CAPITULO 8

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Todo estaba listo; Roma me llevaría a un hotel; qué horrible elección de palabras, sonreí ante la inocencia de Yuri la arpía; pero lo cierto era qué Roma jamás me tocaría un pelo; así qué no importaba si me llevaba a un hotel, a un restaurante o a su propio apartamento, con él no sucedería nada.

-¿lista? - Roma asomó su cabeza por la puerta

-sip. - me organicé la chaqueta y me miré en el espejo de mano que Roma había traído para mí; luego de esa noche; y de asegurarse qué todo estaba bien con mi cuerpo; Roma me había prometido qué me sacaría del problema.

Era difícil, dejar todo en manos de otra persona mientras luchaba contra la injusticia del poder; pero así protegía a las personas que quería. Así qué me sacrifiqué con gusto. Empezaría de nuevo, en otro lugar, con otra gente, otro nombre...

Suspiré profundamente y metí el espejillo en la maleta, caminé hacia la salida y antes de cerrar la puerta de la habitación, mire por última vez el cuadro de la pared. Tuve ganas de enseñarle la lengua; pero me contuve y cerré la puerta tras de mí.

Roma se había comportado diferente desde esa noche, al otro día me había traído ropa, implementos de aseo personal y ¡golosinas!; eso me había hecho muy feliz; pero se fue rápidamente y eso me puso triste; regresó dos noches después y yo estaba en pleno ataque de histeria; incluso le pregunte por qué no había venido antes; a lo que él solo contesto; "no pude" y se fue.

El día siguiente en la mañana recibí una carta de Roma;

Yuri... me disculpo por dejarte aquí tanto tiempo; sé qué debe ser difícil estar sola, en un lugar que no conoces, y bueno sin nada qué hacer excepto preocuparte porque te encuentre el asesino.

Ayer fue un mal día; lamento no haberte dado mejor explicación de mi ausencia pero no quería preocuparte porque parecías alterada. En fin; ya casi tengo lista la solución a tu problema; solo me faltan algunos detalles... alístate; pronto partiremos.

Nikolai

Ese día dormí como no lo había hecho en días; y dos días después aquí estaba rumbo a algún hotel de paso, para escapar de este delirio que habían sido mis últimos días en Moscú.

Viviría en San Petersburgo; es una linda ciudad. Y seguro el delirio de los asesinos no me perseguirá hasta allí. Roma no preguntó más por mis captores; me decepcionó un poco ver que él no descifro las pocas pistas que le di. Pero no quería exponerlo a algo mayor; así qué dejé correr el agua y deseé con todas mis fuerzas qué la vida de aquellos que dejaba atrás siguiera intacta y sin dolor después de mi partida.

Bajé un montón de escaleras y por fin llegué a un piso que no descendía más; Roma me estaba esperando en la puerta y tenía en una mano el celular. Estiró la mano tomando mi pequeña maleta y me miró con determinación a los ojos.

-¿Nada qué quieras decirme?- preguntó con voz gruesa.

-Umm...no...- Ok. Eso fue lo más extraño qué me había sucedido en días. Roma estrechó sus ojos hacia mí y sus labios se cerraron en una fina línea.

-¿Qué tantas ganas tienes de irte a vivir a San Petersburgo?

-Muchas...- dije, aún arrastrando las palabras y sin entender muy bien a qué se debía todo este show.

Sus ojos se estrecharon aún más y se enderezó. ¡Whao! No me había fijado en cuan cerca estábamos. Tomó una bocanada de aire profundamente y luego me miró fijamente frunciendo otra vez el ceño.

-No iremos a San Petersburgo. -no fue el hecho de no partir hacía aquel rumbo lo qué me hizo levantar las cejas; fue ese plural qué utilizo con la palabra "ir"

ENTRE RUSIA Y ROMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora