Capítulo 15

58 3 0
                                    


Tú:

La culpa fue siempre de los dos. No supimos cómo manejar las cosas, nos cegamos en el último round y nos salimos del cuadrilátero, provocando tanto daño colateral que ya olvidamos cuál fue el núcleo del problema.

Me hizo falta extrañarte tanto para poder ver cuán mal me hacías, así y todo a tu simple mención puedo sentir a mi corazón quebrarse un poco, anhelante de tu amor que nunca fue.

Yo.

Debería de haberme sentirme culpable por no ir para mi casa, debería, pero estar en la cama de Zac durmiendo como bebé hacía que aquel sentimiento fuera sin sentido. Sentía un par de dedos recorrer mi cuello, trazando la línea de estrellas de mi tatuaje.

—Me das escalofríos —le dije a Zac.

—Ya era hora de que te levantes, al que madruga Dios lo ayuda, ¿sabías eso?

—¿Y qué hora es?

—Son tanto como... las cinco de la madrugada.

—Aggg —me quejé—. Horrible persona, ¡déjame dormir!

—Si yo tengo insomnio, tú las pagas conmigo. Es la ley de mi casa, y de mi cuarto.

—Te odio, pero amo tu colchón, por eso me quedo. Pero te odio.

—Yo sé que no —contestó—. A ver, quiero ver dónde más hay estrellas.

—Mi muñeca —dije contra la almohada.

Él tomó la muñeca equivocada primero, luego, para alcanzar la otra, tuvo que estirarse sobre mí.

—Delicado —dijo, tirando mi brazo flácido de vuelta a la cama.

—Y costillas —balbuceé, sin levantar el rostro de la almohada.

Zac me destapó y un poco de frío se coló hasta mis huesos. Comenzó a buscar y me giró para ver mejor.

—Diez... —susurró.

—Treinta —lo corregí—. En total son treinta.

—Lo sé —dijo, mirándome a los ojos, ya que había terminado boca arriba—. Voy a preparar el desayuno más largo de la historia, China va a estar orgullosa, tú duerme un poco más.

Antes de levantarse volvió a taparme con la colcha y se fue.

***

Las carcajadas se apagaron cuando la mamá de Mar nos hizo callar, diciendo entre risas, también, que despertaríamos hasta a los extraterrestres de Marte. Amaba pasar los fines de semana en la casa de Marlene, su madre y padrastro nos dejaban mirar películas hasta tarde y eran buenos. Para mí, que tenía una enorme casa para mí sola, aquellos días eran mejores que entrar a una tienda llena de dulces.

—Vamos a maquillarnos —dijo Di. Ella siempre había sido la más coqueta de las tres.

—Vamos a disfrazarnos, también —acotó Mar.

—Vamos a cantar y a bailar —dije yo.

Pero nada se concluyó. Marlene se quedó dormida con un montón de collares en sus muñecas y la mitad de la cara pintada. Diana tenía unos zapatos de tacón en cada mano y los labios pintados como un payaso. Yo, con un vestido floreado y mis uñas de todos los colores. La madre de Mar nos despertó al día siguiente y nos dejó bañarnos afuera. Era un día de otoño pero hacía mucho calor y lo aprovechamos, las tres nos tiramos agua e hicimos espuma hasta que tiritando, la mamá de Mar nos llevó adentro.

Destrúyeme (Diez Estrellas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora