Entre guardapelos y lobos

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Pov Harry 

 ~unos meses después~



Pataleaba con todas mis fuerzas. No lograba realizar ningún progreso. La cadena seguía fuertemente enroscada a mi cuello; asfixiándome. 


El aire que había inhalado antes de meterme al agua había abandonado mi boca por completo. No me quedaba mucho tiempo. 


No había escapatoria. Éste sería mi fin; no podría enfrentarme a Voldemort, no podría salvar a nadie. Moriría dentro de una charca por culpa de un guardapelo.


Lentamente fui cerrando los ojos pensando en cómo había cambiado mi vida el día en que Hagrid se presentó frente a mí y mis tíos.
Siempre pensé que mi muerte sería ligeramente más heroica... o por lo menos, menos patética.
Todo se volvió negro.




Cuando recobré el conocimiento me hallaba tendido sobre la nieve. Miraba hacia el cielo estrellado. Sentía un frío mortal y no tenía fuerzas para moverme.
 ¿Cómo había sobrevivido?
¿Quién o qué me había salvado?

Comencé a toser violentamente expulsando lo último de agua que había tragado.

-¿Cómo demonios es que siempre te encuentras en situaciones así de peligrosas? –esa voz... era imposible -¿Por qué no te quitaste esa cosa antes de meterte al agua? 

Era él. 

Me levante preso por la emoción que me había causado escucharlo. 

Ron estaba sentado frente a mí, con la ropa mojada pegada a su cuerpo. El guardapelo en el piso cerca de su pie, la espada en sus piernas y una fogata a unos pasos de ambos.

No podía, ni sabía, que responder. El sentimiento de haber visto el patronus de la cierva no se comparaba al de la reaparición de mi mejor amigo.
Tomé mi ropa que había dejado en la orilla y ya cuando estaba vestido fui a abrazar al pelirrojo para después sentarme a su lado.

-Me salvaste...
-Obviamente, ¿qué esperabas que hiciera? ¿Dejarte morir? –preguntó.
-¿Por qué volviste?
-Pues... bueno, ya sabes... somos... ustedes... -empezó a decir –no soportaba la idea de dejarlos y decidí volver... si es que aún me quieren con ustedes.
-¿Bromeas? Claro que sí –dije muy alegre -¿Cómo nos encontraste?
-Eso es una historia más complicada, preferiría sólo contarla una vez: frente a ti y Hermione. ¿Cómo es que la espada acabó en la charca? –preguntó mirando al agua.
-Creo que quienquiera que haya hecho aparecer el patronus quería que la encontráramos –dije.
Nos quedamos callados.
-Ven –dije mientras tomaba a Ron de la mano y lo guiaba a una zona del bosque entre la charca y nuestro campamento –es hora de que acabemos con el horrocrux. 

Me ofreció la espada pero no la acepté.

-Toma la espada, Harry.
-No, yo no saqué la espada. Te toca a ti hacerlo; considérate con el honor de destruir parte de Voldemort.


Pero en el fondo sabía que no se lo ofrecía por esa razón. Sabía que tomando en cuenta la manera en que Ron se había ido, afectado y herido, tenía que ser él quien blandiera la espada y le diera fin al objeto maldito.


-Harry... yo... yo no puedo.
-¡Vamos!, claro que puedes.
-No, en serio.
-No es la gran cosa. Yo lo abro y tú le clavas la espada.
-No, no puedo. No lo entiendes... a diferencia de ti y de Hermione, el guardapelo me afecta... me afecta y mucho.
-Ron, yo sé que puedes.

El pelirrojo me miró y después de tragar saliva asintió.

-Está bien –dijo -¿Cómo vas a abrirlo?
-Parsel –dije de manera obvia –contaré hasta tres y luego le pediré que se abra.
Silencio.
-Uno –dije.
Ron agarró con un poco más de fuerza la empuñadura del arma.
-Dos.
Mi amigo inhaló y exhaló.
-Tres.
Con un movimiento rápido alzó la espada por arriba de su cabeza.
-¡Ábrete!

Click.

El guardapelo se abrió dejando a la vista dos ojos vivos, hermosos y fríos.
Los ojos del joven Tom Ryddle.

Recuperando a mi EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora