Ella, la manzana de la discordia - the originals

Sangre

—¿Porque me salvaste?

—Porque tu hiciste lo que haría yo por quienes amo.

Solo podía mirarla, tuve ganas de morderla de desangrarla pero no quería, quería probar sus labios, quería sentirla gemir y temblar debajo de mi, hacia mucho que no sentía tanto deseo por una mujer pero no era momento de pensar en eso, necesitaba respuestas y por ahora sólo ella podía dármelas.

—¿Tienes hambre?

Asentí y caminé hacia ella.

—Aliméntate de mi, después de todo es mi sangre la que has estado tomando.

Tomé su muñeca y la mordí, no podía quitarle la mirada de encima, su respiración se intensificó junto a la mía, terminé de beber y mordí mi propia palma para sanar la herida que le hice pero no quiso.

—Cuando tu familia regresó, todos temieron lo peor una nueva guerra que se avecinaba, todos sabían que Marcel era el nuevo híbrido y que al volver la familia original todos entrarían a batallar y las brujas y los lobos volverían a la ciudad junto con ellos pero no ocurrió, extrañamente el exilio continúo y sólo mi familia pudo regresar bajo la condición de ser un puente entre ellos y nosotros...

Tomo aire y continuó

—Pero no fue así, mi familia fue masacrada como ejemplo y quedé yo huérfana y con la responsabilidad de vengar a los míos mientras veía a mi hermano crecer cómo uno de ellos, lo que nunca supieron es que quedé con los diarios y libros de hechizo de mi madre en mi poder así fue cómo descubrí que ellos obligaron a mi madre a poner hechizos que solo ella pudiera revertir en el complejo sobre tu prisión y a mi padre a buscar a los alfa restantes y  asesinarlos, pero para ese entonces ya ellos estaban muy lejos y sólo las mujeres hallamos sus cuerpos pero nunca encontramos a mi hermano hasta que lo vi con ellos, Marcel y Rebekah jugando a la familia feliz con un niño robado.

—Ellos entonces nunca intentaron sacarme de allí ¿verdad? sellaron con magia mi prisión para que nunca pudiese salir.

La traición no era desconocida para mi y menos por parte de mi familia,yo mismo atravesé sus pechos con una daga incontables veces y muchas otras ellos fueron a mis espaldas pero nunca resultó, hasta ahora.