Recuperando a mi Enemigo

El odio de los Malfoy

Pov Harry

Un momento de silencio.

-Entonces, Harry –la voz de la señora Weasley había pasado de dulce y encantadora a seria y calculadora –Ron me comentó que planean no regresar a Hogwarts.

Ya me esperaba esto. Es más, Ron me había avisado que su madre posiblemente me cuestionaría lo mismo que les había preguntado a ellos. 

-Pues sí, antes de morir Dumbledore me dejó una tarea la cual aún tengo que cumplir –dije.
-Ok, ¿y cuál es dicha tarea?
-Señora Weasley, Dumbledore me dijo que no podía...
-¿¡Qué no podías que!? ¿Comentarles a los papás de tus amigos de qué forma sus hijos podrían llegar a correr peligro? No creo que Dumbledore te haya prohibido tal cosa –dentro de todas las reacciones que esperaba, no esperaba que la mamá de Ron explotara de tal forma. Nunca me había hablado de una manera tan impactante.
-No, señora Weasley, no –dije con voz queda –Dumbledore me pidió que no le contara a nadie, a excepción, claro, si quería, de a Ron y Hermione. Además yo no estoy obligando a su hijo a nada, y tampoco a Hermione. Ellos han tomado la decisión, es más, si fuera por mí les diría que se quedaran, que no hicieran nada aparte de mantenerse lo más lejos del peligro posible...
-Pero eso no va a suceder... -volvió a interrumpir Molly con voz de derrota -...Ellos nunca te dejarían solo –me sonrió con cariño.

Hubo otro momento de silencio. 

-Bueno, querido –dijo ella con un cambio de voz y actitud completo -¿Ayudaras con la preparación de la boda de Bill y Fleur?
-Por supuesto.

Ese fue el comienzo del pequeño periodo de autoritarismo de la señora Weasley; todo el día daba órdenes. Si cualquiera de nosotros acababa de hacer lo que nos tocaba, la señora Weasley nos daba dos trabajos más y una tanda de ropa sucia para lavar.

Para el final del tercer día toda la ropa de la casa estaba limpia, cada cuarto cuidadosamente arreglado (a excepción del de Ron) y los gnomos del jardín habían desistido a intentar permanecer en sus casas.

Comenzamos a sospechar que se acababan los trabajos del hogar cuando me tocó desempolvar cada hoja de los libros del pequeño estante de la sala, a Ron limpiar el exterior de la casa y a Hermione regar cada planta que estuviera a menos de dos metros de la casa.

Eso sí, había que reconocer que en ningún momento habíamos logrado reunirnos los tres y cada noche resultábamos tan exhaustos que lo único que lográbamos hacer era retirarnos a dormir.

Dos días antes de la boda, durante la comida, se presentó la excusa perfecta para lograr hablar con mis dos amigos. 

-¿Ya arreglaste tu cuarto, Ron? -preguntó su madre.
-No -una simple respuesta.
-¿Y por qué no, Ronald Weasley? -gritó enfuruñada su madre –pasado mañana tu hermano y Fleur se casarán y...
-¡Oh perdóname, pero no sabía que la boda sería en mi cuarto! ¿Dónde quieres que acomode las sillas? ¿Junto a mi cama? ¿Junto a la ventana? -preguntó de manera sarcástica -Tal vez si no hubieras estado tratándonos como esclavos habría tenido tiempo para limpiar mi cuarto...
-¡Ronald Weasley! -dijo Fred poniéndose en pie -¿Cómo te atreves a hablarle en ese tono a nuestra madre?
-A la señora que te crió -agregó George parándose junto a su hermano.
-La mujer que te ha dado todo lo que tienes -ambos se pusieron a cada lado de su madre, quien tenía cara de confusión.
-No gastes tu energía, madre nuestra. Deja que nosotros nos hagamos cargo de la situación -ambos tomaban turnos para hablar.
-¡Ronald!, a tu habitación. Quiero que quede impecable -dijo Fred.
-Y sin "peros", ni quejas -completo George.
-Harry, ¿acaso crees que por ser el "Elegido" no tienes que limpiar? ¡Acompaña a Ron y limpia, que tú también ensucias!
-Hermione, acompáñalos, sólo tú puedes mantener a esas bestias enfocadas en sus "tareas", pero quiero que sepas que si un solo calcetín queda fuera de lugar...
-Tu cabello será quemado...
-¡No! Tus libros serán quemados...
-Cada página. Y luego bailaremos en honor a Merlín en las cenizas de ellos -la cara de Hermione era de terror.
-Así que apúrense o sufrirán las consecuencias -lo que debía de sonar amenazante sonó alentador cuando Fred nos guiñó a los tres un ojo.