Capítulo 1

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Levanté la pistola, respiré hondo y apreté el gatillo.

―Beth, tía, un poco de puntería ―escuché decir a Oksana y yo fruncí el ceño.
―¿Cómo cojones quieres que tenga buena puntería así, de buenas, cuando jamás la he tenido, lista? ―exclamé frustrada y Jonan vino hacia mí.
―A ver, ponte en posición ―dijo, mientras yo hacía lo que me pedía.

Me rodeó con sus brazos por detrás y puso mis brazos de forma que la pistola apuntara hacia la cabeza del maniquí con el que estábamos entrenando.

―Ahora, cierra los ojos e imagina la trayectoria de la bala que vas a disparar ―susurró en mi oído―. Imagina que la bala entra en el cráneo del maniquí ―añadió y yo quedé impactada por sus palabras, pero hice lo que me pidió.

Cerré los dos ojos y, sujetando la pistola con fuerza y ambas manos, imaginé que la bala entraba en el cráneo del maniquí. Y, sin quererlo, mi dedo apretó el gatillo, haciendo que la bala saliese disparada a la cabeza del maniquí, dejándole un agujero justo en medio de la frente.

Al abrir los ojos, me percaté de que Oksana y Jonan me estaban aplaudiendo.

―¿Lo he hecho? ―inquirí, aún sin poder creérmelo.

Oksana asintió con la cabeza y yo salté de felicidad. Después, bajé el arma y le sonreí; ella me devolvió la sonrisa.

―Recuerda algo ―dijo―. La bala siempre traza una trayectoria recta, lo que quiere decir que donde sea que apuntes irá; tan sólo debes imaginar que entra en el cráneo de tu adversario y, si te concentras bien y, consigues mejorar tu puntería, lo matarás ―me explicó.
―Tía, ¿era necesario lo de «lo matarás»?
―Sí, era necesario ―rio ella.

Acto seguido, cogió su pistola, sujetándola con sólo una mano y disparó tres veces a su maniquí: en la frente, en el corazón y en el estómago.

―Esos son los sitios más mortales ―dijo, mirándome a los ojos fijamente.
―Si disparas ahí, lo matarás rápido y sin que sufra ―añadió Jonan.
―Pero, el estómago es más lento y doloroso que el corazón o el cráneo ―rectificó Oksana, y Jonan la corroboró.

Asentí con la cabeza y me puse en posición, pero cogiendo la pistola con ambas manos, ya que no me veía capaz de disparar con una como hizo Oksana.

Cerré los ojos y me imaginé cómo las balas entraban en el corazón y en el estómago. Apreté el gatillo y abrí los ojos, sintiendo una alegría repentina al descubrir que lo había hecho bien.

―Parece que ya le has pillado el truco ―dijo Jonan, a lo que Oksana y yo reímos.
―Sí, parece que sí ―reí y entonces miré a Oksana―. No parece tan difícil como me dijiste ―le arrebaté.
―Claro ―rio―, disparar es fácil cuando sabes que a lo que disparas ya está muerto ―añadió, algo fría, dándose la vuelta para entrar en la casa que compartíamos y yo fruncí el ceño.
―Vale, ahora que ya dominas más o menos bien lo de disparar de lejos, vamos con los disparos de cerca ―dijo Jonan, distrayéndome momentáneamente del enfado inesperado de Oksana.

Asentí con la cabeza y respiré hondo, acercándome al maniquí. Jonan se acercó a mí.

―¿Oksana no te ha dicho que mató a un chico la otra noche? ―me preguntó Jonan, a lo que yo negué con la cabeza abriendo mis ojos cuales platos.
―No, no me lo había dicho ―respondí frunciendo el ceño―. ¿Cuándo fue eso?
―La noche que me llamó ―vi que tragaba saliva―. Estaba muy nerviosa y seguramente llorando, me dijo que tú estabas durmiendo y que alguien había entrado aquí ―señaló el jardín donde estábamos―. Dijo que se había visto obligada a dispararle. Después, lo hechó fuera y lo tiró a los contenedores de basura. Volvió antes de que despertases, cuando ya se había calmado. Supongo que no te lo dijo para no alarmarte.

Escuché su relato atentamente y me quedé mirándolo, sin saber qué decir.

Oksana mató a alguien y, mientras, yo estaba durmiendo. ¿Qué hubiese pasado si no lo fuera matado? ¿Qué hubiese pasado si hubiera sido yo quien estaba despierta y no ella? ¿Habría yo podido dispararle? No, así que no sé qué pensar. Agradezco a Oksana lo que hizo, probablemente ahora ya estaríamos muertas si no lo hubiese hecho.

―¿Por eso estás aquí? ¿En cuánto te llamó y te lo explicó volviste? ―inquirí y él asintió con la cabeza.
―Sí. Huí de la central donde estábamos e intenté llegar lo más rápido posible. Quizá ahora me estén buscando, pero prefiero eso que no dejaros solas ―explicó y yo le abracé, conteniendo las ganas de llorar.

―¿Sabes algo de Rocky? ―pregunté al separarme de su abrazo.
―No ―vi miedo en sus ojos―. No sé nada de ella; ni dónde está, ni con quién, ni si está bien...
―Seguro que sí...
―Beth, bien sabes que ella no sabe cuidar de sí misma. ¿Y si está capturada?
―Seguro que no, Jonan, seguro que está bien ―le sonreí, intentando tranquilizarle, pero si llego a saber lo que pasó a continuación, no hubiese abierto la boca.

Colocó el maniquí de forma que pudiésemos disparale de cerca, justo cuando escuchamos el motor de una furgoneta. Ambos giramos nuestras cabezas hacia la furgoneta que tenía Jonan, la cual estaba apagada. Si no era la suya, ¿cuál era?

Oksana salió de casa corriendo y nos llamó.

―¡Vienen a por nosotros! ―gritó, por lo que yo me asusté.
―¿Qué dices? ―grité, cagada de miedo, y Jonan me cogió del brazo, sacando las llaves de la furgoneta y abriéndola, me metió en el maletero y Oksana entró justo después de mí y acompañada de dos grandes bolsas.

Cerró una puerta a la vez que Jonan arrancó la furgoneta y salimos a la carretera, es decir, fue como un intento de suicidio.

―¡¿Jonan, estás loco o qué?! ―le grité.
―¡Cállate! ―me gritó Oksana―. ¡Coge tu pistola y dispara, ¿o acaso quieres morir?!

Negué con la cabeza y cogí mi pistola. Vi que Oksana sólo había cerrado una puerta de las dos que habían en el maletero, y ella estaba escondida detrás de la que estaba cerrada.

―Vale, escúchame, Beth ―dijo―. Debemos disparar a las cuatro ruedas del coche y la furgoneta que llevan ellos, así que dispara tú a las cuatro de delante, yo me encargo de las traseras ―me explicó y yo abrí mis ojos.
―¿No crees que estás pidiéndome mucho?
―Beth, puedes hacerlo ―escuché a Jonan―. ¡Dispara!

Me concentré en sus palabras y centré mis pensamientos en disparar a las ruedas delanteras del coche, que es el que iba justo detrás nuestro. Disparé dos veces, pero una de ellas no dio a ninguna rueda, sino a la carretera. Disparé de nuevo y acerté en las ruedas que me faltaban. La furgoneta maniobró para no chocar con el coche, girando a la derecha, lo cual nos dejó vista libre a Oksana y a mí para ver quién iba en el coche.

Casi me desmayo al verlo.

Ese fue el fin de nuestro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora