Capítulo 30

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Los días pasaron y con ellos algo de mi frustración. Hace un par de días las chicas comenzaron sus practica en una de mis empresas, fui algo cruel, las envié una de las sucursales y no a la principal como había sido el plan inicialmente, tener a Katherina tan cerca no era sano, estábamos demasiado involucrados. Las páginas de cotilleo hablaron un par de días de nuestra ficticia relación, pero se fueron acallando cuando ella y David disfrutaron de ¨su amor¨ en lugares públicos.

La vida en casa comenzó a ser rara, los primeros dos días nos topamos en la entrada o en la piscina donde los podía ver desde el balcón de mi habitación. Por el bien de mi salud mental pasaba más tiempo en un pequeño departamento que nadie conocía; era la soledad o la constante tortura de ver ¨lo felices que eran¨. Lo que en un principio pensé que sería la solución solo empeoro mi estado de ánimo ya que finalmente se mudaron, la extrañaba.

Me aleje como lo había prometido pero mis sueños y fantasías aun pertenecían a ella. Con David era otro cuento, viajo en muchas ocasiones por trabajo lo que hacía difícil el toparnos en la oficina, pero me instinto de padre me seguía gritando que había algo más, todo con respecto a él no estaba bien; lamentablemente lo confirme luego de a hacer un par de llamadas. Había vuelto a caer, solo que esta vez estaba siendo más cuidadoso. Era imposible no preocuparme por Katherina sabiendo como había terminado una de sus novias hace algunos años por culpa de sus ataques de furia.

Necesitaba hablarlo así que me encaminé a la casa de mi mejor amigo, en poco tiempo estuve en su portal y subí a su departamento sin ser anunciado, el portero me conocía así que no hubo problema. Ya en su piso toque en timbre y luego de varios segundos este aparecía con un pantalón de pijama y sin camisa. Él, aunque era dueño de un impero de clubs nocturno solo acudía a estos los fines de semana. Esa vestimenta un día de semana y ya entrada la tarde no tenía mucho sentido.

- ¿Qué haces aquí? – Pregunto este algo nervio, lo cual me hizo intuir que no estaba solo.

- ¿Desde cuándo te preocupa lo que haga aquí? – Pregunte quitándolo del medio y entrando sin ser invitado. Quería hacerlo rabiar un rato. Al parecer su compañía o seria a penas legal o la conocía.

-Desde que no estoy solo y no puedo atenderte. Adiós Owen – Me dijo haciendo un ademan que dejaba claro que quería que me largara.

- ¿A quién tienes escondida entre las sabanas que no puedo ver? Seguro tienes a una hermandad de universitario esperándote para hacerte un bukkake en lo que salga de la habitación – No pude aguantar la risa luego de tan florido comentario y que lo terminó contagiando. Estuvimos riéndonos no sé qué tanto tiempo hasta que una Day vestida solo con una camiseta de mi amigo apareció ante mis ojos. La risa se nos detuvo en seco.

-Mira a quien tenemos aquí... Según oí te reportaste enferma – Dije con sarcasmo. Sabia cada movimiento que las mejores amigas realizaban en mis empresas, lo que nunca imagine fue encontrarla aquí; que guardado se lo tenía el hijo de puta.

-Estaba enferma... Me voy... A cambiar – Respondió roja como tomate y salió corriendo de vuelta a la habitación. Me gire hacia donde se encontraba Don me tiro a Day y podía jurar que también estaba algo sonrojado.

-Day... – Dije con algo de sorna. Espere encontrarme hasta Darya, pero ¿Day? – Esto sí que era una grata sorpresa. Por lo que podía ver en su cara le gusta, le gusta bien. No solo para varios polvos alocados.

-Digamos que todo fue muy rápido. Ella me gusta Robert, de verdad. Hace mucho que no me sentía así – Dijo con plena sinceridad. Le creía, si no fuera así jamás habría pronunciado aquellas palabras en voz alta.

-Os doy mi bendición e nomini patri, et Fili e spiritu sancti – Dije mientras hacia la señal de la cruz frente a su cara como si fuera alguna especie de sacerdote. Este solo sonreía como estúpido ¿Se estaba enamorando? Que locura.

Seduciendo lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora