Capítulo 9

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— Buena chica — la tranquilizó él mientras sus manos pasaban sobre sus

brazos poniéndolos a los costados. Veía los pliegues agudos de su traje a sus espaldas y la parte posterior de sus muslos. Vestido. Maldita

sea. Debía saberlo pero ahora estaba claro. No estaba en

libertad. Y ese era su verdadero castigo.

Le bajó la falda a la posición correcta, entonces la volvió a sus brazos. Apretó

aún la húmeda mejilla a su camisa blanca almidonada, mientras la sujetaba

con fuerza, su mejilla contra la parte superior de su cabeza.

— ¿Aprendiste la lección? — le preguntó suavemente.

— Sí, señor. Lo siento, traté de irme. — Y así fue. No porque la habían

atrapado o porque él le había palmeado, sino porque sabía que lo había

decepcionado y aunque él no lo había demostrado, sospechaba que lo había

herido.

Él asintió contra su cabello. — Vamos a llevarte a casa para que puedas

arreglarte, entonces vamos a coger el desayuno de camino a la oficina.

* * * *

En el apartamento de ______, Louis se sentó en la taza del servicio y la

escuchó mientras se bañaba. Habían estado en silencio hasta aquí. Una vez en

su casa, él le había elegido la ropa para el día y la instruyó a que se bañara

con una amonestación estricta de no tocarse su coño. No iba a encontrar

liberación sin él.

El agua se cortó, salió a la alfombra y él cogió una toalla. Sacudió la cabeza y

puso la toalla en su lugar. Poco a poco, quitó el material de su piel rosada por

el calor. ______ en silencio gimió cuando la seco. Sin piedad, frotaba sus

pechos asegurándose de despertar sus ya arrugados pezones. Gimió mientras

le secaba su vientre y las piernas. Agachándose ante ella le separó las piernas

y separó los pliegues con los pulgares. Sacando la lengua lamió los jugos en

su coño.

La dulce miel, fuerte y picante se quedaría con él durante todo el día,

tentándole a tirarla en su oficina y joderla a cada oportunidad. Ya sabía que

no tendría calma, su polla estaba dura como una roca. Nada lo iba a ayudar

excepto estar dentro de ella. No iba a suceder.

Sus bolas latían mientras se metía profundamente en sus

pliegues y empujaba a su paso. Ella se estremeció a su

alrededor y se obligó a detenerse. ______ no iba a recibir su liberación hasta

más tarde.

Se había horrorizado cuando se había despertado solo en la cama esta

mañana. Y cuando la cogió saliendo furtivamente en la sala de estar, primero

se sintió aliviado y luego tuvo la anticipación de volver a poner su dominio

sobre ella. De disciplinarla. Era su inclinación, pero nunca había sentido tal

necesidad con otra mujer. Había sido casi difícil ser severo con ella.

— Ve a vestirte — le dijo mientras se paraba.

— Señor, yo necesito...

Dio una sacudida con su cabeza. Sabía lo que necesitaba, lo necesitaba

también. Pero no iba a ocurrir. Para ninguno de ellos.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó él mientras se dirigía a su tocador.

— Mi... — Ella parpadeó. — ¿No hay ropa interior?

— Creo que lo puse claro anoche. Nada de bragas a mí alrededor.

Ella se mordió el lado del labio de la manera adorable que disparó su

excitación y tuvo que hacer algunas muecas.

— La falda del vestido que has elegido es un poco... volada.

El miró el vestido negro estrecho y la falda amplia. Él la había visto antes

usarlo y siempre le había subido su presión arterial. Era bastante recatado,

pero la vista de su piel a través de las mangas y la forma en que el borde

llegaba justo por encima de las rodillas ponía a su corazón latir con fuerza.

— Supongo que tendrás que tener cuidado, — dijo encogiéndose de hombros.

Sobre todo a mí alrededor.

— Necesito usar sostén.

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