Capitulo 3

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Las cosas con Elisa iban más despacio de lo que se esperaba, Para Álex, acostumbrado a conseguir todo a un ritmo récord, le resultaba difícil aceptar que a esas alturas, la mujer no hubiera sucumbido ya a sus peticiones. ¿Qué la estaba parando tanto?

Él daba vueltas sobre la cama King Size de su habitación. Haba salido el sol, pero no tenía ganas de levantarse, no entendía la testarudez de Elisa al negarse la oportunidad de empezar de nuevo con él. Que ella no alabara su lucha por volver a unirles le desquiciaba más de lo que estaba dispuesto a aceptar. Para él estaba más que claro: ese tipo de cosas son las que volvían románticamente locas a las mujeres. Tendría que esforzarse más aún, pero el final estaba muy decidido.

Hubo un ruido atronador en la puerta. Después del susto, Álex cayó en la cuenta de que solo una persona tocaba de esa enfermiza forma en la casa.

— ¡Álex! ¿Estás despierto?

— Ahora sí —susurró—. ¿Qué quieres?

Diego entró en la habitación y se lanzó a la cama de su hermano, claramente, molesto por la intromisión. Últimamente se levantaba de mal humor y su hermano no facilitaba las cosas.

— Te preguntarás, ¿qué hago aquí?

— En absoluto —respondió él, rápidamente.

— No te impacientes, te lo cuento...

— No quiero saberlo.

— A tu hermano acaban de llamarle de las oficinas Brave Dorian para realizar las prácticas del próximo año en sus oficinas. Después del máster, me codeare con la realeza del mundo de las inversiones. ¿Impresionado?

— La verdad es que sí —admitió—. No es fácil entrar ahí. De vez en cuando trabajamos con ellos y tienen un nivel casi como el nuestro.

— Ya ves...Tu hermano no es un inútil como creías.

— ¿Cómo lo has conseguido?

— Bueno... Creo que aparte de mis notas académicas debió de impresionarles el increíble informe personal que hice de mí. No me dejé absolutamente nada...

— Dejaste caer que soy tu hermano.

— ¡Sí!

A veces se lamentaba de haberle facilitado tanto las cosas a su hermano, pero recordar de todo lo que carecía él a la misma edad le hacía borrar cualquier pensamiento negativo sobre el tema. Por suerte, quitando lo loco que podía llegar a estar su hermano, Álex se enorgullecía del hombre en que se estaba convirtiendo. A pesar de todo siempre había sido un buen chico y casi nunca se metía en problemas.

Mientras se duchaba sonó el teléfono. Esta vez fue la sirvienta quien irrumpió en la habitación solicitándole que cogiera el teléfono. Era un sábado. A esas horas de la mañana normalmente se encontraba en las oficinas, pero con todo lo de Elisa había decidido tomarse el día libre.

Al otro lado del teléfono escuchó la familiar voz de Carlos, uno de los pocos afortunados que compartía junto a él la misma planta en las oficinas de Luis. Carlos no era tan inteligente como él, pero se ganó llegar hasta arriba trabajando duro y demostrando su lealtad con Álex, haciendo que lo respaldaba ante la junta constantemente. Las amistades sinceras del mundo financiero eran difíciles de encontrar, Carlos era un mirlo blanco y muy apreciado por el financiero.

Los ricos no lloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora