La Visita al Hospital

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   Todavía siento lástima por el pobre Walther Rodarte, nunca imaginó que encontraría tan cruel destino en un hospital. Bueno, mucha gente llega al hospital con peligro de muerte pero este no era su caso... su final va mucho más allá de algo tan banal como la muerte.

   Walther fue ingresado al hospital un día martes por algo muy "leve"; durante tres días presentó un cuadro constante de fiebre. No era nada alarmante pero requería de atención y monitoreo médico. Con el correr de los días tenía mejor pinta pero aun así la temperatura no bajaba. Al cumplir una semana en estas condiciones, ya era algo alarmante.

   Los padres de este joven, de aproximadamente 15 años, estaban sumamente preocupados al ver que los médicos no le hallaban la vuelta al asunto. Se encontraban sumidos en la agonía extrema al ver el progresivo e inexplicable decaimiento de su pequeño hijo.

   Ya era viernes e iba a pasar una semana completa internado, lo cual además de preocupante era costoso. Los padres exigieron que se le diera prioridad y que le hicieran los mejores exámenes para descubrir de una vez qué provocaba esto, dicho tratamiento implicó una fuerte dosis de tranquilizantes y antiinflamatorios para el pobre chico.

   Pasaban los días y seguían sin tener idea cuál era el causante de tanto alboroto. Entre tanto, Walther comenzaba a delirar, o eso creía, por las fuerte dosis de medicamentos: Un día estaba leyendo solo en su habitación, cuando de repente sintió que una sombra se movió en el rincón de la habitación, hecho que llamó de sobremanera su atención. Se incorporó y dejó de lado su libro para observar mejor, pero no había nada de nada. En la noche le comentó el hecho a sus padres, los cuales se miraron y creyeron que la fiebre y los medicamentos le estaban afectando.

   Días más tarde, luego de la cena, nuestro amigo se levantó al baño, para esto debía ir acompañado de una enfermera ya que Walther estaba conectado a suero y al desconocerse la enfermedad preferían no quitárselo en ningún momento. Ya dentro le pareció que alguien hacía ruido dentro de la ducha, como si estuviesen moviendo el champú y los jabones, le preguntó a la enfermera que lo acompañaba si había oído algo pero para su asombro la respuesta fue negativa. Quizá la enfermedad sí le estaba afectando sus cualidades mentales. Esta vez no le comentó nada a sus padres, pues solo él lo escucho.

   Alrededor del mes de encierro el pobre joven ya no aguantaba más, estaba muy cansado y mareado por el permanente paso de fuertes medicamentos a través de sus dilatadas venas. Walther solo quería volver a casa para poder ser feliz como antes; jugar fútbol y videojuegos con sus amigos, comer chatarras, estar todo el día junto a su perro, hasta extrañaba el colegio... o incluso prefería morir, lo que sea con tal de salir de ese tormentoso claustro. Era el infierno en vida para él. Durante este periodo además de los dos acontecimientos antes descritos, tuvo muchas otras experiencias extrañas: Un día mientras dormía su cama comenzó a moverse bruscamente, pensó que era un temblor pero era única y exclusivamente su cama. También por la tarde de la tercera semana comenzaron a caerse algunos objetos de su velador sin explicación aparente. Son solo algunos hechos, entre muchos otros, y siempre le sucedían cuando estaba solo.

   Un día, que no aguantaba más el encierro, decidió ir a dar una vuelta por el hospital, se preocupó de que ninguna enfermera lo viera, salió con su pedestal para suero a pasear por los tétricamente iluminados pasillos del recinto. No sabe cómo pero avanzó mucho sin ser descubierto. De hecho ya había olvidado por dónde venía, así que fue a buscar a una enfermera para que lo guiara, ya quería volver, pero pasaban los minutos y no encontraba a nadie, hasta que al final del pasillo vio a alguien vestido de negro. Lentamente se acercó lo más rápido que su estado le permitía, pero al tocarlo para que la persona se volteara tuvo la sensación más agobiante y devastadora de su vida. Él había... su mano había... ¡Había ATRAVESADO a esa persona! Pasó como si fuera agua. No alcanzó a ver si se volteó o cómo era realmente ese ente. Ante tal revelación salió corriendo despavorido como si su vida dependiera de ello; corrió, corrió y corrió hasta que tropezó con su pedestal y calló bruscamente al piso, perdiendo primero la respiración ante tal duro golpe seguidamente de la conciencia. Cuando despertó estaba nuevamente en su habitación, en el hospital, recostado en la cama, como si nada hubiera pasado. Walther tiritaba, temblaba ante tal horror. Era una experiencia incontable, y de todos modos si lo hacia no le creerían, además de ser tildado de loco. Decidió callar.

   Lo que más extrañeza le causó de su incursión, fue que nadie, ni sus padres, ni enfermeras, ni mucho menos doctores, le recriminaron su salida a escondidas. Fue como si de verdad no hubiera pasado o alguien "externo" lo hubiese traído de vuelta a la habitación. Era terrible el pesar que sentía en su mente; no poder contar un hecho tan tangible para él, pero irreal para el que no lo vivió. Tenía mucho miedo del lugar donde se encontraba, solo quería volver a casa y ser feliz, pero el destino es caprichoso. Luego de mucho pensarlo decidió contarles a sus padres, no importaba si le creían o no, solo quería liberarse del peso que le causaba todo eso. Obviamente no le creyeron, pero al igual que él compartían el deseo de marcharse luego a casa. Le prometieron que no pasaría de esta semana, descubrieran o no los médicos qué enfermedad tenía.

   La conversación con sus padres le dio mucho ánimo, después de mucho tiempo volvía a sentirse feliz. Sentía que podía aguantar ese tiempo en el hospital, con tal de ser libre nuevamente... pero no tenía idea qué era lo que le depararía esa "última" y mísera semana. El hospital apenas supo que su "inquilino" favorito se iría comenzó a manifestarse de gran manera: El primer día (miércoles) la televisión del aterrorizado chico comenzó a prenderse y apagarse por sí sola en la noche mientras intentaba dormir; el jueves nuevamente la TV perturbó a Walther, pero esta vez se cambiaba de canal sin razón; viernes su plato de comida simplemente no obedeció las reglas de la gravedad y salió despedido por los aires, volviéndose añicos al estrellarse con la pared, ante tal estrépito la enfermera a cargo corrió a la habitación pidiéndole muy enfadada una explicación del porqué hizo eso, el ya rendido chico mintió diciéndole que le picaba el cuerpo y, al rascarse, tiró accidentalmente el plato contra la pared. El sábado y domingo, días que estaba a toda hora acompañado por visitas, afortunadamente no le ocurrió nada. El lunes pasó algo terrible, pareciera que se juntaron los sucesos paranormales no ejecutados el fin de semana: Su cama comenzó a flotar por los aires a una considerable altura, casi golpeándose la cabeza con el techo, gritó con todas sus fuerzas por ayuda, la cual vino de inmediato. ¡Una enfermera POR FIN había visto algo! Pero quedó petrificada ante tal escena, cayendo de espaldas contra el piso. Su alegría duró solo instantes; la enfermera murió de una embolia cerebral ante la fuerte caída. Nuevamente nadie le creía, todos, absolutamente todos, creían que se había vuelto completamente loco. Pero ya solo quedaba un día. ¿Qué podía salir mal?

   Pero como dicen por ahí, lo mejor para el final ¿no? Era día martes, tan solo debía pasar UNA mísera noche más en ese infierno e irse a su amado hogar. Le pidió a su padre si esa noche podía ir a dormir al hospital para vigilarlo, éste obviamente le dijo que sí, pero que llegaría alrededor de las 21:00 horas. El día transcurrió bastante tranquilo y normal. Ya solo quedaba una hora para la llegada de su padre, al fin estaría a salvo. Estaba muy animoso sin saber que su felicidad nuevamente sería arrebatada de un momento a otro. No quedaba nada para el fin... hasta que se manifestó. De la algo negro apareció frente a su cama, era el ente de la vez pasada. Esto provocó que se sobresaltara por el miedo provocado. Comenzó a gritar y llorar, no quería vivir más cosas extrañas, solo quería irse a casa para volver a ser feliz. Nadie acudió a sus gritos. El ente se comenzó a desvanecer mientras se escuchaba una risa susurrante. Acto seguido el pobre chico salió despedido contra la pared, el dolor recorrió todos sus nervios... sollozaba y gritaba desesperado por ayuda pero nadie iba en su auxilio. Fue azotado nuevamente contra la pared, cada vez más ruidoso que el anterior, hecho por el cual no entendía cómo nadie venía en su socorro. Era terrible, los azotes cesaron pero Walther fue arrastrado afuera de la habitación. Se deslizaba por el piso hasta que llegó al fondo del pasillo. Nadie aparecía para ayudarlo, era desesperante. Hubo un ruido en un pasillo adyacente al que estaban, lo que al parecer provocó el espanto de tan sobrenatural fuerza que lo llevaba. Lo habían dejado por fin en paz, al parecer eran las enfermeras que estaban cenando. Ya eran las 9PM, su padre estaba saliendo del ascensor. El ser no podía dejar que su "amigo" se fuera, quería jugar para siempre con Walther. El joven al ver a su padre volvió a recuperar la esperanza justo cuando su perseguidor había huido, o eso creía. Miró con cara de suplica a su padre para que lo llevara a la casa. Su padre, Miguel, lo miró con una expresión de terror inhumana. Corrió desesperadamente hacia su hijo, como un velocista. "¡Walther cuidado, hay algo detrás de ti!". Fue lo último que escuchó nuestro joven amigo.

   Poco se supo de esa noche. El hijo nunca más se vio, mientras que el padre fue internado en un manicomio por su aberrante historia. El hospital fue extrañamente clausurado después de todo esto. Nadie se pronunció al respecto. El ente debe seguir buscando amigos en los hospitales. Y tú... ¿Has estado internado?

Historias Cortas de: Terror, Misterio y Suspenso Vol.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora