Capítulo 4

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Corrí como loca hacia mi habitación, era posible que algún momento de la tarde quedara presa ante las garras de Morfeo y lo sucedido recientemente fue un sueño húmedo de los que se tiene cuando el padre de tu novio está hecho un Dios griego. Pase al baño, despojándome de mi ropa me metía a la ducha donde al agua caliente borro todo vestigio de acto anteriormente practicado. Tome la esponja y comencé a tallar, pero las manos me temblaron haciendo que esta cayera al piso al momento que llegaba a mi cuello, con mis dedos repasaron el lugar donde los labios de Robert estuvieron, una placentera corriente recorrió mi vientre.

-Para Kate, deja de pensar en ese maldito beso, fue un error de cálculo o una broma de mal gusto, quizá hasta te estaba probando a ver si eras una zorra caza fortunas – Me repetí en voz baja varias veces antes de continuar con mi baño.

Si eso era, hasta yo lo haría teniendo un hijo que a su corta edad ya contaba con una cuenta con varios ceros en el banco. Me relaje un poco, salí de la ducha, me coloque un vestido de verano largo con flores, sandalias bajas y mi cabello en un moño desordenado, al verme en el espejo mis ojos estaban dilatados, lo disimule con algo de lápiz negro y mis labios le di un poco de color con un protector de cacao y cerezas. Respirando profundamente de dirigí nuevamente a la casa, al entrar todos se encontraban en la sala, por un momento me olvidé de los hombres Owen's y mi mirada fue directo a mi tía quien al percatarse de mi presencia corrió hacia a mí.

-Nena estas hermosa, ya casi de mi tamaño – Dijo mi tía con una lagrima en los ojos la cual borro antes de que se dieran cuenta.

-Tía por Dios solo ha sido un par de años, no un siglo– Me fui hacia a ella apachurrándola con un gran abrazo.

-La ciudad te ha sentado muy bien, estas radiantes, tus ojos brillan... – Dijo repasándome de pies a cabeza y dándome una vuelta que me hizo morir de vergüenza.

-La ciudad y el amor Maca, o ¿Debería llamarte tía? – Dijo David mientras se unía a nosotras.

-Vuelve a llamarme así y pondré las pelotas en tu cuello de una patada – Respondió fingiendo molestia, todos sabíamos que quería a David como a un hijo.

-No te lo permitiría, quiero nietos. Algún día – Respondió Robert y seguidamente le dio un trago seco a su vaso con un líquido ámbar.

Nuestras miradas se conectaron una vez más, pero esta vez pude ver un brillo que no puede descifrar.

-No te imagino de abuelo, es más ni siquiera sé cómo pudiste criar a este niño, además están muy pequeños, déjalos que disfruten de su amor por mucho más tiempo – Robert fulmino a mi tía con una mirada y se fue a servir otro trago, no entendía que estaba pasando entre ellos, parecía que algo molestaba a mi tía y quería dejarle algo en claro.

-Pasemos al comedor – Logre decir y ellos me siguieron, David pegado a mí como una garrapata, mi tía y por último mi suegro. La mesa ya estaba puesta, una de las chicas del servicio me ayudo, pero la comida había sido elaborada por mí, me encantaba cocinar y por supuesto los agasajaría con un gran repertorio de delicateses de mi ciudad natal al sur de Italia.

Todos tomaron sus respectivos asientos, Robert a la cabeza, David a su derecha, mi tía a su lado y yo frente a él.

-Hoy seré yo quien les sirva, le día a las chicas la tarde libre, disculpe la intromisión señor Owen, pero quería poder compartir con ustedes en un ambiente más... ¿Familiar? – Dije nerviosa, desde que entramos al comedor este hombre no quita sus ojos de mi escote ¡Hey tu hijo está aquí!

-Por mí no hay problema, eres la señora de la casa ¿O me equivoco? – Dijo amablemente para luego dedicarme una sonrisa de esas suyas, que no sabes realmente que quiere dar a entender.

Comencé a servir, David quiso levantarse, pero yo negué, puse todo tipo de pastas, lasaña y risotto en la mesa acompañado de un buen vino y comenzamos a engullir tan ricos manjares. La comida paso sin sobresalto, Robert quiso conocerme un poco más sin dejar de hacer uno o dos comentarios fuera de lugar. No sabía si era accidentalmente, pero a la hora de pasarme alguno de mis alimentos rosaba mis manos más de la cuenta, nos devoramos todo, en verdad estos hombres comían más que un regimiento militar.

-Díganme de que restaurante trajeron esto para mandarle una tarjeta de agradecimiento al chef y de paso hacerme miembro vitalicio. Esto era verdadera comida italiana – Dijo Robert mientras David y Maca me veían y sonreían.

-Sabe a comida italiana porque la hizo una italiana, y no hace falta que mande nada, con un Gracias Kate será suficiente – Respondí con algo de vergüenza, sabía que cocinaba bien, pero tantos halagos me habían subido los colores al rostro.

- ¿Cocinaste tú? –Pregunto y yo asentí, el vio a David y nuevamente a mí. – Hijo eres un hombre con suerte, no solo es linda, sino que también cocina, Dios mío ¿Por qué no te conocí primero Kate? – Al decir eso algo se aceleró dentro de mí, Kate es solo un cumplido, relájate.

-Espero que aun tengan espacio porque falta el postre – Dije levantándome, David junto conmigo con intención de ayudarme a servirlo, pero Robert intervino.

-Hijo iré yo, es lo mínimo que podría hacer después de tan semejante recibimiento de su parte, mejor ustedes dos pónganse al día – El padre de David, quien al terminar de hablar intercambio una significativa mirada con mi tía se levantó con toda intención de seguirme a la cocina.

Camine sintiendo su mirada clavada en mi espalda, mientras yo hiperventilaba de manera colosal con los nervios a flor de piel. Lo ignoré al entrar, fui al refrigerador por la tarta nevada de fresas mientras él buscaba en los armarios platos y cucharas. Puse el postre en la encimera mientras llenaba una tetera con café recién hecho. Se acercó y paso los dedos quitando un poco de la nata montaba y se la llevo a la boca, ahogando un suspiro.

-Dicen que las mujeres que son buenas en la cocina, son aún mejor en la cama ¿Sera eso cierto? – Su pregunta me escandalizo por completo.

¿Qué clase de suegro pregunta esas cosas?

<<Los que dejas que te besen el cuello>> reprocho mi voz interior.

-David podía responderle esa pregunta – Dije con rabia y pena, él quería jugar sucio, yo también lo sabía hacer.

-No, me gustaría comprobarlo de primera mano – Tomo otro poco de la nata, pero en vez de llevarse a la boca se acercó a mí y esparció en mis labios, cuando la quise quitarla hizo algo que ni en mil años

olvidare.

Tomo mi labio inferior entre sus dientes, para luego chuparlo con gusto, quitando así todo rastro de la nata. Mi cerebro se congelo. Él se alejó con los platos en las manos, pero antes de llegar a la puerta se giró.

-Si en tus labios la nata sabe a gloria no me quiero imaginar lo que sentiré cuando la unte en otras partes de tu cuerpo – Sin más salió de la habitación con una sonrisa de oreja a oreja dejándome fría, pensado en cualquiera cosa y terriblemente excitada.

Seduciendo lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora