Escena extra 6. Navidad

96.6K 12.2K 4K
                                    

De pie frente a la puerta principal, debo coger valor y tocar el timbre. Entre más pronto afronte esto, mejor. Ding dong. Abre mi tía Gertrudis.

—¡Didibu! —me saluda con un abrazo y muchos besos.

La abrazo. —Hola, tía...

—¡Miren quién llegó! —anuncia a todos y me deja entrar.

Más miembros de mi familia se acercan a abrazarme. Trato de sonreír y mantenerme relajado. No entres en pánico, Daniel. A veces es un poco abrumador ser parte de una familia grande.

Mónica también se acerca:

—Ven, ven —dice, tomando mi mano y llevándome con ella hasta donde están mamá, papá y el abuelo—. Llegó Dani —les dice.

—¿Quién es Dani? —pregunta el abuelo.

Lo saludo. —Yo, abuelo.

—Oh... —Él me mira confuso.

Estrecho su mano y lo abrazo. Por un lado agradezco a Dios que él olvide que pasé por una acusación de intento de asesinato.

—Mucho gusto, Daniel —dice.

Le sonrío y saludo a papá y a mamá.

—Pensamos que no vendrías —admiten.

Yo también. No me gusta abandonar mi apartamento.

—Lo prometí.

Mamá mira sobre mi hombro. —¿Y Carolina? —pregunta.

Escuchar a mamá preguntar por Carolina me abruma.

—Mamá, ella no...

—Está llegando, Madre, más tarde lo hostigan con preguntas —los regaña Mónica y me guiña un ojo—. No querrá volver si se siente acosado.

Cierto.

La advertencia parece hacer eco y las preguntas incómodas terminan. Aún así, me siento incómodo lejos de la oscuridad y silencio de mi apartamento.
La casa de mis padres es grande y hoy más que nunca ruidosa debido a la visita toda mi familia.
Hay grupos grandes y pequeños a mi alrededor platicando, cogiendo aperitivos y brindando. Parecen sentirse bien con el ambiente de fiesta. Yo, por el contrario... me cuesta sentirme parte de ellos. Tras lo que pasó con mi hermano y Ximena me siento juzgado por quienes me rodean a pesar de que sé que, al menos aquí, me aman.
Me vieron ser detenido por varios carros de la policía y después sentarme delante de un juez para ser señalado como un hombre peligroso.
No cometí un crimen, pero quise.

Me cuestiono mucho eso: ¿Realmente soy malvado? ¿Volveré a sentir ganas de querer matar a alguien? Y mi respuesta es: A lo mejor sí. Pero la diferencia entre querer y hacer es mucha. Por eso ahora, medito antes de hablar o actuar y me fuerzo a no ser impulsivo. No debo permitir que las personas malvadas saquen la maldad de mí.

Pensar en eso y sentirme solo en medio de tanta gente me hace pensar en Carolina. Ella, con su dulzura, saca lo mejor de mí: lo protector, lo infantil, lo amistoso... Es como si me hiciera resurgir. No, mejor aún, es como si con ella fuera un nuevo yo. Un Daniel que es mejor a cualquier versión antes de conocerla a ella.

Es que Carolina... Suena extraño porque la he tratado poco y por correo, pero me ayuda a no sentirme solo. O tal vez es eso, me cuestiono. Antes evitaba comunicarme con el exterior y Carolina cambió eso. Tal vez no es atracción. A lo mejor es ganas de ya no querer sentirme solo.
¿Me sentiría igual intercambiando correos con alguien más o esta sensación de bienestar únicamente me la da Carolina?

Carolina entre líneas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora