El boca a boca puede hacer mucho efecto difundiendo algún rumor, pero en este caso en particular lo que se tomaba como leyenda en este pequeño pueblo, era realidad. Las versiones de lo sucedido eran muchas, pero solo una real. Tan real como casi inimaginable. Algo inhumano, increíble.
Jonathan Guerra era el típico joven con un trabajo que consumía supuestamente ocho horas diarias, pero que debía quedarse hasta tarde por orden de su jefe. Obviamente sin paga extra. Era frío, malhumorado, antipático y muy distante con sus pares. Aun así, hacía bien su trabajo como vendedor de comida rápida en una cadena importante de su país. Claramente todo tiene un por qué en esta vida, y este caso no es la excepción: Jonathan se crio en un orfanato, donde los demás menores lo maltrataban, pero eso nunca influyó mucho en él. Lo que sí lo cambió por completo fue la causa de haber estado huérfano. Su padre era un alcohólico y drogadicto. Su madre, una ama de casa que debía soportar casi todas las noches los malos tratos de su esposo. La vida del pequeño Guerra nunca fue fácil, siempre tuvo que soportar esas escenas terribles, intentando taparse los oídos y tarareando una que otra canción para transportar su mente a otro lugar. Obviamente las secuelas claras de una disputa a golpes en el rostro y cuerpo de la madre hacían reflejar la terrible vida que llevaba Jonathan.
Pensarán que lo anterior es lo peor, pero hasta ese punto él todavía vivía con sus padres. Entonces... ¿Qué ocurrió? Para la mayoría de los niños en esta esfera terráquea en la que vivimos, incluyéndote (sí, tú, el que está leyendo esto), la Navidad es la época del año en que la unión de la familia hace pasar días increíbles. La gente disfruta de la puesta en escena que amerita una fecha como esta; donde casas, parques, calles e inclusive tiendas están adornadas con motivo de la festividad. Pero, para Jonathan no era así. Él no vibraba con el "espíritu navideño", sino que, por el contrario, se aislaba más de la cuenta. ¿Por qué? Antes de ser internado en el orfanato, se suponía que debía pasar Noche Buena con sus padres. No eran de muchos recursos, pero cuando querían algo lo lograban hacer; en este caso, una cena. La madre preparó todo para compartir esa noche. Jonathan se había puesto su abrigo de reno tejido por su mamá, tomando un chocolate caliente mientras esperaban a papá. Las horas pasaban y ya perdían las esperanzas. Cuando iban a retirar todo se abrió de golpe la puerta: "Jo-jo-jo... Feliiiz navidaah" – intentaba decir el padre, en obvio estado de ebriedad. La madre lo regañó, como todas las noches en que llegaba así. La reacción con la que se encontró no se la esperaba ni el más desconfiado: "Estoy haaaarto de ti, vieja intrusa. Solo arruinan mi vida... ¡Idiotas! Ya no quiero saber nada más de ustedes. Feliiiiz Navidaaah", estaba con un sombrero de Santa Claus. Luego de decir esas palabras fue a la cocina y volvió con un cuchillo. "¡HIJO, HIJO, CORRE A ESCONDERTE. PIDE AYUDA, PERO VETE!" – El pequeño no entendía nada, pero salió en busca de ayuda. Cuando salió de su casa solo pudo oír los gritos de su madre. Suerte tuvo que un vecino iba acercándose a su casa. Jonathan le hizo una seña, como si tuviese un cuchillo en la mano, mientras las lágrimas caían por su pequeño y angelical rostro. No entendía nada, pero sabía que algo terrible ocurría adentro. El vecino entró a su casa corriendo y salió con una escopeta. Rápidamente ingresó a la casa de Jonathan. Solo se oyó un estruendoso ruido. Jonathan mientras se acercaba a su hogar, poco veía por la oscuridad de la noche, pero buscaba cobijo en el que debía ser su refugio de tranquilidad y paz en esta noche especial. Cuando entró el pequeño, el vecino no se dio cuenta. Jonathan no dijo nada, sus lágrimas se habían estancado. Llorar no le valía. Alcanzó a observar unos veinte segundos la escena, hasta que el vecino lo sacó de allí para llevarlo a su casa: "Lo lamento pequeño, tu padre no era un buen hombre". Cualquier cosa que dijese el hombre sería inútil... estar en la posición de Jonathan era difícil, más siendo un niño. "Mamá... mamá..." – eran las únicas palabras que emitía el chico, y las únicas que dijo en un buen tiempo.
Luego de aquello, lo derivaron a un orfanato, donde fue víctima de diversos abusos de violencia física por parte de los demás niños. Esto, debido a su actitud introvertida. No hablaba con nadie. Quizás... ni siquiera con él mismo.
Cuando creció estuvo obligado a encontrar algo para hacer dinero. En este punto es donde empezamos, con su trabajo a tiempo completo como vendedor de comida rápida. Un trabajo perfecto para él, donde debía ser un personaje para poder interactuar con la gente que atendía; sonrisa plasmada, casi perturbante, y un ánimo en la voz casi anormalmente feliz. Con sus colegas era él, frío y aparentemente sin sentimientos.
Duró años en ese trabajo, hasta que un día, justo antes de Navidad, un cliente intentó entablar una conversación con él. "Eres el que mejor atiende aquí, supongo que te dejarán libre mañana, para disfrutar con tu familia". Jonathan no supo cómo actuar... o sí, en su mente solo había una opción: quitarse la máscara y ser él mismo. "Hey, ¿dije algo malo?", Jonathan se había quedado parado frente a su mesa, con la vista fría fijamente hacia el sujeto. "¿Aló? Reacciona muchacho. ¡Hey! ¿Alguien más puede atenderme?". Rápidamente llegó una chica, la cual apartó a Jonathan de la mesa y le advirtió al cliente lo poco que sabía de Jonathan: "Supongo que le habló sobre su familia, por favor discúlpelo". El tipo se enojó y emitió un grito de advertencia: "Oye amargado, tus problemas familiares no me incumben. ¡Que se pudra tu madre! Feliz navidad, idiota". Jonathan al escuchar esto se acercó nuevamente hacia él, mirándolo fijamente, casi penetrándolo con la mirada: "Tú serás el primero de muchos" – lo dijo casi susurrante; íntimo. Tiró su sombrero y camisa al piso, los cuales eran parte de su uniforme, y salió del local.
Después del altercado, Jonathan se quedó afuera para esperar al sujeto. Lo siguió hasta su casa y luego se marchó a la suya. De su clóset sacó el único recuerdo de sus padres: El gorro de navidad que llevaba puesto su padre cuando asesinó a su madre. Lo había guardado sin motivo alguno. Inclusive, se puede pensar que justamente ese objeto era el que debía eliminar de su vida, pero no. Quizás estaba destinado a usarlo... y así fue. Lo tenía en sus manos, mientras lo observaba detenidamente. Una pequeña risotada casi imperceptible se escuchó en la habitación. Una sonrisa efímera se vio en su cara. Procedió a ponerse el sombrero, el cual tenía unas salpicaduras de sangre seca. Tenía un plan, pero le faltaba el traje. Rápidamente se dirigió a una tienda para comprar una barba de Santa Claus, el típico traje rojo con blanco y mucho papel de regalo. En su casa se lo probó, le quedaba muy holgado. Sacó un cuchillo y salió con una dirección en particular: La casa del cliente que osó referirse de mala forma hacia él. Ya sabía dónde vivía, así que se le había facilitado el trabajo. Golpeó unas cuantas veces, y cuando abrió la puerta el tipo se percató que no había nadie. Jonathan se había escondido. Volvió a golpear y el sujeto volvió a salir. Ahora sí se encontraron frente a frente. "¡Jojojo, Feliz Navidad!", de inmediato se abalanzó sobre él tapándole la boca. Intentó forcejear pero no pudo. Jonathan sacó el cuchillo y comenzó a apuñalarlo múltiples veces, haciendo que salpicara sangre en todo su disfraz. La falsa barba ya era bicolor; roja y blanca. "Estoy harto de todos ustedes, malditos intrusos. Solo arruinan mi vida... ¡Idiotas! Ya no quiero saber nada más de este mundo. No quiero ver felicidad en esta fecha. Feliz Navidaaad". Cuando notó que su víctima ya estaba muerta, procedió a cortarlo en múltiples pedazos. Luego, con el papel de regalo que tenía, empezó a envolver todos esos pedazos y transformarlos en regalos navideños. Eso le demoró el tiempo necesario, pues cuando por fin había terminado ya era de noche... Noche Buena. En una bolsa que encontró en la casa del difunto, echó todos los regalos. Lo siguiente fue macabro: Recorrió el pueblo dejando los paquetes en casas aleatorias. Jonathan se sentía bien. Sí... me sentía muy bien.
La mañana siguiente fue especial, sabía que debía huir, pero me quedé para saber cómo reaccionaría la gente ante tales regalos. Por fin, después de tantos años, la felicidad volvía a mí. Sabía que era lo único que me llenaba, así que decidí que cada Navidad haría lo mismo. Pero, necesitaba un propósito, así que a cada pueblo que iba en esas fechas, buscaba algún padre de familia que fuese como lo fue el mío. El elegido sufría el mismo castigo que el de la historia. La satisfacción solo la puedo sentir una vez al año. Mi traje tiene un tono rojo oscuro, casi negro en algunos sectores. La barba también. Pero, ahora dejo un bonito detalle a mi víctima... un sombrero de Santa Claus en su cabeza. Así que... el que esté leyendo esto, espero que no hayas recibido un regalo mío, pues nunca se sabe de dónde será mi próxima víctima. ¡Jojojo, Feliz Navidad!
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Historias Cortas de: Terror, Misterio y Suspenso Vol.1
Horreur¿Quieres dormir esta noche? Con estas historias no lo podrás hacer. *Segundo Lugar Elune Awards 2016*