Capítulo 11

39 3 0
                                    

Tú:

Pensar en buenos momentos ayuda al alma nostálgica. La felicidad no dura más que unos minutos, horas. Pero cuando estés desconsolado, junta todos esos momentos y obtendrás felicidad infinita, se te caerá una lágrima, tal vez, pero con una sonrisa en el rostro. Ahuyenta con todas tus fuerzas la negra amargura que lucha por entrar en tu interior, aférrate a el bienestar que te proporciona esos momentos de alegría pasados. Y si sucumbes ante la oscuridad de tus propios pensamientos, levántate. Toma con tus propias manos algo por lo que luchar y sostente a eso. Hazlo, no solo por tu propio beneficio, sino por todos esos momentos que te hicieron feliz, para volver a pasarlos algún día, porque siempre, te puedo jurar que siempre, se encuentra algo por lo que luchar.

No luchaste por nosotros, ni por mí. Amor, hoy me gustaría que veas cómo soy capaz de luchar por mí mismo.

Yo.


—No deberías hacer eso aquí —dije, mi respiración era entrecortada, intentaba mantener mi mirada fija en el negro techo del auto de Milo.

—¿Por qué no? —preguntó él, riéndose mientras volvía a la dolorosa tarea de besar todo mi cuello. Un gemido involuntario se escapó de mi garganta—. Oh, ya veo.

Me retorcí debajo de él, alejando su rostro de mi sensible cuello. No era justo que me haga eso, me sentía débil. Aunque las sensaciones que producían lograsen tapar todo lo demás. Luego de hacer un gran espectáculo de nosotros mismos en la calle, nos arrastramos hasta su auto. Había olvidado mi pudor en algún lugar porque yo no era la clase de chica que se metía al auto de cualquiera tan rápidamente. Nuestros besos hablaban por si solos y la noción del tiempo se convirtió en humo, más cuando Milo se obsesiono con mi cuello.

Era débil, lo odiaba, pero era débil. Incluso tiré mi cabeza un poco hacia atrás para darle más acceso, fascinada por sus besos. Hasta que todo mi cuerpo comenzó a sentirse extraño y la necesidad, casi pornográfica, de subirme sobre él y olvidarme del mundo que nos rodeaba se apoderó de mí. La chica racional que todavía vivía dentro de mí me permitió no darle el control y pensar con mi necesidad sexual.

—Espera... —Sus ojos se ampliaron un poco cuando algún pensamiento entró a su mente—. ¿Tú eres...?

—¿Virgen? —lo corté, era gratificante poder callarlo yo, aunque no me gustaba la pregunta—. ¿Intentabas llegar así de lejos conmigo en solo una noche?

—No, claro que no. Solo que no lo pensé hasta que comenzaste a moverte como si quisieras escapar del auto, o de mí...

—¿Quieres que te cuente la verdad o la mentira?

—La mentira.

—Sí, soy virgen.

Realmente no pude descifrar la expresión de su cara, yo ya sabía que era una clase de maestro en expresiones glaciales, pero imaginaba que a esta altura iba a poder leer o imaginarme la mayoría de ellas, me llevé una gran decepción. Se quedó en su lugar, mirándome.

—¿Estuviste de novia mucho tiempo? —dijo al fin. ¿Qué clase de pregunta era esa?

—No fue con un novio. Es más, lo conocí ese mismo día. —Otra mirada glacial—. ¡Hey! Es broma, vamos, sigo con mi historia de mentira.

—Ahora mismo no sé qué creerte.

—Debes creer todo lo que yo diga. Bueno, lo que yo diga y afirme ser cierto. Mira dónde te ha llevado escuchar a otros. —No podía creer como Diana había ido a decirle repetidas veces que me deje en paz. Parecía como si una parte de la historia faltase, de todos modos, nada quitaba el hecho de que, otra vez, Diana se estaba metiendo en mi vida.

Destrúyeme (Diez Estrellas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora