Cuando vio a su tía volviendo del pueblo con la bolsa de las compras por el camino de tierra que atravesaba el bosquecito, Paula largó un suspiro de alivio. No había querido volver a entrar a la vieja casa, el miedo había paralizado su sentido de la racionalidad. Vigilaba la estructura de madera de dos pisos como si pensara que el espíritu del niño fuera a salir en cualquier momento por su puerta principal. Pero nada de eso ocurrió. La casa se observaba tranquila y silenciosa, inocente de todo lo que había ocurrido dentro. Sin embargo, ¿tan inocente era?
— ¡Por todos los santos, cariño! ¿Qué pasó? —exclamó su tía al verla allí, preocupada.
Paula al escucharla reaccionó y pareció volver en sí, quitó su vista de la casa y la observó. En ese momento recordó cada uno de los dolores de su cuerpo y supo por qué su tía se había alterado tanto al descubrirla allí.
— ¡Ah! Yo... —dijo la chica, no obstante se detuvo. No sabía si decir la verdad. ¿Le creería la señora Parker? No... pensó. Seguramente se alarmaría más aún y armaría un alboroto al pensar que estaba teniendo alucinaciones, visiones o algo así. Así que decidió mentir—. Me caí por la escalera.
La señora Parker se alarmó de todos modos y, mientras la ayudaba a pararse, le hizo mil preguntas al respecto que Paula contestó con un sentimiento de culpa por estarle mintiendo.
—Pero, ¿qué hacías fuera de la casa? —dijo la mujer mientras, tomando del brazo a Paula, casi la arrastró hasta el jardín delantero de la casa.
— Ammm... —balbuceó la chica, sin saber qué responder.
De todos modos, no tuvo que dar explicaciones porque su tía no las esperaba. La señora estaba realmente preocupada y su atención estaba en otras cosas más importantes que la conversación en sí. Le preocupaba que su sobrina se hubiera lastimado mucho. No quería que pensaran en el pueblo que ella le pegaba.
—Tienes que curarte ese corte en la cabeza. ¡Por Dios santo, podrías haberte matado! —agregó distraída.
Al llegar a la casa, la señora Parker entró pero la chica se detuvo de golpe y se resistió un poco a ingresar en ella. Miró con cautela hacia dentro de la casa, por el hueco de la puerta principal entreabierta, pensando si el "niño" seguiría allí en el vestíbulo para atacarla cuando ella bajara las defensas.
La señora Parker se la quedó mirando desconcertada. Paula se dio cuenta y cambió su actitud de inmediato, antes de que su tía comenzara a sospechar algo, sin embargo ya era tarde. La mujer miró hacia su espalda, con algo de temor.
—No hay nadie más aquí, ¿no? —titubeó al observar el caos del vestíbulo.
—No, claro que no —dio Paula, "o al menos eso creo", pensó y entró a la casa, cerrando la puerta tras ella.
La ropa sucia todavía estaba esparcida por todo el piso del vestíbulo y Paula se apresuró a recogerla. La señora Parker, aunque todavía desconcertada por la actitud de su sobrina, entró a la cocina para dejar la bolsa de las compras en la mesa.
La casa estaba silenciosa y sumergida en una semioscuridad. Como el calor del verano se tornaba insoportable después de cierta hora del medio día, trataban de mantener las ventanas y puertas cerradas en un esfuerzo por mantener fresco el interior de la casa. Esfuerzo que muchas veces era inútil.
Paula atravesó con un cuidado bastante exagerado toda la casa hasta el lavadero, en donde dejó la ropa sucia que llevaba. Sus manos habían dejado de temblar, pero el temor todavía la acompañaba y tuvo que transcurrir una hora más para que la dejara en paz. En la cocina la señora Parker le curó la herida de la cabeza con el pequeño botiquín que siempre tenía a mano y le dio un calmante para el dolor de su muñeca, mientras le daba miles de concejos para que el accidente no volviera a ocurrir.
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Pasitos
HorrorLa vida de Paula parecía perfecta, tenía un esposo que la amaba y un pequeño y dulce niño. El futuro de la joven familia parecía próspero pero luego de sufrir un gran accidente, donde perdió a su pequeño, las cosas cambiaron drásticamente para ella...