. Así que dejándome llevar por la rabia la estiré, tan fuerte que las costuras de una manga no aguantaron y se empezó a desgarrar, y dejando escapar las lágrimas de rabia que estaba conteniendo la terminé de romper y la tiré a la papelera de mi habitación. 


Tras tranquilizarme un poco por ese recuerdo absurdo que me había abordado sin previo aviso, encendí mi ebook y me coloqué en el sillón que había en la parte baja de la ventana, que tenía unos cómodos conjines blancos. La venta de esta habitación era enorme y le daba mucha vida a la decoración en general. El ventanal alcanzaba para tener un sillón de obra bajo él y que en una de sus esquines, en la parte derecha para ser exactos, diese luz al escritorio en el que esta mañana había dibujado aquél precioso paisaje.


Una vez acomodada retomé el libro que hacía tiempo no leía, y prácticamente no recordaba ni de que iba, solo que los protagonistas habían roto con todo tras un tortuoso matrimonio en el que la protagonista se había visto anulada por su posesivo y adultero marido, y ahora parecía feliz sola, sin necesitar a nadie. Por lo que continué sumergida en la lectura, dejándome llevar por la historia para olvidar el acontecimiento de la camisa de cuadros, hasta que llegué a una frase que me marcó. La mejor amiga de la protagonista le decía:

"Que todo ha pasado cuando el primer pensamiento del día no se lo dedicas a nadie"

Y eso era verdad... Cuantas noches Camila había sido mi último pensamiento antes de dormir, y el primero en despertar. Fuese bueno, fuese malo, pero siempre ella... Pero hoy, hoy ya lo había sentido diferente, al despertar no pensé en ella, más bien me dejé llevar por el paisaje idílico que me rodeaba, y me puse a dibujar, una de las pasiones que hace tiempo abandoné por dedicarme una y exclusivamente a celar a Camila y nada más. Y ahí estaba mi timón, con ese pensamiento como meta sabría cuando habría conseguido superar todo aquello. El día que ella no vuelva a aparecer en mis pensamientos... 

Ahora tú (Laucy) #NeónAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora