Capítulo 9

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Tu:

¿Sabías que los poetas son almas tristes? Almas tristes que lo gritan escribiendo. Así como el pintor lo hace a través de sus lienzos y pinceles, y el músico a través de sus notas y acordes...Cuando un alma esta triste, busca la forma de sacar esa tristeza. ¿Por qué no hiciste lo mismo? Te la guardaste bajo siete llaves, haciendo que la tristeza crezca, hasta convertirse en algo más peligroso...

Yo.

 

Mi cama era lo suficientemente grande como para que Ana y yo durmiéramos juntas, ella era tan pequeña que prácticamente era como dormir sola. Pero no estaba sola, mis pensamientos me hacían de compañía junto al insomnio que me volvía loca. Milo y toda la situación de mierda, chicos borrachos y suicidios azotaban mi mente. Habían estado ebrios y sinceros, pero heridos desde hace tiempo. Incluso entendía y me hacía mal la culpa que debía de sentir Tony, siendo su amigo y haber estado en esos momentos. Y había un comentario que no podía sacar de mi mente. ¿Y tú eres lo suficientemente maduro para manejarle las cosas a alguien que ni siquiera es tu hermana? Pobre de la chica que lo fuera. Por suerte no tienes y con razón.

Me cansé de dar vueltas en la cama y me levanté de allí. Una vez que lo hice fue como presionar un interruptor en mi amiga, se estiró por toda la cama, sus pies y brazos llenando el espacio. La miré con dulzura, últimamente era como tener a una hermana menor. Bajé las escaleras y fui a la cocina por busca de agua, o un café muy fuerte, las luces estaban apagadas y no tenía intención alguna de prenderla y quemarme las retinas, me dirigí directo al refrigerador. Agua fresca llenó mi garganta y di el típico gemido de placer que te producía beber cuando estabas sediento. Ahora a poner la cafetera.

—¿Con mucha sed? —hablaron desde la mesa. Me paralicé, y si no hubiese conocido la voz, habría buscado una sartén con la cual atacar.

—Pirata, espero que ya no estés tan ebrio. Ni golpeando cosas —dije a la oscuridad.

—Agua y café suelen ayudar a disminuirlo un poco.

—¿Y sobre los golpes? —dije, encendiendo la luz de una de las alacenas, así no era tan fuerte.

—Sobre eso... gracias.

—Nada de perdón, ¿huh?

—Rompí cosas mías —dijo, estaba sentado en una de las sillas sosteniendo una taza en la mano, lucía cansado, con ojeras y me atrevería a decir que si me acercaba olería fuertemente a alcohol—. Así que sí, me pido perdón a mí mismo y me disculpo.

—Já Já. Eres cómico debajo de toda esa capa de seriedad.

De repente, me miró, y allí fue cuando la incomodidad me golpeó. Esa misma noche lo había besado. Él había dicho que yo le gustaba, buuuueno, le gustaban ciertas cosas mías. Y se pasó la mitad de la noche con dos zorras pegadas como garrapatas. Y luego una novia muerta, todo esto me pareció incomodo, solo quería correr y tirarme sobre las extremidades de Ana. Me conformaba con el piso con tal de salir de allí. Comencé a moverme para irme pero se levantó, como no, y me frenó.

—Gracias, en serio. Por haberme parado. Todos luego de escuchar sobre Jazmín y Mora me hablan como si fuera un pobre cordero... tú, bueno, no lo hiciste y lo agradezco.

—Lamento mucho lo que les pasó. De verdad, pero a mí me enseñaron a afrontar las cosas, hacer un duelo y convivir con ellas. Luego de un año veo que ustedes no. —Kiki Étoile, estaría orgullosa de que use sus enseñanzas fuera de lo común, bueno, que las use en los demás—. Es triste, lo entiendo, pero golpear cosas no las va a traer de regreso. —No lo había visto llorar como a Kevin, pero ahora mismo, sus ojos estaban vidriosos—. Viven y siempre lo harán en sus pensamientos. Hazlas revivir con risas y buenos recuerdos. Si las amabas a las dos, no pienses en el motivo ni en el cómo se fueron. Sigue amándolas, en una buena forma.

Destrúyeme (Diez Estrellas #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora