Capítulo 5

3.8K 76 1
                                    


— La verdad ______.

Qué Dios la ayudase... — Si – ella murmuró – Me... me

gustaría recordar tu dominio. Eso me hizo sentir...

— ¿Especial? ¿Cuidada? ¿Poseída?

— Sí

— Señor

— Sí, señor – se corrigió

De pie tras ella, él arrastró los dedos suavemente sobre sus caderas.

—¿Quieres saber por qué utilicé la paleta en vez de las nalgadas

contigo? Pasó sus manos de arriba abajo por las nalgas, sus pulgares

trazando un camino. Empujó un poco y se alejó de ella. Llegando más abajo,

acariciándola en su costura. —No podía confiar en mí mismo para hacerlo.

______ gritó cuando dos de sus dedos empujaron dentro de ella, y

afirmaron su coño. Su cabeza cayó a los brazos sobre el escritorio mientras se

vanagloriaba con la sensación de sus dedos follándola y reclamando su coño.

— Cariño, te sientes tan bien en mis dedos – le dijo. Él manoseó su

clítoris, enviando sobre sus dedos como rayos disparados a través de ella. –

Oh sí, me gusta cuando te corres. Estás goteando encima de mí.

— Me gusta que me toques, señor.

— Pero eso no es todo lo que quieres.

Aún avergonzada por admitir ante él sus deseos secretos, escondió el

rostro entre los brazos y sacudió la cabeza. Gimió en señal de protesta cuando

los dedos la abandonaron. ¿Ya había acabado?

El silbido de su cinturón deslizándose por las presillas atravesó la sala.

¿El cinturón? ¿Qué iba a hacer con el cinturón?

Se rompió cuando él lo trajo hasta la mitad preparado

para azotar su trasero.

______ gemía y se retorcía con el pensamiento de lo que estaba por

llegar. La excitación corría por sus venas. Se inclinó sobre ella, sus labios en

su oído con el cuero arrastrandolo por su culo.

— Me gusta el sonido de una mujer cuando la estoy disciplinando, pero

en este caso, debes guardar silencio. Nada de gritos o lloriqueos – advirtió –

¿Entendido?

— Si señor – ella respondió.

Con esto, se apartó para quedarse a un lado ligeramente detrás de sus

caderas. El cinturón silbó por el aire cuando lo hizo caer sobre su culo, y ella

luchó contra el gemido. Ahogó el sonido con las manos cuando el dolor quemó

a través de ella. Louis no se detuvo. El cinto golpeó sobre su trasero

repetidamente hasta que estuvo segura que estaba rojo como la manzana de

Macintosh. Estaba ardiendo, y las lenguas de fuego lamían hasta su coño,

encendiendo un placer que se derramaba en ella como lava.

Sus gritos fueron silenciados por el éxtasis.

— Sí – ella gimió – No pares. Haz mi culo tuyo.

— Sucia boca – Él la reprendió, y ella le notó jadeante, su tono áspero.

Unos cuantos latigazos aterrizaron en el pliegue de las nalgas y muslos, y

sabía que recordaría este interludio cuando caminase, así como cuando

estuviese sentada.

Louis se inclinó sobre ella.

— ¿Quieres que te folle?

Si no lo hacía, ella podría morir. Su vibrador había estado a punto de

no cumplir con su necesidad el viernes. Necesitaba ser dominada por su Amo.

– Si. Si, si, si. Por favor.

Agarrando las tijeras de la mesa junto a su escritorio,

él le cortó las bragas. – No estás autorizada a usar estas

cuando estés cerca de mí. ¿Entendido?

Tiró de ella hasta ponerla en pie y acarició su cuello, mordiendo y

chupando, mientras le abría la blusa. En un momento, fue tirada al suelo. Su

sujetador siguió el mismo camino un segundo más tarde. Si pensó que le iba a

acariciar sus pechos, estaba completamente equivocada.

Louis la empujó hacia atrás contra la mesa y la agarró por las

muñecas. Si bien la mayoría de sus acciones fueron brutales, fue suave al

llevar sus brazos hacia atrás, y supo que el uso de la fuerza los excitaba a los

dos. No tenía ningún deseo de hacerle daño.

Tan pronto sus muñecas estuvieron en la parte baja de su espalda, las

apretó con una mano enorme, y pateó sus piernas para separarlas más. Su

mano libre alineaba su polla con su coño. Con un fuerte empujón, se introdujo

completamente en ella, obligando a su suave canal y no dando cuartel cuando

comenzó un ritmo brutal dentro y fuera de su cuerpo antes de que pudiera

adaptarse.

— ¿Sabes tu palabra de seguridad? – gruñó él.

— Sí – gimió ella, y luego comenzó una letanía de nos cuando ella tiró

de sus muñecas, comportándose como si quisiese estar libre de él – No...

para... — jadeó, sabiendo que él no lo haría hasta que dijese la palabra de

seguridad que le haría parar.

— Te gusta – gruñó – Tómalo. Toma mi polla follándote. Tu coño es mío.

— No – ella gimió. Él tiró de sus brazos hasta que los hombros se

juntaron en la espalda, sus pechos presionaban el escritorio. La superficie

pegada a su piel sudorosa, tirando y arañándola, mientras él la follaba sin

piedad.

Había fantaseado con Louis, pero nunca se había imaginado que

estaría completamente a su merced. Le encantaba.

CastigadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora