No estaba acostumbrada a tantos gritos, pero aguantó y escuchó en silencio todas las quejas y las exigencias de Álvaro. Rosa colgó el teléfono y se quedó mirando la pila de platos de su fregadero. No tenía ganas de ponerse a fregar y mucho menos de limpiar la casa. Había descubierto el exclusivo mundo de los restaurantes caros, coches inimaginables y hoteles lujosos. Todo a lo que había tenido acceso en cuanto Álvaro empezó a buscarla. En un primer lugar pensó que era por ella, pero no tardó en darse cuenta de las auténticas intenciones de él: acercarse a Verónica y hundir a Álex. Aunque en el fondo la verdad le pesaba, era imposible no olvidar esa parte y simplemente disfrutar de todas aquellas maravillas, además del sexo.
Esta vez la cosa parecía seria, Álvaro llevaba días quejándose del repentino cambio de Luis al quitarle de nuevo las cuentas de Francisco y devolverlas a Álex. Aunque en un principio pensó que contaría con el apoyo de Monte Negro, este cedió a las peticiones de su hija y devolvió las empresas a su nuero. Álvaro se subía a las paredes y le exigía que encontrara una forma de contraatacar. Rosa no tenía ni idea de cómo complacer a Álvaro en ese sentido, pero iba a buscar alguna manera.
Mientras se relajaba en el sofá sonó el timbre y corrió a abrir la puerta. Deseaba que fuera Álvaro. Aunque hubiera empezado con un sinfín de quejas el resultado final sería el mismo: los dos desnudos en la cama.
—¡Hola! —dijo Verónica al abrirse la puerta.
—Hola... —respondió Rosa desilusionada.
—¿Qué pasa... ¿No te alegras de verme?
—Sí, claro...
Verónica se fue directamente al salón y se sentó en uno de los sillones. Traía una gran sonrisa y Rosa se apresuró a pensar en que le daría alguna nueva de su perfecta vida.
—Primero que nada comentarte que Álex me habló y me insinuó lo tuyo con Álvaro. ¿Estas segura de lo vuestro?
—Bueno... Si tú lo estas de Álex con todo lo que te ha hecho, ¿por qué yo no? —dijo ofendida por las palabras de su invitada—. ¿Algo mas o solo era eso?
—No quería molestarte. Solo me preocupaba por ti.
—Tú dirás...
Verónica se levantó de nuevo y se sentó al lado de su amiga. Estaba emocionada y decidió pasar por alto la nueva actitud de Rosa. Tenía ganas de soltar la noticia, aunque primero fuera a ella y no a Álex.
—Pues...estoy embarazada.
Entonces lo vio. Rosa había estado buscando una forma de hacer pagar a Álex el mal trago por el que estaba pasando Álvaro. Puede que después de todo fuera la misma Verónica quien le diera la solución sin darse cuenta. Álvaro se sentiría orgulloso de ella y le agradecería sin duda su rápida actuación.
—Vaya... eso... eso es sorprendente —dijo Rosa al levantarse y dar la espalda a Verónica. Era ahora o nunca—. Yo también
—¿Sí? —prosiguió Verónica sorprendida—. ¿Es de Álvaro?
—No...
—¿No? ¿Y de quién, pillina?
—Es de Álex.
—Muy graciosa... ¿En serio? ¿De quién?
Por un momento Rosa se planteó echarse para atrás, pero pensar en cómo Álvaro se había apartado de ella por culpa de Verónica la envalentonó de nuevo y se obligó a seguir adelante. Lo más importante estaba dicho. Solo había que mantenerse y no ceder.
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Los ricos no lloran
RomanceAlejandro Baeza es un hombre de orígenes humildes, gracias a su inteligencia y trabajo duro consigue salir de su pueblo natal y mudarse a la gran ciudad junto a su hermano pequeño. Es un hombre ambicioso, trabajador y testarudo. Está acostumbrado a...