Las descontroladas mañanas del centro ejecutivo de la ciudad le hacían recordar a Álex que estaba de nuevo en casa. La marea de gente trajeada y corriendo en todas direcciones le recordaban sus inicios en la compañía. Los recuerdos le trasladaron al primer trabajo que consiguió al mudarse a la ciudad con su hermano pequeño. Una diminuta cafetería regentada por su tío Tomás, primo lejano de su madre. Tras la muerte de esta, Álex, a petición de la fallecida, solicitó al hombre ayuda para poder salir del pueblo y seguir adelante. El hombre, reacio a tener dos bocas más que alimentar, aceptó ofreciéndole a Álex un trabajo en la cafetería.
El joven no tardó en destacar. Con algunos cambios aumentó las ventas de la cafetería, mejoró la afluencia de los clientes y consiguió que el lugar se convirtiera en un referente para las empresas que operaban a su alrededor. Como había pasado antes con Manuel Prado, el trato de Tomás hacia Álex tampoco cambió su situación laboral. El joven siguió limpiando las mesas y lavando platos. A pesar de las ganas que tenía de buscar a Elisa al llegar a la ciudad, el poco dinero que ganaba no le daba más que para mantener a su hermano.
El coche se paró y Roco procedió a bajarse y abrir la puerta. El majestuoso edificio propiedad de la compañía donde trabajaba se alzaba imponente ante el financiero. A su entrada al complejo no tardaron en llegar los ceremoniales saludos y las admiradoras miradas de los que le reconocían y aspiraban a ser como él.
Álex cruzó la seguridad y se dirigió al único ascensor que daba a las últimas plantas del edificio, privilegio que estaba reservado a los empleados más destacados de la firma de inversiones.
— ¡Jefe! —dijo José a la llegada de Álex.
— Explícame cómo haces siempre para saber que he llegado —preguntó mientras salía del ascensor.
— Lo huelo en el aire.
— ¿Me hueles cuando llego? —preguntó en tono coqueto.
— No se haga ilusiones... No es mi tipo.
— Soy el tipo de todos.
— Tiene razón. ¿A quién quiero engañar? Cambiando de tema, ¿ha llegado el señor Martínez?
— Se ha adelantado...
— ¿Le anuncio, jefe?
— No, que espere... ¿Ha llegado el viejo?
— Sí, y creo que quiere verlo...Además. por lo que veo en su mirada, me da a mí que el señor Martínez seguirá esperando.
Álex llego a su despacho y se dirigió a su mesa, tras una rápida ojeada a los papeles que había dejado José para la reunión con el señor Martínez y sorbió un poco del zumo natural exprimido que su asistente le traía cada mañana. A diferencia del resto de los empleados, sorprendentemente Álex no tomaba café. Una vez puesto todo en regla, el hombre fue directo a la oficina de Luis Aguilar, dueño y fundador de la compañía.
Para Álex, Luis era más que un jefe. Ese hombre se había convertido en su mentor y protector, más parecido a un padre que a otra cosa. Gracias a la oportunidad que le brindó, alcanzo metas inimaginables para un pobre pescador de un pequeño pueblo llamado San Antonio.
La primera vez que sus caminos se cruzaron fue en la cafetería de su tío. Ajeno al ajetreo de la cafetería, Álex se dedicaba a recoger las mesas vacías y prepararlas para otros comensales mientras observaba las pantallas planas que había sugerido a su tío que colocara, aprovechando la ubicación del local. Todas y cada una de los plasmas visionaban todos los canales con la temática de la bolsa. Así los clientes, mayoritariamente hombres de negocios, estarían de alguna forma al tanto de lo que ocurría con sus inversiones.
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Los ricos no lloran
Любовные романыAlejandro Baeza es un hombre de orígenes humildes, gracias a su inteligencia y trabajo duro consigue salir de su pueblo natal y mudarse a la gran ciudad junto a su hermano pequeño. Es un hombre ambicioso, trabajador y testarudo. Está acostumbrado a...