El último San Valentín (Jazmín y Mora)

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Una historia de la serie Diez Estrellas

Me había preparado con demasiada anticipación. Tal vez eran mis nervios horribles atentando en mi contra, pero... tenía miedo. ¿De qué? ¿Cómo iba a tener miedo de una cita, con mi novio?

Bueno, me mentía a mí misma. Todo lo que estaba sucediendo en mi vida era lo que me daba terror. Jazmín y yo explotaríamos en cualquier momento, ya no podíamos manejar toda aquella locura. Se nos estaba yendo de las manos.

El parque en el que estaba sentada era enorme, repleto de árboles, arbustos y flores de colores. Hacía calor, y mi vestido amarillo hizo contraste con el luminoso entorno hasta que la luna salió y las sombras opacaron todo. Había elegido aquel lugar porque ella estaba ahí dentro. La había seguido. Cuando Jaz lo sepa, va a matarme porque no le dije. Reprimí mis pensamientos, ya estaba allí, no podía darme la vuelta. Tenía que ver con mis ojos a la maldita que arruinó mi vida y la de mi mejor amiga.

Me levanté. Ya estaba con los minutos contados y si quería llegar a la cena con Milo, debía hacerlo ahora. Frente al parque se alzaba el Instituto Étoile, no entendía muy bien qué hacía ella ahí, pero eso era irrelevante. Iba a enfrentarla.

Las grandes puertas dobles estaban abiertas, desde dentro salía una melodía hermosa, pero no me dejé engañar. Entré. Una pancarta decía: ¡Feliz San Valentín!, y una señora se sentaba en la entrada a la sala con una gran caja.

—Solo una colaboración para la Fundación de niños con cáncer —me explicó—, y tienes tu entrada. —Sonrió.

Saqué un par de billetes y los tiré en la caja, ella me entregó un pequeño papel que no miré. Me fui sin dar las gracias y escuché como la señora le decía a otra:

—Hemos recaudado tanto. ¡Ay, Madame es tan bondadosa al hacer esto por nosotros!

¿Qué diablos hacía ella en un maldito acto benéfico? Si era una arpía, una chupa sangre. Me tranquilicé y continué caminando. Un gran teatro estaba establecido al final del salón, butacas llenaban el lugar y un pequeño, pero no tanto, espacio, se abría para dejar a la gente estar parada y pasear. Cerca de un ascensor había una gran cantidad de gente, entre ellas una señora con rostro severo y un bastón negro con plateado en la punta, tenía una postura de mandona y no necesité saber su nombre, cuando su rostro era mundialmente conocido. Madame Étoile, charlaba alegremente con una copa en la mano. Ancianos, pequeños corriendo, una cantidad terrible de adolescentes y demás, paseaban de aquí para allá, otro tanto estaban sentados en las butacas, como si esperasen un show.

Yo no podía perder tiempo y comencé a buscarla. No me costó mucho, ella sobresalía de la multitud con un vestido brillante que claramente le quedaba grande, pero lo lucía de tal forma que lo pasabas por alto. Caminé hacía ella y me paré a su lado. Estaba sola, mirando al escenario, esperando. Las luces se atenuaron, el telón se abrió y una chica no lo suficientemente linda, de cabello castaño y vestida algo vulgar; con un jean, una remera acampanada y un par de zapatillas de distinto color estaba frente a un micrófono y una banda; no, una orquesta, estaba tras ella.

El rostro de Diana se iluminó y sonrió, Madame flotó rápido por mi costado y tomó lugar delante de todo, parecía orgullosa de la chica, y esto era especial, me di cuenta.

—¿Amiga tuya? —pregunté.

Ella se paralizó en un segundo, su postura se puso alerta y cuando la música sonó las cabezas que no prestaban atención giraron para admirar el escenario. Diana tomó mi brazo y bruscamente me corrió hasta una puerta cerca del ascensor. La abrió y me tiró dentro; eran las escaleras.

Destrúyeme (Diez Estrellas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora