Capítulo 13

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Cada movimiento hacia debajo de él, cada curva, tiraba de

sus pliegues, provocando que gimiese alrededor de él.

Él se retorcía, mientras chupaba duro su polla otra vez. — _______... vas a

hacer que me corra – jadeó. Se defendió con una sonrisa, no dispuesta a

abandonar la presión que tenía sobre él. Moviéndose más rápidamente,

trabajó de arriba abajo su eje mientras sus dedos se apoderaban de los tensos

muslos. Luego con un grito ahogado, él empujó hacia arriba y un chorro

caliente se derramó en su garganta. Tragó lo más deprisa que pudo sin querer

dejar nada.

Tomándolo completamente, su disculpa fue que aceptaría todo de él.

Apenas tuvo la oportunidad de lamer el camino de regreso a su longitud

cuando la levantó y la puso sobre la mesa delante de él. Separando sus

muslos, le subió la falda y se hundió en su coño. Se echó hacia atrás sobre

sus manos y dejó caer la cabeza mientras se vanagloriaba en el regazo

húmedo de su implacable lengua a lo largo de su carne recalentada. Con un

ligero cosquilleo de la barba que le había crecido desde la mañana arañaba

sus tiernos pliegues. A ella le encantaba. Le encantaba la sensación de tenerlo

lamiendo, mordiendo y empujando. Sus dientes atraparon su clítoris, ella

reprimió un chillido que podría echarlos fuera. Temblaba mientras él chupaba

duro en su centro. Tres dedos entraron es su canal, y se cayó. Su espalda se

estrelló sobre la mesa mientras presionaba sus manos sobre su boca para

reprimir sus gritos de placer. Una avalancha se precipitó sobre la boca y él se

mantuvo en ella hasta que otra ola de éxtasis amenazó con separarla con su

intensidad. Se retorcía con un primitivo salvajismo sobre la mesa de la sala de

conferencias, altar de su placer carnal.

Temblaba como las bifurcaciones de un débil rayo, seguido de un

cosquilleo a través de ella mientras bajaba de la cima de la liberación que él le

había dado. Dio un paso entre sus muslos y tiro de ella para ponerla en

posición vertical, besándola con tal ternura, con la intensidad de un

necesitado, que pensó que llegaría otra vez. Su propio fuerte sabor hizo

explosión en su lengua llena de la felicidad que acababa de darle. Hambrienta,

lo saboreó hasta que se separaron, jadeando.

— Si no nos detenemos, voy a follarte – rechinó.

— No me importa.

— Sólo tengo la sala durante cuarenta minutos más. No es suficiente

tiempo. Y no está suficientemente insonorizada para amortiguar los gritos que

obtendría de ti.

Se mordió el labio.

— Oh Dios, no hagas eso – se quejó él – Apenas mantengo el control así.

Se lamió los labios en su lugar y él gimió.

— Te he traído una de esas hamburguesas vegetarianas que te gustan –

Dijo. Obviamente desesperado por mantener el control, se empujó dentro de

los pantalones y luego se volvió hacia la comida. Ella se tomó un momento

más para recuperarse, antes de enderezar su ropa y bajarse de la mesa.

— ¿Y una Coca—Cola? – Preguntó débilmente. – No sirve de nada ser

saludable sin estar siendo totalmente insalubre.

— Por supuesto. Sé cómo eres – Empujó una pajita en uno de las tazas

y a continuación, sacó un emparedado envuelto en papel de aluminio de la

bolsa.

_______alia se sentó en una de las sillas. —¿Tenemos trabajo real que hacer

mientras estamos aquí?

Él negó con la cabeza — No, y no me siento mal por ello tampoco. Tengo

una reunión tarde con Kingman esta noche.

Ella frunció el ceño. Kingman era su jefe. Las reuniones con él siempre

estresaban a Louis. El hombre justamente no tenía ni idea y de lo

malditamente frustrado que Louis estaba. – ¿Quieres venir a mi apartamento

después?

— Sí. Creo que me va a enviar fuera de la ciudad por la cuenta Baker.

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