Porque ya no moriremos solos;
Sobre todos caerá la lluvia de sangre.
Teorema de Pitágoras.—Son ustedes, investigadores ghouls, los dementes, asesinos por vocación y libre elección. Una forma tan innoble de locura. En sus academias lo enseñan y se reciben como dementes.
Kaneki suspiró. No era un investigador, ya no más. Ahora era un agente de V, o, en otras palabras un ejecutor. Aunque en esencia era lo mismo, un asesino. Esa fue la condición que se le impuso para seguir viviendo; sangre, carne y desesperación ajenas. Pero aun así, le molestaba ese tipo de personas que creían ser los buenos.
—Con el respeto debido señor, todos estamos dementes. Ahora procederé a hacer mi trabajo.
Y lo hizo con aquella calma fría y serena que otorga la conciencia de la experiencia y del propio poder.
Ahora sabía lo que era capaz de hacer y cómo hacerlo.
Ya no era aquel chico lleno de miedo e inseguridades. Ahora prefería lastimar a otros que permitir que lo lastimaran. Después de todo hacer daño a otros era una forma de conocerlos mejor.
Su último objetivo se estremeció un instante después de haberse desplomado y golpeado la cabeza contra el suelo. Kaneki lo observó por unos minutos tratando de sentir culpa por quitarle la vida.
No fue capaz de sentir nada.
Era simplemente un prisionero, un condenado que no tenía esperanzas y cuyas condiciones actuales le parecían normales, tanto que hace tiempo habían dejado de importarle.
Comenzó a comer.
Su hambre parecía insaciable. Más, más, más, más ¡Necesito más! . Pero no era su hambre ni su necesidad. Y sin embargo debía cumplir con aquella demanda, si quería que él o ella tuviera más oportunidades de sobrevivir y poder sostenerle entre sus brazos.
El amor definitivamente era egoísta.
Una vez terminada su tarea, Kaneki se deslizó acompasadamente entre la débil luz otorgada por la luna, sin prisa, observándo la decadencia y melancolía que se desprendía de aquella ciudad muerta. Y no pudo evitar pensar en su tormento y obsesión; Arima Kishō, porque eso era lo que provocaba su presencia en el mundo.
<<¿Dónde se encontraba en estos instantes? ¿Qué pensaba, que sentía?
Ambos eran seres calculadores, todo lo planifican cuidadosamente, y sin embargo esto nunca lo hubieran previsto mucho menos planificado. Una variable que se había salido completamente de su control. Además estaba Rentō, no habían tenido otra opción que entregarla a V. Quién se hubiera imaginado que era hija de Furuta.
Llegó al punto de reunión donde se suponía que ya se encontrarían los otros ejecutores. Sin embargo el lugar estaba desierto como el resto de la ciudad.
Entonces lo escuchó. Aquel ruido seductor, enloquecedor; la promesa de la sangre.
El dolor que había estado apagando, se convirtió en una llama viva. Podía olerlo. El óxido de la sangre combinado con el aroma de la carne. Kaneki no pudo evitar apretar los dientes y lanzar un suspiro de rabia.
¡Esa maldita necesidad! ¡Tan apetitosa como horrible!
—Solo un bocado más, después de todo lo merezco. —dijo riéndose y estremeciéndose-Lo merecemos.
Al llegar al lugar, su mente tarda unos minutos en procesar lo que ve; Arima Kishō en su ineludible crueldad y a sus pies los cadáveres de sus compañeros o mejor dicho vigilantes.
Hay sangre por todas partes, un resultado natural debido al estilo de lucha de Arima; una mezcla de brutalidad y de movimientos rápidos. Un silencio abrumador se instaló entre ellos, mientras son envueltos en el olor de la muerte y el frío. Porque eso es lo que provoca la presencia de Arima Kishō en el mundo; muerte, silencio y frio.
Y sin embargo volver a verlo después de tanto tiempo despertó en él una especie de desesperación. Le dolía la garganta y sentía un vacío en el estómago. Tuvo ganas de llorar pero en seguida se contuvo.
Arima lo observó como si nunca lo hubiera visto antes, con la curiosidad del primer encuentro.
—Haise. —Lo llama finalmente.
—La condición de tus ojos es realmente terrible Kishō —respondió Kaneki sin alterarse, como si hubiera esperado su presencia, y añadió con amarga sonrisa— De cualquier forma, ¿qué haces aquí?, Yoshitoki dejó claro que no debíamos estar juntos sin vigilancia.
—He venido por ti.
—Pensé que me odiabas.
—El odio ciega. Ahora te das cuenta, ¿no es así, Kaneki?
En su actitud no había ira, ni desprecio, y por supuesto nada de miedo.
—Demasiado tarde.-contestó Kaneki con una vaga sonrisa de nostalgia, al sentir como la mano de Arima se acercaba sigilosamente a la suya y la apretaba.
—Hemos fracasado en muchos aspectos, pero no podemos fracasar está vez.
Entonces la verdad se le apareció como una tormenta.
—¿Me vas a ayudar a escapar?
—No, estamos escapando.
A Kaneki no se le ocurrió nada para replicar a aquello; estaba demasiado sorprendido. Esto no era posible, Arima no podía haber dicho eso. Sin embargo, la respuesta fue demasiado enfática para que hubiese alguna duda. Arima lo guió en la oscuridad, llevándolo rápidamente por entre los callejones hasta llegar a la zona del puerto, donde se refugiaron en unos de sus tantos edificios. Y sin decir palabra permanecieron bajo la luz de la luna durante minutos enteros. Kaneki se limitó a observarlo con detenimiento, en Arima no había sufrimiento ni drama. Parecía siempre ajeno, reservado y distante, como si encerrara todo el misterio y belleza del mundo.
¿Qué se podía obtener de una persona así?
—¿Quieres casarte conmigo Kaneki Ken? —Preguntó abruptamente Arima, con aquella tranquilidad tan poco natural.
Si su situación no fuera tan poco esperanzadora, Kaneki se echaría a reír.
—No puedes hablar en serio, ¿aún en esta situación quieres casarte conmigo? —preguntó con un brillo malicioso en los ojos.
—Ese es mi deseo, ¿no es el tuyo?
Su buen humor se esfumó. Apareció el miedo.
—Te engañe con Furuta. -afirma; su mirada se cruza con la de Arima. No pudo sostenerla.
Arima pensó por un momento y entonces apareció una extraña sonrisa en su rostro; una sonrisa que parecía congelada.
—No creo que eso califique como "engaño". Me parece que sólo estabas jugando para aliviar tu soledad.
—¿En verdad eso crees, Kishō?
En ese momento Arima oprimió la muñeca de Kaneki, y aproximando los labios a su oído, le respondió:
—Sí, eso es lo creo.
—De cualquier manera, ¿cómo pretendes que nos casemos? —preguntó kaneki con un tono de burla—, No hay quien oficie la boda, ni testigos...
—Solo son formalidades —lo interrumpió-, y además no necesitamos más testigos que nosotros mismos. El matrimonio es una promesa solo entre dos personas.
—Es una estupidez Kishō.
Arima rodeó con los brazos, su cintura y lo atrajo hacia él. Kaneki se estremeció, sintió miedo. El "amor"no le había dado más que crueldad y dolor. Se apartó inmediatamente de Arima, y con la misma rapidez con la que Kaneki se apartó, Arima volvió a sujetarlo.
—Basta de huir, Kaneki —dijo en un tono enloquecedoramente tranquilo y añadió lentamente— debes decidir ahora.
Tras humedecerse los labios; respondió:
—Si yo quisiera saltar ahora, ¿saltarías conmigo Kishō?
—Sí, lo haría.
Kaneki posó los labios sobre los de Arima.
—Entonces es una promesa entre los dos. —sonrió con los ojos, disfrutando de aquel momento. Arima era el hombre al que amaba, a pesar de haber intentado con todas sus fuerzas de no hacerlo.
—Sí, sólo entre nosotros.-había una leve sonrisa en el extremo de su boca. —Ahora, debemos irnos.
En Arima simplemente no había ningún tipo de duda. Lo había decidido. Y Kaneki lo siguió mientras sus manos se entrelazan casi sin darse cuenta, aferrándose a su última esperanza; quizás en el final de la desesperación, recibiría el perdón por su demencia.
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Requiem
Fanfiction"Los recuerdos son arrastrados por la lluvia volviendo a su cauce. Un pasado borrado y unos recuerdos perdidos vuelven a la mente una vez más." Haise es herido de gravedad y llevado al hospital del CCG pero cuando despierta ya no es más Sasaki Ha...