— Por favor... seré buena – exclamó en beneficio de él.
— No lo serás – bufó. Añadió unos golpes extra por si acaso, mientras
ella se retorcía sobre sus rodillas, sabiendo que eso lo incitaba más. Las
palmadas en su culo sonaron a través de la oficina en silencio interrumpido
por sus gritos.
— Por favor, señor – imploró – Por favor...
Si él no se detenía – y ella no quería que lo hiciese – sería lanzada a un
orgasmo que le dejaría los pantalones húmedos. Lo necesitaba en su coño
cuando se corriera. Quería ser uno con él.
— Te negaste a quitarte la ropa interior – añadió. Esperó otra palmada,
necesitándola, deseándola, pero él no la tocó. La puso en pie y la volvió para
enfrentarla a él. Sus labios temblaban y se dio cuenta de que las lágrimas
rodaban por sus mejillas mientras bajaba la cabeza como una colegiala
recalcitrante ante el director autoritario. Se mordió el labio, sabiendo que
añadida a su imagen, le inflamaba. Su mano frotaba sus nalgas maltratadas,
la piel caliente bajo su palma.
— Ahora, como te había dicho. Arrodíllate. Manos estiradas a los lados
y rodillas separadas, señorita Cooper. Y no aprietes los muslos. No creas que
no te veo haciéndolo.
— Sí, señor – respondió. Su corazón vibró ante sus órdenes.
El silencio reinó en la oficina, mientras obedecía, y se alegraba de que
siempre hiciera algo de calor allí. El aumento de la carne de gallina en sus
brazos no tenía nada que ver con el frío, a pesar de que el metal frío del
armario contra uno de sus pechos la hizo temblar hasta que pronto su piel se
calentó. En cambio, su reacción fue porque sabía que él aún estaba en la silla,
ligeramente inclinado sobre un brazo, con una pierna cruzada sobre la otra y
observándola. Mirando su culo enrojecido. Inclinó la cabeza hacia un lado, cuando la tensión
aumentó entre ellos. Deseaba que se arrodillase tras ella y
tirase de su cuerpo contra el suyo, luego arrastrase los dedos por su vientre
hasta deslizarlos en su coño y empujase en su interior.
Tomó una temblorosa respiración, sintiendo su crema filtrarse por sus
pliegues mientras su coño se apretaba con la necesidad de sentirse lleno. Oh
Dios, esperaba que no le negase la liberación como lo había hecho la mañana
que había tratado de escabullirse. Después de haber traicionado su confianza,
se merecía tener su placer retenido.
— Dime – dijo al fin, rompiendo el silencio – Explícame por qué lo
hiciste.
— Yo... umm... Hice una reserva en El Calabozo la noche que estuve
allí, aquella noche en la que fuiste el sacerdote y yo la estudiante. Ellos piden
que hagas tu próxima inscripción de inmediato.
— Sé cómo funciona. ¿Por qué no la cancelaste? – interrumpió. La ira
en su voz hizo que cerrara los ojos y deseando poder escapar a cualquier
parte lejos de allí. No quería verle enfadado de nuevo. Sola, desnuda y
castigada en su oficina, de repente se sentía vulnerable como nunca antes se
había sentido. Completamente a su merced.
— Pensé en ello – respondió – Fue la cosa más estúpida que he hecho. Y
acababa de recibir un e-mail tuyo, uno de los personales. Y me hizo sentir tan
caliente, todos ellos lo hacían. Y tú me habías prohibido liberarme a mi misma
y tenía toda esa tensión en mí — Ya se estaba construyendo de nuevo en ella
mientras las palabras se deslizaban por su lengua, y recordó las palabras de
su e-mail y la forma en la que se había sentido durante ese tiempo. Tan
agitada. Tan necesitada.
Su cuerpo comenzó a temblar. Trató de detenerlo para que él no se
diera cuenta de cómo la hacía sentir, pero nada hacía que se detuviera. Sólo lo
hacía peor. Incluso sus palabras temblaban cuando continuó, al límite del
placer insatisfecho. Estar allí era más tortuoso de lo que cualquier nalgada,
azote o palada pudieran ser.
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Castigada
FanficLa formal ________ Cooper vive la vida del modo correcto, nunca hacía nada demasiado peligroso. Aunque, lo deseara. Una noche, años atrás, su novio le dio algunas palmadas en el trasero, todo parte de un juego sexual, y a ella le encantó. Quería...