Capítulo 7

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A la mañana siguiente, cuando intenté abrir los ojos, me di cuenta de que la cabeza había decidido petarme y, obviamente, el dolor que sentía me complicó tanto el hecho de tener que levantarme de la cama que me rendí y dejé de intentarlo. Decidí justo en ese momento que mañana iba a ser otro día y que, si en aquel día yo no podía hacer nada, no haría nada.

En el silencio más absoluto, empezó a sonar un móvil, estaban llamando a alguien. Quizá no era un sonido estridente, pero estar en la peor resaca de tu vida, hacía cualquier sonido, por mínimo que fuera, estridente. Odié esa canción al segundo de identificar cuál era.

―¡Me cago en tu puta madre, Jonathan, apaga el puto teléfono! ―oí gritar a Oksana, chillido que consiguió que mi cabeza doliese un poco más.
―¡Cállate! ―grité yo―. ¡Me petará la cabeza como vuelvas a gritar! ―añadí, cerrando los ojos con fuerza.
―¡Calma, ya cuelgo! ―exclamó Jonan, quien, por el tono de su voz, pude notar que también estaba en la mierda.

De repente, el silencio volvió a apoderarse del gimnasio. Pero tardó poco en romperse de nuevo.

―¡Apaga el puto teléfono! ―grité, quería dormir y despertarme al día siguiente, no quería volver a escuchar esa puta melodía de nuevo.

Noté que alguien roncaba. Oksana no podía ser, no tenía la capacidad de dormirse tan rápido. Jonan tampoco podía ser, él era el responsable de que sonase el teléfono. Y yo tampoco era, porque estaba despierta, sino no hubiese gritado. Así que, ¿quién era?

―¿Quién huevos está roncando? ―oí preguntar a Oksana.
―Yo no ―dijimos Jonan y yo al unísono.
―Pues yo tampoco ―dijo ella a lo que yo reí irónicamente.
―Júramelo, pensaba que eras tú, que estabas hablando en sueños, no te jode ―puse los ojos en blanco, sentándome con lentitud en la cama.

Miré a Kilian cuando recordé que aún estaba ahí.

―¡Es él! ―reí, frotándome la frente con una mano.
―¿No se ha enterado de nada? ―inquerió Jonan a lo que Oksana negó con la cabeza.
―Este hombre tiene un sueño más profundo... ―negó con la cabeza, riéndose.

A los pocos minutos, volvió a sonar el móvil.

―¡Hostia puta, Jonan, coge el teléfono y mándalo a la mierda! ―dijo Oksana.
―Es que pone que es un número desconocido ―dijo él, encogiéndose de hombros.
―¿Quieres que lo coja yo? ―inquerió ella y yo reí; si Jonan aceptaba, la persona que había al otro lado de la llamada iba a cagarse en su madre.

Jonan aceptó tendiéndole el teléfono a Oksana, quien carraspeó. Yo sentí lástima de la persona que había al otro lado de la línea.

―¿Sí? ¿Quién es? ―preguntó, tan directa al grano como siempre―. No, no soy Jonan ―la vi poner los ojos en blanco ante esa estúpida pregunta―. Sí, sí lo conozco, ¿quién eres? Bueno, es que me da igual lo que quieras, te digo que éstas no son horas de llamar a nadie. ¡La gente duerme, ¿sabes?! No, no es tu culpa que tengamos resaca, pero tampoco es mi culpa que Jonan no quiera cogerte el teléfono y deba hacerlo yo para callarte la boca y conseguir dormir un poco más ―dijo toda indignada y, pocos segundos después, empezó a reír cual loca era―. ¡No! ―carcajada―. ¡No soy su novia! ―otra carcajada más―. Dime ya quién huevos eres ―exigió una vez dejó de reírse. Qué bipolar era esa mujer―. ¿Katya? ―miró a Jonan, por lo que supuse que no sabía quién era esa tal Katya―. ¿Una amiga suya?

Miré a Jonan, quien asintió con la cabeza lentamente.

―Pásamela ―dijo a lo que Oksana negó con la cabeza.
―Sí, ahora te abre la puerta ―aceptó irónicamente Oksana poco después.

Ese fue el fin de nuestro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora