Desde las sombras:

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Pasaron un par de días y la situación en casa de sus tíos pareció mejorar un poco, casi por arte de magia. Hasta el aire que se respiraba allí daba la sensación de ser mucho más liviano. La cortina de secretos que cubría aquella vieja casa había caído... o al menos así parecía. La señora Parker no estaba tan enojada con Paula, ni la vigilaba tanto como normalmente hacía. Parecía que el descubrimiento del secreto de su marido por su sobrina lo había tomado como un gran alivio, como si se hubiera desprendido de un gran peso de encima. Dejó de ponerle somnífero en el té (aunque Paula comenzó a rechazarlo con la excusa de que le causaba insomnio), excusa que su tía no creía, in embargo no se imaginaba ni sospechaba que ella la había descubierto. Las conversaciones que tenía al encontrarse solas eran más naturales, más cálidas, sin asperezas.

El señor Parker también parecía más tranquilo, no había vuelto a aparecer por su hogar fuera de horario y Paula no lo había oído levantarse en las noches. Al principio pensó que su tía le había hablado de todo lo que había descubierto pero pronto descartó esa idea. Había descubierto un candado en la puerta del sótano. Cuando le preguntó a su tía ella se sorprendió por lo que dedujo que lo había colocado allí su esposo. De todos modos, ya no tenía la necesidad de bajar allí, al contrario pensaba que ya jamás lo haría. Ahora al hombre no le causaba ese sentimiento tan incómodo de odio, ni le tenía miedo, sino que su historia le había causado lástima.

Al desprenderse de la ansiedad que le causaba el asunto del supuesto niño del sótano, que resultó no existir, las noches se tornaron más apacibles y a Paula no le costaba mucho trabajo conciliar el sueño. Había pasado un par de noches muy tranquila sin que los ruidos de la vieja casona la despertaran causando un gran sobresalto en su ánimo y quitándole el sueño. El niño no existía y comenzaba a dudar de si realmente lo había escuchado o si, simplemente, se había imaginado todo, debido a la predisposición de su mente. Nunca lo había visto realmente y los sonidos, en ese lugar árido donde siempre había viento, podían ser una causa de la briza y su inmensa imaginación.

La mañana del tercer día, luego del descubrimiento del secreto del señor Parker, apareció por casa su querida amiga. Daiana cumpliendo con la promesa hecha a Paula, reunió valor y fue a visitarla. Sabía que se arriesgaba a que el extraño matrimonio Parker llamara a la policía causándole infinita cantidad de problemas, sin embargo lo que le había contado su amiga la tenía inquieta. ¿Y si algo le pasaba? Así que se decidió y caminó hasta las afueras del pueblo en donde estaba la vieja casona.

Por suerte la que acudió a la llamada de la puerta fue la misma Paula y no la señora Parker.

— ¡Daiana! —fue el saludo de la chica, acompañado de una sonrisa. Había estado aburrida y sin saber qué hacer antes de que apareciera, por lo cual sintió al verla una gran alegría.

—Paula, estaba... inquieta. ¿Podemos hablar? —dijo nerviosa, mientras retorcía sus manos temblorosas. Miraba hacia dentro de la casa, como esperando a que en cualquier momento apareciese la señora Parker desde las sombras.

—Claro —dijo su amiga y salió de la casa, ambas caminaron hasta la sombra del árbol que crecía en un costado. Donde se sentían a salvo de la curiosidad de la mujer.

Por el rabillo del ojo a Paula le pareció ver el rostro de la dueña de casa asomarse por la ventana de la cocina, no obstante cuando miró de nuevo ya no lo vio más. Supuso que aparecería escandalizada por la puerta de entrada, pero aquello no ocurrió. Entonces se le ocurrió la idea si ya habría aceptado su amistad con aquella joven que, por lo que ahora sabía, le recordaba mucho a la persona que le hizo imposible la vida de joven.

—Estaba muy preocupada por lo que me contaste, Paula.

Su amiga titubeó unos segundos... ¿Le decía o no el secreto de su tío? Era algo muy personal.

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