Capítulo 6

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Hacía media hora que había empezado a llover y, aproximadamente, hora y media desde que Jonan se había ido.

Me había recorrido el colegio dos veces. Había investigado el gimnasio, que sería donde dormiríamos; la sala de música, donde quedaban pocos instrumentos y, uno de ellos, era el piano, con el que toqué un trozo de la canción con la que me dormía de pequeña; el patio, justo antes de que empezase a llover, que era donde más recuerdos de mi infacia tenía, ya que había, prácticamente, un drama cada día cuando yo estudiaba; y la consergería, que era donde había estado cotilleando qué niños estaban haciendo clases en ese colegio justo antes de que Vanessa Werst diese el golpe de estado y arrebatase a todos esos niños sus padres y los reclutase para ser copias.

Justo cuando salía de consergería, Jonan entró en el edificio por la puerta que daba al patio, dándome a entender que ya había aparcado la furgoneta en él.

―¿Dónde está Oksana? ―me preguntó y sentí algo de rabia interior, pero intenté disimularlo.
―No sé ―me encogí de hombros―. ¿Por qué?
―Necesito que me ayude a subir la compra.
―¿Y no puedo ayudarte yo? ―fruncí el ceño, pero él volvió a encogerse de hombros.
―No creo que puedas con según qué bolsas ―dijo, restándole importancia.
―Bueno, pero habrá alguna con la que sí pueda, ¿no crees?
―Supongo ―susurró y yo puse los ojos en blanco, empezando a subir las escaleras para alejarme de él y poder tocar de nuevo la canción de antes.
―Está en el gimnasio, ayudando a Kilian a preparar los colchones para poder dormir ―le informé y desaparecí por el final de la escaleras, donde él ya no podía verme.

Me estaba empezando a cansar de que ambos me limitasen por el hecho el haber matado a Zoey. Sí, me sentía algo mal por ello, pero no era nada que me impidiese seguir con mi vida normal. Si yo no lo sentía así, ¿por qué mierda ellos sí?

Me dirigí hacia la sala de música de nuevo, cerré la puerta y toqué nuevamente la canción con la que mi madre me acunaba de pequeña.

Poco después, Jonan entró en la sala y cerró la puerta tras él. Llevaba algo en la espalda, pero no pude deducir qué era.

―¿Qué ha pasado? ―me preguntó, a la vez que yo respondí negando con la cabeza―. ¿Annabeth? ―insistió y yo suspiré.

Bufé y le expliqué por qué Oksana y yo estábamos así. Él negó con la cabeza y pude ver una leve sonrisa en sus labios, a lo que yo levanté una ceja.

―Eso es una gilipollez ―dijo riendo levemente y yo lo fulminé con la mirada.
―No, no es ninguna gilipollez ―arrebatí―. No podéis limitarme por el hecho de haber matado a alguien ―bufé y él me miró a los ojos.
―Beth, todos sabemos que eres débil de mente ―dijo y yo apreté mis puños.
―Eso no quiere decir que matar a alguien que se lo merecía me haya limitado porque "me sienta mal por haberlo hecho", sois vosotros quienes me limitáis ―me quejé.
―No te estamos limitando, o al menos no aposta; el hecho de que te ahorremos según qué trabajos es porque sentimos que, al estar reciente el hecho de haber matado a Zoey, es mejor que no hagas esfuerzos mentales ni físicos ―me explicó y yo suspiré.
―Yo me siento bien.
―Y no te lo discuto, pero si Oksana se sintió mal, a lo mejor piensa que tú te sientes igual o peor ―se encogió de hombros.
―Tú también me has limitado antes ―solté y él puso los ojos en blanco.
―Coño, porque no quería hacerte subir bolsas, pensé que no te importaría que lo hiciese Oksana, además ¿qué más da? ―frunció el ceño.

Bufé y le miré a los ojos.

―No seré yo quien se disculpe primero ―le avisé―. Me dijo que no era necesario que disparase.
―Quizá por eso está a la defensiva ―dijo él.
―¿Cómo? ―fruncí el ceño, obviamente sin entender.
―Que a lo mejor piensa que te sentiste obligada a disparar, sólo para salvar su vida ―se explicó y yo fruncí el ceño.
―¿Por qué iba a pensar eso?
―Porque es Oksana ―rio y yo apreté mi mandíbula―, y es fan de montarse sus paranoias.

Me pasé las manos por la cara y respiré hondo, frustrada.

―Mira, he traido alochol para distraernos, Oksana está esperándonos en el patio ―dijo, tendiéndome su mano, la cual cogí y me levanté, caminando hacia fuera de la sala.

Llegamos al patio, en la parte que estaba cubierta por un techo, para no mojarnos con la lluvia, ya que llovía bastante, parecía que el mundo fuera a acabarse.

Respiré hondo y miré a Oksana, quien me devolvió la mirada, cogí la botella que me tendió Jonan y pasé de decirle nada a la chica más orgullosa que conocía.

Con el alcohol solamente había tenido una experiencia y recuerdo que no había tenido aguante ninguno pero, admito que, en ese momento, necesitaba distraerme de la realidad, así que miré la botella que me había dado y la destapé, empezando a beber sin pensar.

Sin poder llegar a beber 1/4 de la botella, Jonan me la apartó de los labios y rio.

―Beth, tranquila, que hay que compartir ―dijo riendo.
―Nah, yo quiero emborracharme ―me encogí de hombros y volví a coger la botella, dándole un largo trago.
―Tú y todos ―escuché decir a Oksana, quien dio un largo trago a su botella, mientras yo hice lo mismo con la mía.
―¿Y Kilian? ―le preguntó Jonan a Oksana.
―Lo he obligado a que se fuese a dormir ―respondió―. No quería que me viese borracha ―añadió y, al darme cuenta que llevaba poco más de la mitad de la botella, sentí que ya no estaba en mis cinco sentidos.

Miré la lluvia que caía rápidamente y con fuerza y di un último trago antes de levantarme.

Me quité la camiseta, quería sentir la lluvia en mi piel, por lo que salí de debajo del techo y noté el agua fría caerme encima. Sonreí y abrí los ojos para mirar a Oksana y Jonan.

―¡Venid! ―los llamé―. ¡Es muy relajante! ―grité riendo.

Vi como Oksana dio un largo trago y se desnudó quedando en ropa interior para venir a mi lado, Jonan hizo los mismo y, cogidos de la mano, empezamos a bailar y cantar bajo la lluvia.

Quizá no había sido el mejor dia de nuestras vidas, quizá nos habíamos vuelto más maduros pero, algo era seguro, seguíamos unidos a pesar de tener nuestras discusiones.

No éramos conscientes de lo que iba a suceder desde esa noche hacia delante, pero, si lo hubiésemos sabido, nos hubiera dado igual. Queríamos disfrutar, aunque sólo fueran unas pocas horas, hasta que el efecto del alcohol se nos pasase.

Ese fue el fin de nuestro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora