ROMANOV
-¿¡TENGO QUE PONERTE UN MALDITO GPS!?- grité sin poderme contener más. Casi veinte minutos buscando a esta niña adentro. La busqué en los baños, ganándome el regaño de una fémina que estaba dentro semi-desnuda. Después recorrí cada centímetro del segundo piso y del tercero; finalmente llegué a la conclusión de que había escapado otra vez. Y aquí estaba. Sentada, durmiendo. ¿Qué demonios les pasa a las mujeres?
-Roma, lo siento...
-¡SUBE! - no quería ni verla. Me tenia de los nervios. Y no estaba bromeando con lo de ponerle el GPS. No quería volver a pasar por esto.
Ella se levantó con algún esfuerzo; pero en ese momento mi caballero de buenos modales se había alejado corriendo a causa de mi mal humor; levanté las llaves del auto y le di al mando para quitar los seguros.
Se metió en el auto sin decir palabra alguna; mi mal humor solo seguía en ascenso; pero ya no sabía por qué. Después de todo ella seguía conmigo. Estaba en mi auto. Y llevaba mi sudadera.
Respirar hasta diez a veces funcionaba; pero había intentado eso demasiadas veces ahí dentro. Este viaje había empezado mal; y no había llegado a desarrollarse mejor. Me paré contra un árbol que había en la mitad de la acera; sus ramas y sus hojas estaban cubiertas de escarcha de nieve. El sol del mediodía lo hacía brillar. La escarcha se derretía lentamente. Y recordé...
Ella me daba la espalda; su cabellera negra y lacia caía sobre sus hombros en dos trenzas bien formadas por los hábiles dedos de Caprice. Me acerqué a ella lentamente, sin hacer el más mínimo ruido, cuando estuve lo bastante cerca para ver que hacia; noté que jugaba con su muñeca preferida; un trapito blanco con escasa forma de cuerpo; un vestido, mechas de colores hechas de lana y un rostro dibujado con esmero con marcador.
-ya sé qué estás tras de mí, Roma- sonreí ante su insolencia. Luego en tono serio le dije:
-ya te he dicho que no me digas así. Soy tu hermano mayor. Me debes respeto.
Giró su rostro hacia mí, dos grandes ojos marrones me miraron con picardía; me mostró su lengua y dijo
-tú. Eres. Roma. Punto.- negué con la cabeza suspirando.
- eres tan cabezotas...
-y tú un amargado mandón. - me senté frente a ella. Sus cejas eran tan pobladas y perfectas; siempre fueron así; desde que nació. Y era algo tan propio de ella, que mostraba su carácter montaraz, alegre. No pude más que sentir adoración por esta pequeña monstruo.
Desde la muerte de nuestros padres; desde que nos trajeron al orfanato; ella se volvió un poco más solitaria. Su reserva era generalmente confundida por la gente con tranquilidad o timidez; yo sabía que era más desconfianza.
-Caprice quiere que vayas adentro. Es hora del baño.
-dile a la "madre superiora" que no me quiero bañar hoy.
-no puedes solo "pasar" del baño, Katia. No funciona así.
Suspiró disgustada y me miró ferozmente. Levanté mi ceja izquierda.
-biieen.- dijo, levantado sus ojos al cielo, en actitud resignada. -¡Oye Roma, mira eso!- dijo señalando con su dedito las ramas del árbol sobre nuestras cabezas.
Levanté mi mirada y vi un hermoso espectáculo de luces; el invierno se terminaba y el sol brillaba sobre el cielo; el árbol parecía una composición con luz propia. Las hojas a medio descongelar; las gotas descolgando de las puntas de las ramas.
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ENTRE RUSIA Y ROMA
Teen FictionUna chica sin suerte; Un malhumorado agente, Una serie de eventos locos y un complot. Encierra todo eso en Rusia y tendras una avalancha sentimetal; emocion, pasion, risa y tal vez angustia, encierran esta historia. Primera entrega de la saga: Entre...