Capítulo 7

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— Señor – exclamó – Por favor, señor, por favor.

Él gruño contra su coño, vibrando su aprobación muy

profundo dentro de ella, y supo que había respondido correctamente. Quería

su sumisión a él... y le resultaba tan fácil.

Agarró el salpicadero y el asiento de atrás para mantener el equilibrio

mientras él arrastraba su lengua por ella, pero entonces la metió

profundamente en su canal, alejando toda la excitación cremosa que pudo.

Incluso en medio de las sensaciones abrumadoras, la desconcertó ver la

cabeza oscura hundiéndose y empujando contra ella. Louis, su serio jefe. El

señor Intocable. Y wow... la estaba tocando.

Sus labios se pegaron a su clítoris una vez más, y él sacó una mano de

debajo de ella. De repente, metió dos dedos en su coño y el mundo estalló a su

alrededor. Cayendo hacia atrás sobre la consola central, gritó. Una y otra vez

su orgasmo fluía, colores corriendo delante de sus ojos, mientras la sangre

golpeaba al pasar por sus oídos. Louis se levantó sobre ella, besándola con

dureza. Sus dedos siguieron follando su coño. Queriendo sentirle, ser uno con

él, le rodeó con las piernas sus estrechas caderas.

Los dos estaban tan crudos, tan necesitados, que se preguntó si

podrían hacerlo en la cama antes de caer uno sobre el otro de nuevo. Las

escaleras, el pasillo, el sofá, la pared... a ella no le importaba. Tener a Louis

era todo lo que le importaba.

Él rió cuando empezaron a bajar de su liberación. – Eres ruidosa –

murmuró en su oído – Menos mal que mis vecinos son distraídos.

— Lo siento – susurró, sintiendo calor no relacionado con su orgasmo

recorriendo sus mejillas.

— No sé. A mí me gustó. – Le mordió el labio inferior – Quiero más.

Soltándola, salió del coche y luego tiró de ella para que le siguiese.

Abrazándola y besándola, empujó la puerta cerrada luego arrastró los pies por

la entrada principal. Una vez dentro, la empujó contra la pared y pateó la

puerta cerrándola.

— Toda mía ahora – gruñó contra su cuello.

— ¿Debo preocuparme?

— Oh, sí... mucho. Nadie te lo dijo. Soy un ogro. Como núbiles

secretarias y las hago correr por sus vidas. Pero lo que nadie sabe es que me

gustan los juegos de azotes. Todo tipo de juegos de azotes.

— Mmmm – murmuró, deslizándole sus manos sobre el pecho. Los

pezones empujando contra la palma de su mano mientras se movía sobre sus

firmes pectorales. – Lo sé.

— ¿Sabías que me gusta atar a mis amantes a la cama, y seguir mi

CastigadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora