- Míralo, por ahí viene. - dijo Jorge.
- Oh no, no, no, no y no. - negue desesperada, a lo lejos vi a Lionel con Ruggero, Ruggero al verme me sonrió sarcasticamente.
- Hola chicos. - dijo Lionel. - Karol. - dijo abrazandome. Los chicos me conocían desde el colegio. Ellos son como mis hermanos y los adoro.
- Hola muñeca. - dijo Ruggero sonriendome falsamente, yo sólo bufe.
- ¿Se conocen? - preguntaron los demás.
- Si, la muñeca plástica es mi hermanastra. - dijo Ruggero.
- Por lo que veo, no se llevan muy bien. - dijo Lionel.
- ¿Pero acaso me sigues? - dije fastidiada.
- Oh no, créeme, tengo bastante con tenerte en casa como para seguirte.
Lionel les presento a Ruggero, a Jorge y Michael. Poco después entramos al cine, y Ruggero y yo empezamos a discutir.
- No, de acción no, son aburridas. - dije.
- Pues vete. - dijo Ruggero.
- A mi me invitaron todos y a ti no, el que se va eres tu.
- ¿Que pasa? - dijeron los chicos mientras venían con las bebidas y las palomitas.
- Que aqui la muñeca quiere ver películas de amor y cursilerias. - lo miré mal.
- Y aquí el tonto quiere ver películas de su categoría. - me miró mal.
- ¿De mi categoría? - asenti.
- Una película de tontos para un tonto. - sonreí victoriosa, Ruggero volteó a verme, él trataba de decirme algo pero no logró decir nada, así que sólo le quedo decir...
- Es de acción. - rodé los ojos y antes de hablar, Lionel se interpuso.
- Ya basta. - dijo Lionel poniéndose en medio de los dos. - Veremos una de miedo, ni para Ruggero, ni para ti.
- Ya que. - dije enfadada mirando con odio a Ruggero.
Entramos a la sala y me senté en medio de Michael y Jorge. La película terminó y con suerte ninguno discutió. Nos dirigimos a jugar boliche, yo me ponía mis zapatos cuando llegó Ruggero y me empujó para sentarse a mi lado y ponerse sus zapatos también.
- Se dice con permiso ¿Que no sabes?
- No. - negó sin mirarme.
- Maleducado. - rodó los ojos.
- Oh, siento no ser del país de las muñecas plásticas. - estaba que echaba humo por las orejas.
- ¿Se puede saber que te he hecho yo para que me digas y me trates así de mal? - lo mire, en serio necesitaba saberlo.
- ¿Que no sabes? Con ser tú me basta. - dijo él terminando de ponerse sus zapatos para luego levantarse.
- Si lo que quieres es molestarme, antes te molesto yo a ti. Sólo te advierto que no te paso ninguna más Ruggero, ninguna. - volteó a verme y con una cara fingida de miedo me dijo...
- Oh que miedo, mira como tiemblo. - dijo en tono burlesco. Ruggero se fue y llego Agustin y se sentó a mi lado.
- Lo odio. - dije.
- ¿A quien? - preguntó él ladeando la cabeza.
- Al güerejo ese, a quien más. - él dirigió su mirada a Ruggero.
- Güerejo y muñeca... - río Agustín. - que loco. - volvió a reír.
- El loco es él. - Agustín seguía riendo.
Al terminar de jugar todos fuimos a tomar algo. Todos se divertían, bueno, todos menos Ruggero y yo, nosotros sólo nos mirábamos con odio.
- Karol, - me llamó Lionel - ¿vendrás? - sacudi la cabeza.
- ¿A donde? - Lionel me miró sorprendido.
- Al partido ¿donde estas? - río.
- Lo siento pero sí, sí iré, ya sabes que nunca me pierdo los partidos. Además yo soy la que los anima. - todos rieron menos Ruggero.
- ¿Que partido? - preguntó Ruggero.
- En nuestro colegio hay un equipo de fútbol y este viernes por la tarde tenemos un partido contra otro colegio.
- ¿Y todavía se pueden apuntar? - preguntó Ruggero.
- Es muy tarde.. pero si pruebas que eres bueno, puedes hacerlo. - Ruggero asintió.
- Chicos, es tarde, ya quiero ir a casa, además mamá preparó algo rico de comer. - dijo Agustín.
- ¿Algo con zanahorias? - preguntó Jorge para después reír.
- Sí. - dijo Agustin feliz.
- Sí, vamos ya, yo también quiero comer. - dije.
- Te vas a poner más gorda de lo que estás, muñeca. - dijo Ruggero.
- Sabes, has superado el límite, me tienes harta. - dije enfadada. - Prepárate Pasquarelli, prepárate.
- Uy, pero que miedo. - rió Ruggero.
- Bueno, ya. - dijo Jorge.