CAPITULO 2

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-no puedo creer que me hayas llamado así frente a él- gesticulé hacia Ivan mientras metía el pedazo restante de pastel en mi boca.

Ivan siempre me llamaba niño lindo, porque Yuri es nombre de hombre en Rusia, de eso no tenía idea cuando lo elegí; pero también siempre lo hacía en finlandés, lo que me libraba de muchas vergüenzas siempre que decidía hacerlo en público... para mi desgracia Roma sabia finlandés, ¿cómo? Ni idea, aunque debí haberlo sospechado, digo, él es un agente ruso.

Y para colmo Ivan seguía retorciéndose de risa en su silla a media nada. Estúpido Ivan.

Suspiré ruidosamente; no podía solo culparlo a él. Tal vez tenía razón, tal vez simplemente yo no era el tipo de chica para Roma, Romanov...esos largos y fuertes brazos, ese delgado pero bien formado abdomen, y esas espectaculares piernas; sus labios perfectos, su nariz en perfecta sintonía con el resto de su rostro, y sus ojos negros, fríos, exquisitos...

-¿estás pensando otra vez en Romanov? – Preguntó Ivan con voz burlona –porque te estás sonrojando otra vez.

-no puedo creer que sepa finlandés... - contesté ignorando su comentario, terminaríamos discutiendo si no dejaba de molestarme con su sonrisa burlona.

-relájate, por lo menos ahora sabe que no eres lesbiana-

-¿¡de qué demonios hablas!? ¿ Por qué pensaría eso de mi?-

-te has hecho esa fama, ya sabes, no hablas con casi nadie excepto con Mikha y tu amable servidor, y no te cuidas! – dijo eso ultimo, como si fuera un terrible crimen.

Y bueno yo no me cuidaba mucho, digo, sí tenía algunos kilos de más bien localizados en mi cuerpo y mi maquillaje era básico, no tenía un corte de pelo "a la moda" y ni qué decir de mi ropa. Yo no era una chica Top Model, pero tampoco era fea. Para efectos más practicos me importaba mucho más mi belleza interior que la fisica y en cuanto a eso no aceptaba reclamos, ni entraba en discusión.

-bueno... ya no importa...tal vez tienes razón, es tan obvio que me gusta, que se me hace imposible que no se haya dado cuenta...si no me ha dicho nada es porque no ha querido

-sep.

Miré mi reloj, la hora del almuerzo finalizaba tan pronto; y eso era bueno, no me gustaba salir a comer, me sentía rara entre tanta gente, el ruido, los carros. Pero no hoy; quería que fuera eterna, o por lo menos que se extendiera un poquito más, mientras que Roma salía de la oficina del jefe y se iba, muy lejos; me propuse a mi misma no volver a sentirme nerviosa cuando lo viera nuevamente, era patético demostrarle todo y que él nunca me diera nada.

-¿quieres que te espere hasta que salgas?-

-no es necesario, ve a descansar y a organizar tu casa. Además, aún estoy ofuscada contigo-

-¿por qué?- Ivan abrió sus ojos desmesuradamente, y puso esa mirada inocente que solo él tenía; amaba esa mirada, y me reía mucho cuando la gente a su alrededor se dejaba embelesar por ella, era como la versión humana de la mirada encantadora del gato con botas. Pero yo era insensible ante esa mirada. Él no podía controlarme.

-¡me arrinconaste contra la pared, y no me soltaste ni siquiera cuando Nikolai llegó !- levanté la voz un poco y la gente a nuestro alrededor me miró.

-si fueras inteligente como yo, te habrías dado cuenta de que te hice un favor-

-bueno, tu inteligencia y la mía discrepan infinitamente. No por eso eres más o menos inteligente que yo-

-claro, claro. Solo que a ti no se te había ocurrido darle celos, para saber qué piensa de ti, ¿o si?-

No pude reprimir una carcajada.

ENTRE RUSIA Y ROMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora