CAPITULO 23

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La visita de Mikha y Tima fue algo agridulce; esperaba ver a Roma al despertar; sin embargo a penas me desperté, me topé con la fría mirada de una doctora qué me examinaba; me hablaba de mis heridas y el cuidado que tenía que tenerles; la receta médica de los antibióticos y una cantidad de cosas que sinceramente no recuerdo.

El cuerpo me dolía un montón y tenía mi brazo derecho inmovilizado con una escayola. Después de qué me diera una buena vista, dijo que podría recibir visitas pero que no me esforzara mucho.

No tenía que decirlo; la droga de la anestesia; aún fluía por mis venas y no tenía muchas ganas de quedarme despierta; Mikha entró apurada al rato.

Tima la siguió y en sus ojos vi un brillo extraño que antes no estaba. Parecía sincero aprecio. Me dije a mi misma que solo era una ilusión de mi deteriorada mente y dejé que Mikha me arrastrara en su conversación atestada de preguntas.

Convenimos que me traería ropa y cosas de aseo personal; odiaba andar en bata blanca cual fantasma en pena; dijo que Roma entraría en un momento; mi corazón se encendió con calidez mientras lo esperaba.

Sin embargo la siguiente persona en entrar fue una mujer vestida de blanco; que me tomó la presión y me preguntó cómo estaba.

-¿Se ha sentido mareada?

-No.

-¿Le duele la cabeza, o tiene alguna opresión en el pecho?

-No.

-¿Nauseas, zumbidos en los oídos, hormigueo en alguna parte del cuerpo?

-No.- comenzaba a perder la paciencia; ella lo notó y me dio una mirada desaprobadora.

-Es igual de impaciente a su novio, ¿verdad?

Levanté mi mirada ingenua hacia ella

-El militar que está afuera...

-¿Roma está afuera? – me senté de un brinco y me comencé a arreglar los nudos del cabello; me habían dejado bañarme rápidamente; eso había quitado los restos de sangre y mugre de él; pero seguía siendo un lio de nudos y enredos.

-¡Acuéstese!- la enfermera parecía verdaderamente alarmada por mi arrebato. –¡impediré que la vea, si no se puede tranquilizar!

-¡No! – gemí, recostándome en las almohadas nuevamente.

Ella negó con la cabeza y se fue tomando algunas notas en sus papeles.

Dos minutos después, Roma seguía sin entrar; ¿qué estaba haciendo?

Me levanté lentamente moviéndome despacio; escuché voces y me acerqué más a la ventana; era la voz de Dimitri. Y Roma. Mi corazón se detuvo un segundo, pero mis oídos siguieron la conversación.

Hablaban de un mafioso, una fiesta de disfraces y que Roma se acostara con una prostituta. ¿¡Qué demonios!? Acerqué más mi cabeza y traté de unir las piezas; su conversación era baja, pero rescaté la mayoría de palabras.

Era una velada; en un prostíbulo de aquí. Roma iría de infiltrado y conseguiría las pruebas contra un tal Yarik. Y Dimitri... Dimitri parecía estar encubierto en la operación. Mi cabeza estaba confundida, pero me reitere a mí misma que si Roma confiaba en él, yo también podía. Además; él me ayudó contra Sergei hace un rato; eso tenía que contar, ¿verdad?

No dejaría que Roma hiciera esto solo. Aunque obviamente él no me llevaría. El plan comenzó a dibujarse en mi cabeza precipitadamente; supuse que la conversación llegaba a su fin; así que me moví hacia el baño y escuché la puerta abrirse tras de mí; no me giré para ver a Roma; no quería que me viera, antes de que lo hiciera yo misma.

ENTRE RUSIA Y ROMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora