El manzano:

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En los últimos días el hogar de los señores Parker se había llenado de personas uniformadas. La policía custodiaba la vieja casa día y noche, buscando a los culpables del incendio. El responsable a cargo del cuerpo de bomberos del pueblo había quedado perplejo ante la extraña evidencia de la silla quemada, sin embargo, al escuchar un extraño rumor de que la casa estaba embrujada, decidió que todo había sido culpa de un grupo de adolescentes rebeldes que habían ido a fastidiar la paciencia de los Parker con el objetivo de invocar espíritus. El hecho quedó allí y desde entonces los que fastidiaban a los Parker era la mismísima policía.

Sin embargo, aquel caos no duró mucho. El señor Parker, a pesar de que él mismo los había llamado, sólo soportó cuatro días su presencia. Montó en cólera y echó a todo el mundo, produciendo la ofensa en los uniformados que desde entonces no patrullaron más cerca de la casa.

Paula para ese entonces ya se había arrepentido de su decisión de contar a sus familiares cómo se había producido ese rumor y su culpabilidad. Viendo cómo tío Parker le gritaba a un hombre que le llevaba dos cabezas de altura y era tres veces más ancho que él, a Paula le dio algo de temor y prefirió que quedara todo como estaba.

Los Parker habían tomado aquel absurdo rumor, no con risas, sino con enojo y molestia. La mujer no dejaba de llorar acusando a todo el mundo de calumnias y el hombre no paraba de darle patadas a las puertas, furioso. Y al ritmo que iba, iba a acabar él solo destruyendo la casa.

Daiana, como todos los habitantes del pueblo, se había enterado de lo que había pasado en casa de su amiga y, alarmada, la había ido a ver. Lamentablemente llegó junto con la policía y las amigas no pudieron hablar cómodamente. Sólo le había podido trasmitir lo que Paula ya sabía: por el pueblo corría un rumor de que la casa estaba embrujada.

Estaban en el patio delantero, algo apartadas de un hombre uniformado que estaba parado al lado de un vehículo policial.

—No puedo creer lo que está pasando, Daiana. ¡No sé qué hacer! Alguien intentó quemar la casa anoche —susurraba, alarmada, Paula.

—Sí, eso escuché. —La joven entonces le contó lo que había pasado en la iglesia y lo que le había dicho la encargada.

Esta información provocó en Paula alivio, al menos si no le creían a la monja nadie tenía por qué enterarse de su participación en el asunto.

—Mejor así —dijo y luego agregó—: Anoche me perdí en el bosque.

Daiana al escuchar sus aventuras se sorprendió. No podía creer que su amiga hubiese corrido en el bosque de noche y sola. No obstante, cuando nombró al cementerio antiguo se quedó perpleja.

— ¿Un cementerio en este bosque? ¡Nunca había oído de que existía!

—Pensé que a lo mejor sabías... Yo vi... Había una vela allí. ¡Todo fue tan extraño! —dijo Paula de manera entrecortada.

— ¡Seguro que son los mocosos de la señora Pierre! —exclamó fastidiada Daiana—. Los otros días los escuché hablar de sesiones de espiritismo y no sé qué otra cosa. Claro que no lo relacioné a esto, pensé que eran tonterías.

Paula con un gesto la hizo callar. Había salido de casa el señor Parker y le gritaba a un hombre alto. Ni siquiera las había visto a ellas.

— ¿Cómo soporta todo este lío? —dijo Daiana observándolo.

—No sé, pero no lo va a soportar mucho más —dijo Paula y no se equivocó.

Las amigas tuvieron que separarse al ser llamada Paula por su tío para que le explique a los "inútiles" de los de la policía que anoche habían oído gente en el bosque. Sin embargo, gracias a ellos las siguientes noches no tuvieron inconveniente alguno.

PasitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora