~Capítulo XI - En cenizas segarás~

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El drama nace de esa lucha agoníca,
entre la esperanza y la desesperanza,
En la que la fé desempeña un papel, me imagino.
Mircea Cârtarescû.

  Era un día maravilloso, y la ciudad bullía con la actividad habitual durante la temporada. Rize dejó escapar una pequeña sonrisa, era feliz sin duda, no existía otra definición para clasificar lo que sentía; tenía un hogar, a Catherine y a él. ¿Qué más podía desear?
A Catherine le gustaba caminar sola, era rápida y curiosa por lo que siempre debía estar muy atenta a ella. Algo normal en una niña de cinco años, para ella el mundo era como un lienzo en blanco. Miraba todo con sus grandes y dulces ojos, en los que no había rastros de violencia o de maldad. Catherine....Su hija, era como una versión en miniatura de si misma excepto en la personalidad, en ese aspecto era como su padre; Hayashi Yuma, un ilustrador de renombre, alegre, pacífico y compasivo. El hombre de quien se enamoró. El hombre quien aceptó su pasado y le regaló un futuro.
El cielo se nubló, y el sol del mediodía desapareció de la calle. Ahí, estaba el segador blanco frente a ella. <<¿Por qué?.....¡¿por qué ahora?! No....por favor. Esto no es más que una burla cruel ¿cierto?>>
Cazar no solamente era divertido sino extrañamente fácil. Un juego en que siempre había ganado. Ésta vez era diferente, ella era la presa. ¿Tendría una muerte diferente y más dulce? ¡Más dulce! Vaya estupidez.
   -¿Mamá, quién es?
Fue aquella voz suave e infantil la que le infundió coraje y una fuerza que nunca había sentido antes. Ya no solamente era ella, ahora tenía alguien a quien debía proteger con su vida. Mataría a quien se atreviera a lastimar a Catherine. La ocultó con su cuerpo y tal como esperaba Arima Kisho liberó su quinque. Luego silencio, solo silencio. Algo había cambiado en aquel hombre; tristeza y confusión fue lo que vio reflejado en su ojos. Después como si no la hubiera visto guardó su quinque y simplemente dió media vuelta desapareciendo de su vista. ¿Esto había sido un aviso?
Rize atrajo a Catherine bruscamente hacía si y la estrechó entre sus brazos con toda su fuerza como si quisiera ahogarla.
    -Mamá me haces daño.
   -Lo siento pero es que mamá te quiere mucho.
    -Yo también te quieroooooooo mamá- respondió Catherine, dejando escapar una risa llena de alegría.
    -Es hora de volver a casa.
   No pudo decir una palabra más, entonces lo entendió, la razón por la que Arima Kisho las dejó ir; Furuta venía por ella. Pero el descubrimiento solo condujo a la desesperación. Con la palma de la mano secó las lágrimas que escaparon de sus ojos y cargó a Catherine. Debía aprovechar el tiempo que le quedaba.
   Al llegar a casa Catherine no tardó en caer dormida, a Rize le encantaba observarla mientras descansaba; parecía una princesa, tan hermosa y tranquila. Entonces la desesperación se apoderó de ella, comenzó a llorar al principio de una manera casi inaudible, se sentía completamente desesperada. Comprendió que el juego había terminado, sus pecados venían a reclamar no solo su vida sino de las dos personas que más amaba en el mundo. En medio del caos de sus pensamientos, escuchó los pasos presurosos y, luego ese aroma que tan bien conocía penetró en sus sentidos. Yuma se le acercó y llevó su cabeza a su pecho y  como hombre inteligente que era, en tono sosegado y cariñoso empezó a decirle:
   -Todo estará bien, Rize.
  -V me ha encontrado. Lo siento tanto, por mi culpa....
  -Acepté compartir tu destino cuando te hice mi esposa, mi mujer. Ambos sabemos que no podemos escapar pero Catherine...ella podemos salvarla.

La voz de Yuma era muy dulce, pero no pudo añadir ninguna palabra más. Un silencio pesado, molesto, cayó como una manta. Rize se volvió hacia Catherine, se agachó para besarla; respiró su olor una última vez y en un susurro le dijo:
   -Mamá siempre estará contigo. Hasta nunca...
     Rize comenzó a temblar. Yuma le rodeó con sus brazos y, apretó su boca contra la suya. Un beso que, por unos instantes, le hizo olvidarse de todo. Yuma sonrió con ternura, con una expresión soñadora, mientras le acariciaba el cabello dijo:
   -Estaremos juntos incluso después de la muerte.

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