— Australia... — murmuró. Eso significaba un viaje
largo. La última vez que envió a Louis fuera, estuvo ausente
casi dos meses. Apretó los labios y jugó con la pajita para ocultar sus
emociones. Esta cosa entre ellos era tan nueva. No quería que se fuera
volando al otro lado del mundo.
Louis le cogió la barbilla y la giró para que lo mirase. – No va a cambiar
lo que siento por ti.
— A mí tampoco – Simplemente sería difícil.
— Ven aquí – dijo sentándose en la silla junto a ella y arrastrándola a
su regazo. Se acurrucó en su pecho y apretó el rostro a su cuello. Él frotó su
espalda. De alguna forma, entre anoche y hoy, había llegado a pertenecerle, y
antes de eso, toda la tensión y la camaradería en el trabajo habían sido los
juegos previos para este clímax.
— No quiero que te vayas – le dijo.
— No quiero ir... No te preocupes, cariño. Todo irá bien. Y, ¿quién sabe?
—Tal vez quieras hablar de otra cosa. – Pero Louis no lo creía. Lo
podía oír en su voz, y ese sonido le producía terror donde su excitación había
sido turbulenta todo el día.
Horas más tarde, _______ estaba en su apartamento, necesitando a
Louis, necesitaba saber dónde estaba. A las siete, no se preocupó. La reunión
con Kingman podría haber durado mucho. A las ocho, comenzó a mirar el
reloj. Él debería aparecer en cualquier momento. A las nueve, estaba muy
preocupada, y a las diez, estaba desesperada.
¿Le habría ocurrido algo? Si no lo conociese bien, pensaría que ya
estaba harto de ella. Hecho. Pero ese no era el Modus Operandi de Louis y ese
no era el hombre que la había abrazado con tanta fuerza durante casi veinte
minutos en el almuerzo de hoy.
A las once, se resignó al hecho de que no iba a ir.
Malhumorada y confundida acerca de qué le había sucedido,
paseó por el apartamento y apagó las luces.
Durmió de forma intermitente, y cuando llegó a trabajar al día
siguiente, sabía que parecería el infierno. Con los ojos entrecerrados, miró en
la oficina de Louis y vio que aun no había llegado. ¿Qué tipo de jueguecito
estaba jugando con ella? Apostaba a que él había dormido muy bien.
Un pitido lamentable la atrajo de su ira. Genial. Y su móvil se estaba
muriendo también. No lo había cargado anoche con toda la preocupación.
Gracias a Dios que tenía un cable de repuesto allí.
Estaba buscando en su bolso, tratando de encontrarlo, cuando otro
pitido sonó, y se dio cuenta de que el teléfono no estaba en absoluto en su
bolso. El sonido venía de debajo de su escritorio. Sobre manos y rodillas
tanteó a su alrededor. Después de varios intentos, finalmente lo encontró. La
maldita cosa debía haberse escapado de su bolso y caído en la parte de atrás
del cajón de su escritorio cuando Louis la había asustado ayer. Y...
¡Oh, no! Tenía diez llamadas perdidas, todas de Louis.
Después de conectar el teléfono, marcó el número de su buzón de voz.
— Hola _______, Kingman es un idiota. Me marcho esta noche. El idiota
tuvo al departamento de viajes haciendo todos los arreglos y nunca se molestó
en decirme nada hasta esta noche. Te juro que está tratando de molestarme lo
suficiente como para que me largue. Tengo que estar en el aeropuerto en una
hora y apenas tengo tiempo para meter algunas cosas en una bolsa e irme.
Mira, eh, te llamo desde el aeropuerto después de facturar.
Cerró los ojos, devastada por haber perdido todas sus llamadas.
— Hola soy yo. Estoy sentado en el aeropuerto. Siento mucho no hacer
ido a lo de esta noche. Dios, ya te echo de menos. Lo intentaré otra vez dentro
de poco, antes de embarcar. Me gustaría poder abrazarte. Bueno, adiós.
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Castigada
FanficLa formal ________ Cooper vive la vida del modo correcto, nunca hacía nada demasiado peligroso. Aunque, lo deseara. Una noche, años atrás, su novio le dio algunas palmadas en el trasero, todo parte de un juego sexual, y a ella le encantó. Quería...