Capítulo 15

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— Soy yo de nuevo. Bueno, parece que no voy a ser

capaz de hablar contigo mientras estamos en el mismo

estado. Tengo una escala en Indianápolis. Te llamaré desde allí.

— ¿Dónde estás? No tengo el número de tu casa conmigo. Necesito

hablar contigo y saber que estás bien. Estaré en Indy durante un par horas,

así que llámame cuando oigas esto.

Varias llamadas obsesivamente seguidas. Entonces:

— Maldición, ¡______! ¿Dónde estás? Dios, espero que estés bien.

Llámame. No me importa la hora que sea con el cambio de horario. Solamente

llámame. Necesito saber de ti.

— Oye, ______ – decía en el mensaje final – Estoy en Los Ángeles. Estaré en

el avión en unos minutos y en el aire durante diecisiete horas. Sólo tienes que

dejarme un mensaje. Simplemente... ______, deja un mensaje.

Las lágrimas pinchaban en sus ojos por la frustración en su voz. Puso

sus codos sobre el escritorio y se cubrió la cara con las manos. Ciegamente,

cerró el teléfono y lo colocó en el gabinete cerca de su mesa. Estaba en el aire

pensando que estaba molesta con él. En vista de esto, la duración de su viaje

ni siquiera parecía un problema. Tenía que hablar con él – bueno, al menos

dejar un mensaje. Él no lo conseguiría hasta que ella dejase el trabajo hoy.

Su corazón pesaba, se llevó el móvil a la oficina de él para poder cerrar

la puerta. Enchufándolo a la toma cercana a su escritorio, se sentó en su silla

e inhaló su olor. Tomando unas pocas respiraciones relajantes, marcó su

número, agradecida de que él se hubiese cambiado a un plan internacional, la

última vez que había tenido que viajar fuera del país. Tragó saliva mientras

accedía directamente al buzón de voz, tal y como había esperado. Su voz

profunda se envolvió alrededor de ella, mientras le escuchaba identificarse e

invitar al llamante a dejar un mensaje.

— Louis – comenzó – Lo siento mucho. Lamento que no pudiéramos

hablar antes de que te fueras y lamento haberte perdido y lo siento, siento

tanto ser tan idiota y perder mi móvil bajo el escritorio ayer. Ya te echo de

menos. Espero que puedas regresar muy pronto – hizo una pausa cuando se dio cuenta que de no lo enviarían a Australia sin esperar que

estuviese allí durante al menos unas semanas. – Yo, umm,

aguantaré firme aquí – le dijo – Humm, supongo que me llamarás o escribirás

cuando tengas una oportunidad — Recitó su número de casa y dijo adiós.

Al regresar a su escritorio, conectó el ordenador. La secretaria de

Kingman finalmente había enviado el itinerario de Louis. Dos meses. Él iba a

estar fuera dos meses. Vale, bien, era una chica grande. Podía manejar esto.

No es como si él fuera a estar ausente durante un año.

* * * *

El día pareció interminable. Con Louis viajando, el jefe acudía a ella

para obtener respuestas sobre los proyectos de Louis. Por suerte, estaba al

tanto del estado de cualquier obra en cuestión, y fue capaz fácilmente de

mantener la distancia con Kingman. Le ponía los pelos de punta por lo que no

lo quería cerca de ella.

Acababa de entrar en su apartamento aquella noche cuando su móvil –

con su batería completamente cargada – sonó. Esperanzada de que fuese el

hombre que consumía sus pensamientos, lo arrancó del bolsillo lateral de su

bolso y lo abrió.

— ¿Hola? – preguntó con ansiedad.

— Hey, pequeña. Te echo de menos – dijo Louis.

Ella se deslizó por la pared junto a la puerta con el sonido de su voz. —

Yo también te echo de menos. Lo siento tanto...

— No te preocupes – la interrumpió – Estoy contento porque llamaste –

Debía acabar de bajarse del avión porque oía los sonidos del aeropuerto de

fondo. – Recibí tu mensaje tan pronto como llegué. ¿Perdiste el móvil ayer

cuando te sorprendí?

Ella se rió con el recuerdo, y de repente se sintió más ligera, el manto

del día se desplazó fuera de ella. Hablaron amigablemente durante unos

minutos, aclarando algunos asuntos.

CastigadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora